26-10-17
En las últimas semanas varios representantes del correísmo han acusado a Lenín Moreno de “traidor”, empezando por el propio Rafael Correa, caudillo de un proceso que, de a poco, parece estar cayendo en desgracia. Lo peculiar de esta situación es que Moreno precisamente es sucesor de Correa. Es más, su (controvertido) triunfo electoral, así como su nominación a la candidatura presidencial, contó con el beneplácito del caudillo y de su partido. Correa hasta llegó a decir que “Lenín es un gran ser humano, dejo la Patria en buenas manos”. Esas son, al momento, las únicas certezas de las que disponemos; lo demás son elucubraciones, algunas más o menos razonables.
¿A qué acuerdos llegaron Moreno y Correa? Eso no lo sabemos de manera certera, pero hay algunos indicios. Lo que sí cabe reconocer es que Moreno no resultó ser el títere de Correa, como muchos esperábamos. Más bien vemos una suerte de “enfrentamiento épico” entre ambos. Enfrentamiento que genera dudas, rupturas de diversa índole, pero también varias continuidades preocupantes (por ejemplo, el frente económico y productivo).
Aquí encontramos un elemento estratégico que merece atención, pues ¿era necesario primero alcanzar el poder político para luego emprender una crítica que realmente tenga efectos?, ¿hubiera sido factible otra forma concreta de salir del correísmo, dado el dominio que éste llegó a tener casi sobre todas las instituciones del país?, ¿no es una implosión la mejor forma de que el correísmo caiga? El análisis de estas cuestiones habría que profundizarlo en términos políticos, sobre todo porque parece difícil pensar en un escenario más destructivo para el correísmo que aquel en donde sus propias raíces lo ahorcan.
Es más, podríamos elucubrar que Moreno y su gente -pues nunca olvidemos que los individuos no actúan solos en política- supieron aprovechar muy bien la coyuntura. Moreno resultaba -quizá- la única opción para que Alianza País se “mantenga” en el poder, sobreviva políticamente y hasta “encubra” gran cantidad de casos de corrupción. Jorge Glas no tenía la fuerza de convocatoria como para vencer en las urnas (incluso fue públicamente abucheado durante las elecciones); más aún cuando él terminó ahogado en denuncias de corrupción que le han terminado conduciendo a prisión.
Pero el ascenso de Moreno al parecer no solo aprovechó la debilidad de las principales figuras de Alianza País. También podríamos sugerir que aprovechó que el otro finalista de las elecciones de abril, Guillermo Lasso, estaba casi condenado por sus pocas luces y potencialidades. Lasso, claro representante de intereses de grupos poderosos que no se enchufaron al correísmo -no como otros grupos que sí lo hicieron-, era un candidato cuya derrota (legítima o no) era entendible dadas las circunstancias concretas del momento.
El caso es que el ascenso de Moreno ha dejado una lección muy clara al correísmo: el poder no se posee, se ejerce como diría Michel Foucault. Cualquier creencia de que el poder se lo puede poseer cuando son otros quienes lo ejercen, es una ilusión. Ilusión en la que cayó el correísmo por su desesperación de sobrevivir a cualquier precio.
En fin. Ahora el correísmo paga las consecuencias de sus propios actos, pues parecería cumplirse esa máxima de “quien a hierro mata, a hierro muere”. Si hablamos de traiciones, ¿qué mayor traición puede haber que el propio surgimiento del correísmo por medio de la metamorfosis de propuestas revolucionarias a una realidad de restauración conservadora y de modernización capitalista? No olvidemos que fue el correísmo el que traicionó a quienes originalmente apoyaron el ascenso de Correa al poder, traición que quedó consumada con el surgimiento de un régimen autoritario que no dudó en ridiculizar -y hasta criminalizar– a muchos de sus antiguos aliados.
Es decir, debemos tener claro que aquí el gran traidor no es Moreno, sino Correa. Fue él quien traicionó los ideales revolucionarios que emergieron de la lucha popular luego de años de arremetida neoliberal y crisis en el país. Basta con hacer algunas lecturas a partir de los ofrecimientos iniciales de la “revolución ciudadana”, para ratificar esta afirmación. Por ejemplo, la lectura del Plan de Gobierno de Alianza país 2007-2011, elaborado participativamente en 2006 -cuando se propuso la candidatura de Correa-, brinda material para comprender que el verdadero y gran traidor no es Moreno. Solo como una pequeña muestra, leamos la siguiente invitación a
“trabajar por llevar adelante nuestros propios procesos de organización y diseñar nuestros propios programas de vida sin atenernos a mensajes y normas emanadas de alguien que pretender asumir el papel de un iluminado; no creemos en liderazgos individuales que conduzcan a la constitución de estructuras verticales y caudillescas, sino en liderazgos colectivos sustentados en la autocrítica, en la toma colectiva de decisiones, en el respeto a otras opiniones y en la humildad.”
