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MONTECRISTI VIVE SE FORMÓ PARA DEFENDER LA CONSTITUCIONALIDAD MÁS QUE LA CONSTITUCIÓN. Entrevista a Juan Cuvi

 

21 abril 2015

Juan Cuvi es coordinador nacional de Montecristi Vive. Fue miembro de Alfaro Vive Carajo.

 Juan Cuvi

 

LDF: Montecrisiti Vive se formó para defender la constitución del 2008. ¿Ha tenido un impacto, ha logrado su objetivo?

JC: En realidad Montecristi Vive se formó para defender la constitucionalidad más que la constitución, porque la Constitución puede ser reformada, no es un documento eterno. El asunto es que para reformarla hay que seguir los procesos detallados por la misma constitución, es decir que cuando son cosas trascendentales o de fondo hay que consultar al pueblo. Otro aspecto es que cualquier proceso de transformar la Constitución tiene que ser progresivo: tiene que mejorar, profundizar o ampliar los derechos, no puede ser regresivo.

LDF: Los derechos nunca deben ser achicados sino ampliados

JC: Bueno, hay gobiernos que pretenden reducir los derechos, y por eso, desde un punto de vista profundamente humano y no solo de izquierda, tenemos que pelear por una progresividad, una profundización de los derechos. Y si bien puede parecer que Montecristi Vive está aferrado a la Constitución, en la práctica estamos defendiendo los procesos. De otra manera, cuando empiezan a violentar los procesos cualquiera puede sentirse autorizado a hacer lo que le da la gana.

Imagínate, aquí tenemos un país que después de doscientos años de república no tiene un sistema electoral absolutamente transparente, confiable y estable, o un sistema de justica autónomo e independiente y confiable.

LDF: ¿A qué se debe la anemia de las instituciones del estado?

JC: A un proceso de autoritarismo por parte del gobierno, y un afán de utilizar discrecionalmente las leyes. Ya vimos la intencionalidad en el 2011: que apuntaba al control de la justicia y advertimos lo que iba a suceder. Y a lo largo de estos años hemos visto una utilización discrecional del aparato de la justicia para hacer política; en el fondo eso destruye una sociedad. Tienes una población que prácticamente deja de confiar en la justicia.

Esto es peligrosísimo porque el gobierno puede estar hoy en condiciones de controlar la política del país, ¿pero qué pasa mañana cuando ya no existen esos elementos de control y al mismo tiempo ya existe un contexto de arbitrariedad? Se puede dar una situación explosiva.

Y la situación ha llegado a tal extremo que tenemos gente como Enrique Ayala, entre otros, que clama por una nueva asamblea constituyente, mientras el periodista José Hernández, el ex editor de la revista Vanguardia, culpa a Alberto Acosta y los asambleístas de Montecristi por todos los males del actual gobierno.

Montecristi Vive ha publicado un manifiesto que es de izquierda y también participamos en las elecciones del 2013 desde una posición de izquierda. Montecristi Vive no es un espacio de supuesta neutralidad, y de ahí gente como José Hernández, hombre inteligente y buen analista político, va a tener una postura crítica porque nosotros defendemos una serie de principios que son incompatibles con la derecha a la que pertenece él. Conversando con él cuando era editor de Vanguardia se me ocurrió que su mayor problema es que aspira que exista una izquierda diseñada por la derecha, lo que evidentemente es absurdo.

¿Y Enrique Ayala? El siempre criticaba la constitución de Montecristi, pero recientemente sus críticas se han vuelto muy duras.

Hay una tendencia que no es solo de Enrique Ayala, hay otros que hablan de una nueva constituyente. El problema es, ¿cómo vamos a ir a una nueva constituyente si no hemos sido capaces de consolidar el proceso de renovación que se dio en el 2008? Esto es grave. Una nueva constituyente podría incluso derivar en algunos aspectos peligrosos: hay sectores que podrían imponer una revisión de ciertas conquistas que son fundamentales . Yo temo, por ejemplo, que se podría echar abajo el tema de la defensa de la naturaleza y el tema de los derechos o de la plurinacionalidad.

Debe haber sectores de la derecha que les interesa terminar de configurar lo que viene plasmando Rafael Correa – es decir un estado autoritario articulado al capital internacional – y que necesita limitar ciertos contenidos en la Constitución para que pueda fluir libremente ese nuevo proyecto capitalista.

