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jueves, mayo 2, 2024

Muros y voces que imaginan la libertad

Por Hugo Palacios (El Búho)

Arte y del bueno. Muchos habrán oído hablar del irreverente artista plástico, Alejo Cruz. ¿Quién no? Y otros conocen muy bien el talento actoral de Diana Borja (“Débora el fin”). Estos dos personajes,– bastante locos, por cierto–, se juntaron con Fabián Romero (Banda Tapir), un músico que sabe de su oficio, y decidieron acompañar a mujeres y hombres de la cárcel de Cotopaxi, y juntos crear una radionovela. Así como lo oyen. Si usted, estimado lector, es de los que disfruta escuchando Kalimán, seguro se emocionará oyendo Voces de Libertad, que nos cuenta historias reales, salpicadas de ingenio, drama y pizcas de humor. Su cotidianidad es relatada con soles y lunas, de enero a diciembre.

Esta nota no le va a narrar sobre la violencia, la estigmatización, el hacinamiento de las cárceles. No. Para eso están los grandes medios de comunicación, a quienes les encanta el bochinche. El filósofo francés Jean Luc Nancy advierte que, cuando uno expone la violencia, la está naturalizando. Por ello, aquí les vamos a narrar sobre esta propuesta de enorme significación, que es parte de Murales de Libertad, nacido en el 2008. Consiste en que mujeres y hombres que viven en las cárceles, aprendan, disfruten y plasmen en las frías paredes de su entorno, sueños, anhelos, esperanzas. Es un esfuerzo conjunto por vincular el arte a los procesos de rehabilitación, ofreciendo así atención prioritaria para este sector altamente vulnerable. Centros de Rehabilitación de Quito y de Cotopaxi han sido beneficiados con esta iniciativa.

Muros de libertad: pinturas y sueños colectivos en inmensas paredes

Como es un proyecto multidisciplinario, en donde convergen la plástica, el teatro, la música y los audiovisuales, Alejo, creador e impulsor del mismo, lo convirtió en un gran Festival con la autogestión y el apoyo de instituciones estatales. Y, por ahí han pasado varios artistas, regalando alegría y talento a ellas, a ellos, estigmatizados por una sociedad que no comprende la suerte de muchos, a quienes la vida no les regaló ni canastas de afecto, ni privilegios.

Los capacitadores que han trabajado en el proyecto generan lazos de empatía profundos. Las internas comentan sobre lo que viven y lo que plasman en las paredes. Lorena y Cynthia afirman que ya no pasan tan tristes, y que pintando se sienten libres. Dayanara piensa que gracias al proyecto pueden expresar lo que sienten. Patricia dice que “…nos regalaron esperanza. Me invita a soñar. Inspira el colorido de la vida y uno se olvida de la violencia”. Iris, señala que la pintura alivia su depresión y que se divierten mucho. Añade que la pintura es una forma de rehabilitación y de imaginar cómo es el mundo exterior. Erika, concluye que “los murales dan vida. Nos recuerda que hay un mundo lindo que nos espera ahí afuera”. 

Un mundo lindo que las recibirá con mejores oportunidades si se sienten útiles y Muros de Libertad ha logrado eso. El arte es bello en los teatros, en las galerías, en los libros. Pero cuando el arte -en sociedades inequitativas como la nuestra- es capaz de curar, de sanar heridas y devolver esperanzas y significados diversos, entonces la belleza se multiplica, y se convierte en un acto poético. Sus creadores afirman que “las paredes del encierro se transforman en inmensos lienzos que se visten de color para celebrar la libertad del ser, porque la imaginación no tiene límites”.

Voces de libertad: voces y risas tras los muros

En el Centro de Rehabilitación de Cotopaxi se sumaron gargantas, cuerpos y sueños. Después de un proceso de semanas de entrenamiento, en donde se indagó en técnicas de locución, radioteatro, guion, estructura dramática y actuación; y con la orientación de Diana Borja, la directora artística, se logró consolidar la radionovela que consta de seis capítulos. Escúchalos, mientras se toma un café, se come un bolón de verde o se fuma un cigarro sin marca. Son historias que conmueven, que cosquillean la piel, que obligan a abrir los brazos y nos hacen pensar en esas vidas, tan parecidas a las nuestras, pero anhelantes de libertad. 

En cada capítulo se tejen vivencias diversas y es posible imaginarlos. Porque dentro de esas paredes uno se encuentra con seres humanos, con defectos y virtudes, como cualquiera. En pocos minutos, según cuenta Diana, aparece el afecto, la solidaridad, la creatividad, el talento, gente con mucho dolor que quiere rehabilitarse, vislumbrar un futuro. La mayoría de mujeres tienen hijos y quizás se encuentren, definitivamente con ellos, cuando ya sean mayores de edad. Es un espacio en el que sus risas, angustias, anhelos y lágrimas se vuelven nuestras. 

Muchas de las participantes -entre ecuatorianas, colombianas y venezolanas- ya sueñan con ser actrices cuando salgan. Quieren ganar concursos de humor, trabajar en alguna radio, contar historias, vivir la libertad con otros ojos, con otras manos. 

Diana cuenta que este proyecto y el contacto con mujeres y hombres privados de libertad en la CPL Cotopaxi 1, la ha transformado. Relata anécdotas increíbles, como cuando les pidió a las chicas participantes que se relajen, que se acuesten, cierren los ojos y sueñen, como se lo hace en todo espacio teatral. Les pidió que imaginen que están en la playa, en algún río. Que escuchen los sonidos del mar, la fauna. A los pocos minutos, se percató que casi todas lloraban. Imaginaban su tierra, la playa a la que nunca fueron, los zumbidos azucarados de la libertad. Pero luego reían, se volvían cómplices, hermanas. El teatro libera, genera catarsis, sana, cura, cuestiona.

Y con los varones sintió emociones encontradas. No solo por el hecho de que una mujer ingrese a ese reducto complejo, sino por los prejuicios que se acumulan. Pero una vez ahí, los corazones se encuentran. Verlos bailar, gesticular, relajarse. Disfrutar de cómo sus cuerpos y su ánimo se transforman, remueve el hollín acumulado por el miedo a ese otro que lo etiquetan de malo. Después de cada sesión, era imposible no fijarse en sus ojos, cuenta Diana. Era una mirada de niño: juguetona, inocente y traviesa. 

Alejo Cruz sueña en continuar con este proceso sostenido. Anhela que Muros de Libertad visiten todas las cárceles del país, y que, por este medio, la gente se quite esos prejuicios impuestos. Que ellas y ellos están labrando un futuro con miras a una segunda oportunidad. Y mientras esta llega, seguirán pintando con sus manos miles de alas multicolores y, narrando a viva voz, el sueño de aquella palabra con la que se aferran en sus días alegres y en sus noches tibias: libertad.

“La libertad no es digna de tener si no incluye la libertad de cometer errores”.

–Mahatma Gandhi

Escucha Voces de Libertad:

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