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jueves, noviembre 14, 2024

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS MEDIOS PÚBLICOS? por José Ignacio López Vigil

¿PARA QUÉ SIRVEN LOS MEDIOS PÚBLICOS?

 José Ignacio López Vigil  Coordinador Radialistas Apasionadas y Apasionados

 

PERIODISTA Señora, ¿qué es un medio de servicio público?

MUJER Servicios públicos no hay por acá… Pero pida permiso en alguna cafetería.

Este periodista de la nueva radio pública del Ecuador no lograba que su entrevistada entendiera el concepto de un medio de comunicación público.

Igual que en Ecuador, en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe casi no hay experiencias de medios públicos. Ni siquiera el nombre resulta familiar. Y es lógico que así sea. Por acá copiamos el modelo comercial norteamericano y se nos hizo creer que los medios de comunicación deben ser empresas privadas. Empresas con fines de lucro.

Tanto se desconoce, que se confunde un medio público con un medio gubernamental. Es decir, una radio o una televisora para hacerle propaganda al gobierno de turno.

Otra confusión grave es creer que estos medios deben ser “culturales”. Pero entendiendo la cultura de la forma más tradicional. La primera radio pública del Ecuador tocaba música clásica todo el día para “culturizar” a su escasa audiencia… ¡Como si la música nacional o la música latinoamericana o la música juvenil no fuera tan culta como cualquier otra! El resultado era una radio pública sin público.

Una tercera confusión respecto a los medios públicos es que éstos no pasan ni deben pasar publicidad. Que deben contentarse con lo que el Estado les asigna. ¿Quién dijo, quién ordenó esto? Si algo tenemos que asegurar en los medios públicos es su independencia de controles comerciales o políticos, como establece el código de la BBC. Y esta independencia difícilmente se logra sin contar con ingresos propios.

Ya que mencionamos a la BBC, este medio público nos da un buen ejemplo de lo que significa independencia editorial. Esta independencia se puso a prueba cuando la guerra de Irak. El entonces presidente de la BBC, Gavyn Davies, se enfrentó con el gobierno de Tony Blair, cómplice de Bush, que había falseado las pruebas de las famosas armas de destrucción masiva. Tony Blair quiso doblegar la línea de no intervención de la BBC y estrangularla económicamente. No le fue posible porque la cadena, aunque recibe fondos del Parlamento Británico, se financia en mayor medida con los 168 euros que pagan cada año los hogares ingleses por hacer uso de sus televisores. La independencia política es indisociable de la económica.

Ni propagandista, ni elitista, ni dependiente únicamente de fondos estatales. ¿Cuál es, entonces, la esencia de un medio público?

Veamos lo que ha estado pasando en España en estos meses. Ha nacido sin previo aviso un medio público en la Puerta del Sol, en Madrid. Una multitudinaria emisora sin antenas con 50 repetidoras en 50 ciudades provinciales. Miles de jóvenes, y no tan jóvenes, se han dado cita en la plaza central de la capital española para debatir, para hacer escuchar sus voces, para demostrar su cabreo contra unos políticos que no les representan y contra unos banqueros que les han estafado. Y este medio público se coordina a través de las redes sociales, de infinidad de corresponsalías espontáneas que informan y dan las primicias con mayor rapidez y efectividad que cualquier periodista de El País o El Mundo.

Creo que no hay mejor símbolo para definir lo que puede y debe ser una radio pública, una televisión pública, que esta rebelión de la digna juventud española. Y por digna, indignada.
1- ÁGORAS DEMOCRÁTICAS

 

Conozcamos la primera característica fundamental de una radio, de una televisora, de un periódico público.

Un medio público, por la elemental razón de ser costeado por la población, por todos los contribuyentes, se debe a esa población. No puede responder a una lógica comercial (ganar clientes) ni a una lógica partidaria (ganar votos) ni a una lógica religiosa (ganar devotos). Un medio público tiene que ser tan pluralista como laico.