Las declaraciones de Correa a favor de la Constitución de Montecristi y las sistemáticas violaciones que le propició es otra clara traición. Luego de promocionarla como “la mejor Constitución del mundo”, “un canto a la vida” e incluso diciendo que duraría “300 años”, es más que evidente que Correa vio a la Constitución y a la Asamblea Constituyente apenas como escalones en su afán de concentrar cada vez más poder. Por cierto, cabe aclarar que esa Constitución -lo comprobamos repetidamente- no fue un traje a la medida del caudillo, como afirman algunos despistados (basta mencionar que en 9 años sufrió unos 23 cambios, a más de un sinnúmero de violaciones a la Constitución a través de leyes y hasta decretos).
Dicha Constitución se formuló con una amplia participación ciudadana, y fue masivamente ratificada en las urnas, pues se intentó recoger el sentir popular de lucha en contra de las injusticias de épocas anteriores. Ese es precisamente el espíritu de Montecristi que supuestamente Moreno intenta recuperar, una cuestión que está muy lejos de ser cierta, por lo demás.
Y si en lo político se observan traiciones, el manejo económico de Correa es aún más claro; manejo que mantiene la misma orientación con Moreno. El gobierno de Correa devino en mera herramienta para que el capital satisfaga su voracidad acumuladora explotando trabajadores y Naturaleza, compartiendo incluso muchos objetivos neoliberales de los años 80 y 90. Pero mientras el viejo neoliberalismo apartaba y reducía al Estado para que grandes capitalistas exploten libremente, el nuevo neoliberalismo correísta fortaleció al Estado para ponerlo en comunión con el gran capital -local y transnacional- para que dicho capital explote libremente. Así, Correa instauró una suerte de neoliberalismo transgénico con la intervención del Estado, aderezado con una corrupción desbocada que se va descubriendo día a día.
Apenas unas pocas joyas neoliberales del correísmo son: promover el tratado de libre comercio (TLC) con la Unión Europea, expresión máxima del neoliberalismo; ampliar la frontera petrolera en el centro-sur de la Amazonía, incluyendo el ITT-Yasuní (propuesta para la cual Correa no dio la talla); imponer la minería a gran escala, violando el mandato minero de 2008 y criminalizando y persiguiendo a quienes se oponen, ejemplo Kimsacocha, Íntag, Mirador, Panantza; entregar campos petroleros maduros a empresas extranjeras (entrega de campo Auca a Schlumberger, e intentos -nada claros- de entrega del campo Sacha a la empresa china CERG); conceder, sin licitación y por medio siglo, los puertos de Posorja, Puerto Bolívar y Manta a capitales extranjeros; apoyar grandes agronegocios, monocultivos y agro-combustibles marginando la soberanía alimentaria y al campesinado.
En definitiva, no sabremos a qué acuerdos llegaron Moreno y Correa. Si esto no se destapa de forma transparente, no podremos conocer cuál fue el traidor en esas conversaciones. Pero, a estas alturas, para el país ese debería ser un problema menor que terminará resolviéndose al interior de la Cosa Nostra ecuatoriana, es decir, Alianza País, la que, según Fernando Vega, ex-asambleísta constituyente de Alianza País, devino en una secta mafiosa.
Lo que sí debe quedar claro es que Rafael Correa fue quien traicionó la confianza del pueblo ecuatoriano en las urnas y al mismo mandato constituyente. Aquí no caben medias tintas. El gran traidor es Rafael Correa.-
*Ex Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de 2008.
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El primer traidor fue Alberto Acosta que en vez de parar las intenciones fascistas de Correa dio cobardemente “un paso al costado”.
Hoy muchos izquierdistas han mostrado su verdadera cara de neoliberales, cuando ven repartirse la Patria entre los oligarcas de siempre y se enfrascan en una discusión, que no ayuda en nada al pueblo, se olvidan de la consulta donde se pretende dar el mayor golpe de estado y a costa del mismo pueblo que será quien diga sí. Si a costa del pueblo, que según el asesor del presidente, SE TRATA DE CONVENCER A LA MASA IGNORANTE, claro es la nueva forma de hacer política. Sin principios, Para Marx Capitalista es el que vive del trabajo de los demás, muchos de los mal llamados progresistas son el ejemplo claro de este concepto. Pues nunca han trabajado y viven siempre, a costa de los trabajadores que dicen representar.
