06 enero 2015
El escenario fue perfecto, un verdadero escenario de teatro en la sesión solemne en honor de la fundación española de Quito. Medios de prensa, la TV en directo, público político escogido de la capital, diplomáticos extranjeros, y ante todo la expectativa de lo que diría el actor principal de la noche, el alcalde Rodas, luego de meses en funciones. Y, en contraste con similar acto en Guayaquil, la asistencia del Presidente, ya era en sí noticia.
Pero que el Presidente tome la palabra, en una sesión que es más bien del municipio con invitados especiales, y que lo hiciese como si fuese el principal personero de la ciudad, fue más que llamativo. Desde luego, nada fue improvisado, al punto que los telepronter con el discurso presidencial estaban listos para que Correa se dirigiera en su típico estilo, aparentemente espontáneo cuando todo es programado, escrito y repasado. Esto tiene cuanta más importancia que lo que hizo y dijo, terminó por ser un alcalde de la ciudad que de hecho minimizó las propuestas o re-propuestas del alcalde Rodas.
El presidente convertido en alcalde, definió el urbanismo de la ciudad: los ejes de la política urbana, las ventajas de la ciudad y de sus políticas resultaron ser del gobierno central, las readecuaciones de edificios (el Penal o la “Licuadora..) o las grandes construcciones que muy tecnocráticamente se los llama “plataformas” de oficinas de la administración pública reconfiguran el urbanismo por encima del municipio, reorganización de los circuitos de tráfico y actividades urbanas con el desplazamiento de la presidencia o de ministerios diversos, lo que ordenamiento de la vialidad debe ser, construcciones de viviendas, ordenamiento del centro histórico con un “plan de revitalización” que incluso lo convertiría en peatonal. Según el presidente, “para avanzar nos hace falta no solo el apoyo por parte del Municipio, sino la voluntad e iniciativas ciudadanas de recuperar el Centro Histórico”. Está claro: el municipio debe apoyar al gobierno central en tareas propias al municipio y un plan concebido arriba ahora esperaría apego ciudadano!
Precisamente, ya que el presidente hacía de Alcalde de una vez anunció que “habló” con el Alcalde-alcalde sobe una inversión Qatari y pública, inversión mixta, que más o menos cambiará la zona del ex-aeropuerto y del centro “interviniendo” 248 edificaciones, es decir magno proyecto, magnos negocios, mucho dinero, con lo que eso implica.
En general, en la propuesta o lineamientos presidenciales gana una visión propia a las pautas del norte, no creativa y conciliante con el patrimonio y dista mucho en ser una revitalización del centro histórico al privarle de sus principales actividades, más bien se lo folkloriza.
La sesión solemne se convirtió así en un escenario de la concentración del poder, anulación de la dinámica de gestión local e imposición de la voluntad central. El todo poderoso centro gubernamental que sabe lo que conviene hacer en cada lugar, en lo local. Es el inverso de lo que se contaba lograr al inicio del periodo gubernamental.
Además de un gusto presidencial por el poder y la pretensión de saber lo que vale, tras de estas acciones está la necesidad de copar los espacios locales e intermedio para controlar todo el Estado, y en principio controlar la dinámica local. El juego de ganar y ganar poder termina por asfixiar las instituciones y regresar a un XIX, cuando el XXI exige lo contrario, no sólo mayor flexibilidad en la gestión, en lo que cuentan hacer los entes locales sino dinámicas locales que logran mejor conectarse con el mundo.
Este re-centralismo absorbente no suscita aún conflictos porque el padre-guía de todo, el centro, tiene recursos y puede imponer y contentar a la vez a muchos, pero después la herencia no será positiva, gobiernos locales disminuidos y una actitud mayor que la actual de esperar las decisiones y recursos de arriba. Es un retroceso en relación a los avances que al respecto se logró en Ecuador en los últimos años. Otra vez, cuando termine este gobierno, costará un buen tiempo rehacer el camino destruido y redefinir el sistema institucional, para que en efecto, el gobierno central no sólo se queje de hacer lo que no le corresponde, sino que no lo haga, y deje de hacer a detrimento de la gestión local.
Mientras el alcalde-presidente definía el urbanismo de Quito, el alcalde-alcalde quedó de invitado de piedra; triste escena de un teatro conocido por convertirse en un drama anunciado de la concentración del poder que anula a los demás.
* Una síntesis de este artículo salió en EL COMERCIO del lunes 5 de enero 2015