La mejor imagen de un medio público es la antigua ágora griega donde se pensó la democracia. En realidad, necesitamos ágoras más democráticas que aquella, porque en la Atenas de Sócrates y Platón sólo hablaban los varones, nunca las mujeres. Sólo opinaban los ciudadanos blancos y ricos. Los esclavos africanos, los vencidos de las guerras, no tenían voz.

Y queremos escuchar todas las voces. Las voces que no se escuchan en otros medios. ¿Quiénes hablan en las emisoras, quiénes se ven en las televisoras de tu país? En Ecuador hicieron una curiosa encuesta. A lo largo de estos últimos años, apenas habían salido en los medios unas mil personas. Esos mil políticos, intelectuales y autoridades que hablan todos los días sobre todos los temas. ¿Y los 13 millones 999 mil ecuatorianos y ecuatorianas? ¿No tienen derecho a ejercer su libertad de expresión?

Un medio público, rompiendo ese peligrosísimo monopolio de la palabra, abre sus micrófonos y sus pantallas prioritariamente para esa inmensa mayoría silenciosa (¿o silenciada?), sin voz ni imagen pública.

Esencial, innegociable en un medio de comunicación es que se escuchen todas las opiniones políticas, todas las expresiones culturales, todos los credos religiosos, todas las orientaciones sexuales, todos los idiomas (si en el país hay más de un idioma, como ocurre en casi todos los países de nuestra Patria Grande). Un medio que refleja en su programación la diversidad de la población que lo sostiene y a la que sirve.

¿Y a través de qué formatos se logrará esta intensa participación popular? Pensemos en foros ciudadanos sobre los mil y un desafíos que tiene que enfrentar a diario la gente de a pie. Pensemos en debates sobre temas de actualidad, sobre temas tabúes. En entrevistas individuales y colectivas. En encuestas. En mesas redondas y cuadradas. Espacios de opinión sin insultos para nadie, pero con total libertad para que cada quien diga lo que piensa. Los protagonistas de un medio público son los ciudadanos y las ciudadanas, haciendo un ejercicio cotidiano de democracia participativa.

Ágora ciudadana, no tribuna gubernamental. Ágora pluralista, no propaganda sectaria. Ágora popular, nunca elitista. Ágora sostenida con recursos del Estado, porque al Estado pertenece, pero que dispone de ingresos propios para asegurar la independencia editorial. Ágoras verdaderamente democráticas.

 

 

2- CONTRALORÍAS CIUDADANAS

 

Han sido los zapatistas quienes mejor definieron la democracia: “mandar obedeciendo”. Rescatando el concepto de las culturas mayas, el “mandar obedeciendo” puede parecer una utopía política en este mundo occidental. Para un monarca resultaría absurdo. Para un caudillo, igual. Para presidentes y autoridades, a quienes se les suben con demasiada rapidez los vapores del poder, la consigna del EZLN suena al pío-pío de los pollitos. Esta resume, sin embargo, el meollo mismo de la democracia. Y nos permite proponer la segunda gran misión de un medio de comunicación público.

La pregunta básica es: ¿de dónde nace el poder, quién es el soberano y quiénes son los súbditos? Desde los griegos, la democracia se ha definido como el poder del pueblo. En el pueblo, y no en los reyes ni en los papas ni en los presidentes, radica la soberanía.

De lo dicho surgen algunas conclusiones decisivas para la vida social (y para la programación radiofónica). Si la soberanía está en la gente, si el poder supremo es patrimonio de la comunidad política, los demás poderes son delegados, dados en préstamo por los individuos e individuas que forman dicha comunidad.

La soberanía no se hereda, se nace con ella. Todos los seres humanos nacen con la misma titularidad. Y todas las “autoridades” son, en consecuencia, cargos representativos que se deben a la ciudadanía que las eligió. Todas las autoridades son “ministeriales”, es decir, servicios que esas personas prestan a la comunidad política. En su calidad de ministros y ministras, de servidoras y servidores públicos, tienen que rendir cuentas de lo que hacen o dejan de hacer. Tienen que informar sobre el mejor o peor desempeño del mandato que recibieron. Su poder está dado en calidad de préstamo.