¿Consideras que Ayala sea partidario de esa propuesta?

Ayala se ha enfocado más bien en el llamado hiper-presidencialismo y la estructura orgánica del estado. Lo que debe hacer es discutir eso puntos centrales con miras a plantear una reforma a la Constitución, pero con participación de la gente y mediante un debate público abierto, para que se preserven los avances que no debemos perder.

Tampoco parece haber mucho apoyo en país para una nueva constituyente.

Puede ser, pero el problema en el país es que cuando las crisis se profundicen y parezcan inmanejables, la salida siempre ha sido ir a una Constituyente. Es lamentable. Y es un error que ciertos sectores apuesten por esa posibilidad, sobre todo a sabiendas de que las constituciones nunca resuelvan el problema del poder.

¿La Asamblea de Montecristi tampoco lo pudo resolver?

Podía haberlo resuelto, pero lo que hemos visto a lo largo de estos siete años, es que en el 2008 no había un sector hegemónico capaz de definir un proyecto de transformación. ¿Entonces qué ocurrió? En medio de la diversidad y la crisis, Rafael Correa empieza a perfilar un proyecto hegemónico desde el ejecutivo, y a partir del control del aparato del estado. Pero su proyecto no fue articulado a los proyectos o propuestas de los sectores populares, sino a los sectores empresariales que ahora quieren imponer un nuevo modelo de estado. Comparo la situación de 2008 con el de 1908 cuando sí había ese sujeto político hegemónico que, junto con Eloy Alfaro, pudo defender la constitución. Por desgracia en el 2008 eso no existía.

A mi juicio en ese tiempo esa posibilidad sí existía, pero con el control que ejercía Correa sobre el proceso la situación cambió.

No, yo no estoy de acuerdo. Tengo otra lectura. No creo que existía esa efervescencia revolucionaria previo al proceso del 2008, lo que había era una crisis de un sistema que implosionó. Entonces había miles de proyectos, miles de agendas, miles de imaginarios colectivos y el asunto fue intentar dar una coherencia a esas posiciones super diversas: de indígenas, trabajadores, ecologistas, mujeres, grupos GBLTI etc. etc. Pero no había un sujeto político capaz de hegemonizar el proceso de cambio y de alguna manera facilitar que el resto de la sociedad se asomara al proyecto.

Pero muchos esperaban en ese entonces que Alianza País iba a ser ese sujeto político, el vehículo que iba a llevar adelante los cambios propuestos y consagrados en la constitución.

Lo que pasa es que Alianza País no fue un sujeto político, fue un proyecto electoral.

Puede ser, pero muchos sectores tenían sus esperanzas puestas en Alianza País, tenían la expectativa de que, proyecto electoral o no, la agrupación se iba a convertir en el defensor y hasta promotor de los principios y valores de la nueva Constitución.

Uno de las razones que nunca formaba parte de Alianza País fue justo eso. Me preguntaba dónde estaba el sujeto político, esa fuerza social organizada, dónde estaba este sector, digamos de la economía social y solidaria, estructurado de tal manera que podía definir un proyecto que no dependiera de un caudillo ni un triunfo electoral. Pero no había.

Quizás en otro momento el movimiento indígena sí podía haber sido capaz de definir y defender un proyecto de cambio. Pero en ese momento el movimiento había sido fuertemente desgastado por la aventura con Lucio Gutiérrez.

Entonces los problemas que ahora vemos con la Constitución se deben principalmente a la falta de esa fuerza social que tu mencionas, capaz de promover y defenderla.

Mira, en la política tu peleas y a veces pierdes. Y en al caso de Alberto el perdió la disputa con sectores que claramente tenían otros intereses. Y hablando de otros intereses, cabe mencionar una teoría que es sostenido por varias personas respecto a los gobiernos progresistas.

Dice que para la derecha apoyar a estos gobiernos llamados progresistas de Chávez fue la mejor opción para renovar su proyecto capitalista y evitar un estallido social. Fue una estrategia muy clara para controlar a sectores de izquierda cada vez más inconformes con el sistema. Y si tu revisas los resultados de estos procesos gobiernos en América latina verás que muchos sectores sociales se han debilitado mientras el proyecto capitalista se ha fortalecido. Eso es lo que realmente decepciona.

foto: casa de la cultura.

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