Tiene patas cortas, pico cuadrado, plumas y hace cua-cua. ¿Qué es? Obviamente, es un pato, aunque no faltará algún embaucador que diga que es un perro salchicha.
Algo similar ocurre con las cartas de intención del Fondo Monetario Internacional (FMI) pese a las evidencias, los gobiernos que las suscriben tienden a decir que no son lo que vemos y constatamos. Para ello se escudan en el lenguaje técnico altamente complejo que caracteriza a estos documentos (lenguaje críptico sería más pertinente decir), que hasta a los economistas les cuesta trabajo simplificar. No se diga al común de los mortales, cuya comprensión de los contenidos de estos acuerdos únicamente la tenemos cuando empezamos a padecer las medidas que se ponen en práctica.
Además, las cartas de intención con FMI no suelen ser totalmente explícitas. Suponen que ciertas decisiones provocarán determinados efectos, aun cuando la experiencia demuestre lo contrario. En muchos casos parten de abstracciones, fórmulas y modelos matemáticos que solo se cumplen en los informes.
Este lenguaje encriptado posibilita a los involucrados participar en un eficaz juego político y publicitario. Los argumentos para desmentir los hechos son infinitos. Al final, nos pueden pasar perro por pato (o gato por liebre, como acostumbra decirse).
En 2014, cuando la caída de los precios del petróleo puso fin al despilfarro correísta, el país volvió al redil del FMI, Pero lo hizo en forma disimulada. Política y publicitariamente al régimen no le convenía hacer público este maridaje. Sin embargo, algunos votos matrimoniales empezaron a cumplirse. Las alianzas público-privadas, la descapitalización del IESS, la remisión tributaria a los grandes grupos económicos y la firma de una Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea están entre los más relevantes.
Mientras adelantaba estas medidas, el gobierno anterior se dio el lujo de mantener una verborrea soberanista que cuestionaba a su nuevo cónyuge financiero. Pero como en esos ámbitos la unión de hecho no está formalizada, al gobierno de Moreno no le quedó más remedio que oficializarla. Únicamente así podía recibir los regalos de boda en toda regla.
En todo caso, la situación actual es menos opaca. En medio de los misterios y laberintos semánticos de la carta de intención con el FMI, ya sabemos a qué atenernos. Todos los países que han suscrito cartas similares experimentaron los mismos efectos. Algunos, como los despidos en el sector público o la eventual privatización de la seguridad social ya los comenzamos a vivir en el Ecuador. Otros, como el deterioro de los servicios de salud o el mayor empobrecimiento de los sectores populares, los veremos en poco tiempo.
*Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.
Me parece que si Pablo dejara de proponer sus artículos desde la óptica meramente anticorreísta, sus artículos serían mas enriquecedores, dada su experiencia y formación