Alberto Acosta no te dio la talla, ahora aparecen los de la izquierda falsa, la que está financiada por la cia, los que avivan el fuego para que todo arda, al mejor estilo de Nerón. Quieren que el país se consuma hasta las cenizas para entregárselo a la derecha retrograda, ¡que ansiosa se frota las manos!
Cuando la derecha vuelva (de hecho con moreNO ya volvió) ustedes, los falso de izquierda, volverán a su estatus cómodo de líderes de grupos de jóvenes incendiarios engañados, ilusionados en romper al régimen, pero que solo tienen permiso de quemar llantas y oler gas lacrimógeno en las calles.
Su argumento es falaz, parte de dos premisas incorrectas:
1. CIA= “derecha”, por tanto el que está en contra de la CIA, es decir Estados Unidos es de izquierda, se olvida del régimen tocrático de los ayatolas de Irán que es de derecha. Se olvida además de la perdida de las 200 millas de mar territorial con la firma del Convemear. Estados Unidos debe estar muy feliz con eso, puede poner un portaviones nuclear a trece millas de Manta.
2. “Correa es de izquierda”, no señor, Correa es populista fascistoide (de derecha) ; se olvida de todos los grupos económicos que se enriquecieron con Correa.
Hoy 17-17-2018 y veo cómo sus palabras sr Acosta caen por su propio peso y surge la interrogante de quién es el traidor ya a la fecha están contestadas sus propias preguntas, quién ha traicionado el proyecto con el que gano legitimamente en las urnas es Lenin Moreno con su vuelco hacia el neoliberalismo robando la confianza de sus votantes, debería intentar corregir sus argumentos por falaces, no han entendido que nunca han estado a la altura de las demandas del país, con esa clase de análisis ratifican porque son izquierda del 3%, una izquierda que le hace el juego al gran capital.
Un análisis realizado desde la pasión, resentimiento, venganza. Es político y no académico, pese a ser el un académico. Tergiversa la realidad lo cual es peligroso. Acomoda la realidad a sus rencores. Lamentable.
Ud Dra de la Torre, le dice una gran verdad a este sr, el respira por el odio, porque nunca tuvo ni tendrá la talla de Correa y se quedará en haber sido el ayudante de Velasco y se cree izquierdista , en el que solo su pensamiento cree que es el correcto, pero que por eso hizo su fama dinero y trabajo, para no pasar de ser un simple sr, que en su mejor elección con la izquierda llegó al 3%. De acuerdo con su pensamiento realista y lógico.
Moreno, en este artíulo sigue quedando como mansa paloma, el tipo está consumado por la envidia, la venganza y la traición, de modo que hacer un análisis político a este esperpento, no es posible si antes no se le hace un análisis psiquiátrico.
Otro que debería hacerse un análisis psiquiatrico porque padece síntomas de demancia senil precoz (es muy joven para ello) es Rafael Correa. No se acuerda de casi nada en los casos Balda y Gavela.
Balda es un fabricado de politiquería, y Gabela es víctima de sus propios compañeros, que dicho sea de paso son una bola de corruptos todos esos que se enfundan el uniforme militar, que les llena los bolsillos en una forma sarcástica de burlarse de los ecuatorianos.
A Byron:
El secuestro de Balda ocurrió realmente. Hubo también un juicio en Colombia, no es un “fabricado de la politequería” y es claro que Correa ordenó el secuestro.
En cuanto al caso Gabela, Correa al menos debe haber conocido el caso y defendió la compra de los helicopteros DHRUV, por tanto, aunque algunos milicos y probablemente la mafia de traficantes de armas son los culpables directos de su asesinato, Correa fue al menos encubridor de ese delito sino fue cómplice.
Acosta, no analiza., acusa, destila resentimiento, miente e interpreta, saca a relucir las causas por la que fue sacado de AP del que era un referente, pero que le quedo enorme el cargo que le entregaron para manejar una constituyente, hoy nadie le da crédito, y eso le hace sacar todo su arsenal de odio contra un lider, que tiene una aceptacion como JAMAS politico alguno ha gozado.
Sería excelente que el Ec. Alberto Acosta mida conocimientos y luego muestre cuántos de sus “adeptos” sacarían la cara por él, ya que escribe como si su popularidad fuera acogida por un mínimo de los ecuatorianos. Con permiso, pero eso me recuerda a Tres Patines.