Aquí entran en juego los medios públicos. ¿Qué mejor espacio para que los mandantes pidan cuentas y los mandatarios se las rindan, para que los servidores públicos demuestren que mandan obedeciendo? Los medios públicos tienen vocación de contralorías ciudadanas. Un vocación, como se ve, altamente política.

¿Y a través de qué formatos se hace esta contraloría? Por ejemplo, ruedas de prensa sin prensa. Es decir, siempre que asistimos a una rueda de prensa encontramos al político entrevistado y a una ronda de periodistas pidiendo la palabra. ¿Y si en vez de periodistas invitáramos a ciudadanos y ciudadanas para cuestionar a sus autoridades? Estas ruedas de prensa se pueden hacer en la emisora, con público presencial y con llamadas telefónicas. Pero también podemos llevar la radio al barrio, a la comunidad, a un parque, y realizar ahí el diálogo entre el pueblo y sus representantes. También podemos especializar estas rendiciones de cuentas y tratar hoy sobre los problemas del tránsito. Y mañana sobre el seguro social universal. Y pasado sobre la calidad de enseñanza que están brindando los maestros y maestras.

También las autoridades pueden y deben compartir la planificación de su gestión con la ciudadanía. ¿Cuáles son las obras prioritarias para este período? ¿Qué temas incluirían en la agenda del municipio? ¿Cómo optimizar el presupuesto? Si ustedes fueran alcaldes, ¿qué iniciativas económicas y sociales emprenderían? Todo este intercambio de planificación ciudadana dinamizaría la programación de la radio y la administración local, regional y hasta nacional.

Recibimos hace poco una postal zapatista con esta frase sorprendente y provocadora: “Detrás de nosotros, estamos ustedes”. El juego de palabras es un desafío político. Los sujetos se trastocan, los protagonismos se invierten. Esa sí sería una forma revolucionaria de hacer política y de hacer radio: “que delante de ustedes y de sus poderes delegados, están nosotros”.

 

 

 

3- DEFENSORÍAS DEL PUEBLO
El poder corrompe  y el poder absoluto corrompe absolutamente, como siempre dicen. Esto vale para todos los poderes, desde el económico hasta el religioso. La que antes vendía papas en el mercado ahora mira sobre el hombro a la provinciana que le limpia la casa. El capitán grita al sargento y el sargento escupe al recluta. El toro no se acuerda de cuando era ternero ni el obispo de cuando era monaguillo. Y así, mientras más se sube en la escalera del poder, más se pudren los pasos.
Por eso, un medio público, además de ágora y contraloría, tiene que asumir una tercera y difícil misión: la de convertirse en una defensoría del pueblo al aire libre. Un espacio donde la gente llama y reclama, donde denuncia la corrupción y la burocracia, donde tramita la solución de los mil problemas de la vida cotidiana.

¿A dónde apelará un ciudadano si en un hospital público no le prestan la debida atención? ¿En dónde protestará si los servidores públicos están coludidos con los infractores privados? ¿En qué espacio denunciará si la justicia no le hace justicia? Los medios de comunicación se han convertido hoy en espacios privilegiados de negociación y resolución de conflictos. La radio y la televisión y la prensa son medios y son mediaciones, como explica Martín Barbero. Y estos medios, si son públicos, se vuelven especialmente idóneos, por su independencia de controles políticos y comerciales, para esta defensa de los Derechos Humanos.

De eso trata el periodismo que hemos llamado de intermediación y que podríamos también nombrar periodismo ciudadano.

La intermediación se suele definir como una negociación asistida. En este sentido, requiere de un elemento neutral para ayudar a que las partes involucradas en un conflicto alcancen un arreglo por consenso.

No es exactamente éste el sentido de lo que planteamos, porque nosotros no somos neutrales. Cerramos filas con la ciudadanía, nos alineamos claramente a favor de los sectores más vulnerables, de las mayorías nacionales, de la gente pobre y excluida. No somos jueces, desde luego, no nos corresponde dictar sentencia. Tampoco somos abogados. No nos pagan por las denuncias que tramitamos ni jamás defenderíamos una causa injusta por haber sido contratados para ello.

Somos comunicadores y comunicadoras. Como tales, facilitamos los micrófonos (o las cámaras o el papel) para que el reclamo de la ciudadanía llegue a donde debe llegar. Hacemos oír la voz de la gente ante las instancias responsables cuando éstas se han mostrado irresponsables. Y si la gente no puede hablar directamente, prestamos nuestra voz para que las autoridades escuchen, para hacer valer la denuncia y encontrar una solución justa. Somos pontífices, en el sentido exacto de la palabra, relacionamos las dos orillas. Y también cruzamos el puente, junto al pueblo que avanza.

Llega una denuncia a la radio. Puede ser una visita, o por teléfono, por carta o a través de la unidad móvil. Puede ser una persona o un grupo. Puede relacionarse con la corrupción, con la burocracia, con la discriminación, con las mil y una formas de atentar contra los Derechos Humanos.

Le damos curso. Los conductores del programa tienen que averiguar bien de qué se trata. Y tomar las precauciones necesarias para que no les metan gato por liebre ni chisme por denuncia.

Ya ha salido al aire el caso denunciado. Ahora vamos a tirar el puente con quienes pueden resolverlo. ¿A quién recurrir? A la autoridad competente. E insistiremos ante dicha autoridad, o ante la superior, hasta que se resuelva el problema. Porque no es cuestión de hacer una llamadita y escuchar la consabida respuesta de “vamos a nombrar una comisión”. Muchas comisiones se nombran para ganar tiempo y que todo siga igual. Hay que dar seguimiento a las denuncias ciudadanas y llevarlas adelante hasta que se encuentre una solución satisfactoria para los afectados.

Supongamos un barrio que se quedó sin agua. O una escuela donde el profesor acosa a las alumnas. O una fábrica que no tiene inscritos a sus trabajadores en la seguridad social. Todas esas violaciones a los Derechos Humanos y a las garantías constitucionales pueden y deben denunciarse en los medios públicos. Y pueden y deben procurar resolverse a través de un sano periodismo de intermediación social.

¿En qué formato podemos canalizar esta clase de periodismo? Puede ser una sección dentro del informativo matinal. O dedicar un espacio completo de una hora o más a este ejercicio de empoderamiento ciudadano. Algunas emisoras salpican su programación, según las denuncias que reciben o los contactos con autoridades que establecen, con boletines de intermediación. Otras, amplían los datos con investigación periodística y llaman a ruedas de prensa donde dan a conocer, convocando a otros medios, la denuncia verificada y ampliada.

Para echar a andar por este camino, plagado de riesgos por los intereses que se tocan, se necesita que el Consejo de Administración de la radio o de la televisora, o del medio de comunicación, tenga bien establecida una política que le permita avanzar sin las injerencias típicas de los ministerios de comunicación o del poder ejecutivo. Los medios públicos sólo deberían rendir cuentas al poder legislativo.

Tres características de un medio público: convertirse en ágoras democráticas, en contralorías ciudadanas y en defensorías del pueblo. Estas características son válidas también para los medios comunitarios que tienen una finalidad social similar a la de los medios públicos.

Una radio, una televisora que asuma estos tres desafíos no tiene que temer a la competencia de los medios comerciales. Un medio público o comunitario que abra sus micrófonos a la diversidad de voces, que haga foros ciudadanos, debates pluralistas, que pida rendiciones de cuentas de las autoridades, que se comprometa con el periodismo de intermediación, se ubicará en los primeros lugares de audiencia. Ténganlo por seguro.

 

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. Importantísimo documento. Me gustaría poder tener contacto con José Ignacio López Vigil. Tengo un proyecto en mente y quisiera compartírselo. Gracias. David.

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