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PUTÍN EN AMÉRICA LATINA por Fernando López D Alesandro

Sin Permiso

27 julio 2014

Una siempre amable fuente preferencial respondió de forma simple a mi pregunta sobre qué dejó o planteó Putin para América Latina y para Uruguay: “Nada”, respondió ese alguien que tiene por qué saber muchas cosas.

“Nada” significó que Rusia sólo habló de posibilidades irrealizables. Su capacidad de inversión en la región es nula, la posibilidad de negociar no va más allá del comercio establecido hace décadas. Por tanto, ¿qué buscó Vladimir Putin de los presidentes latinoamericanos?

En Cuba destacó las ventajas portuarias, condonó la deuda multimillonaria que la isla arrastraba desde la época de la URSS y trascendió la intención de reabrir la base de espionaje contra Estados Unidos, lo que se apuraron a desmentir, sin mucha credibilidad. También prometió inversiones.

En Brasil el presidente ruso disfrutó de las jornadas futboleras, pero se interesó en la afirmación de los BRICS como contrapoder en la construcción del policentrismo, acordando la creación de un Banco de Desarrollo y un Acuerdo de Reservas de Contingencia para contrarrestar las crisis. Firmó con Dilma Roussef acuerdos de asistencia para elevar el intercambio comercial a diez mil millones de dólares, y acuerdos en áreas de defensa, tecnología, energía, agricultura, educación y salud.Con Cristina Fernández tuvo meras declaraciones soberanistas, y firmó convenios para invertir en energía nuclear y en la explotación del gas argentino.

Las conversaciones con el presidente uruguayo, José Mujica no tuvieron ningún resultado tangible. La posibilidad de invertir en el puerto de aguas profundas o en el reciclaje del ferrocarril no dejó nada en concreto, salvo que el despliegue del mapa que hizo el presidente uruguayo le permitió entender a Putin donde queda y qué es el Uruguay. Para América Latina, la gran esperanza extracontinental sigue siendo China, ese imperio informal que lentamente va ocupando espacios físicos, financieros y geopolíticos.

Entonces, ¿para qué se preocupa Putin por América Latina? El Presidente de la Academia de Estudios Geopolíticos, Coronel General Leonid Ivashov lo aclaró sin pelos en la lengua: para “controlar el apetito” de Estados Unidos. Ahora bien, ¿quién controla el apetito de Rusia? pues suponer que Moscú se lanza sobre América Latina a cambio de nada sería ingenuo. La entrada de Rusia en la escena latinoamericana –“llegamos para quedarnos” dijo Mevdevev- busca el acceso a mercados, y Putin fue aún más claro: “América Latina es una fuente riquísima de recursos naturales” y hoy la cooperación con la región “es una de las direcciones claves” de Rusia. De manera que Putin y su equipo se lanza a la explotación la riqueza latinoamericana, cosa que no es nada nueva en nuestra historia, pero Moscú avanza en nuestras comarcas en un momento histórico singular.

¿La historia le pertenece?

La crisis de Ucrania y la secesión de Crimea obligaron a Rusia a reposicionarse en el tablero mundial. Su vuelco hacia China, el virtual rompimiento con Europa y el relanzamiento de su estrategia expansionista es un movimiento sincronizado que tiene un camino marcado; la recomposición del espacio euroasiático y, en consecuencia, la reubicación geopolítica de Rusia en el mundo policéntrico como uno de los imperios a considerar. Y lo debe hacer de forma urgente, pues las nuevas sanciones de occidente reducirán su PBI 1,5 puntos este año y 4,8 puntos en 2015.

Cierta izquierda que funciona como el perro de Pavlov, bajo el lema “si es ruso, es bueno”, con nostalgias de un pasado que no volverá, quiere creer que el Kremlin frenará a Estados Unidos desde visiones más o menos progresistas. Tenemos malas noticias para ellos: Rusia no sólo forma parte del juego cómplice de la redivisión del mundo, sino que lo hace en clave neo fascista.

El principal asesor de Putin, Alexander Duguin, ideólogo y estratega de la Nueva Derecha en Rusia, elaboró la recomposición del espacio euroasiático bajo la hegemonía de Moscú, fundando  su propuesta en la llamada Cuarta Teoría Política, una concepción que busca superar las ideologías pasadas. ““La Cuarta Teoría Política es una construcción volitiva de la tradición basada en la destrucción de la modernidad” sostiene el ideólogo del Kremlin. Fundado en un radical anti-liberalismo, Duguin se autodefine como un “tradicionalista” que sintetiza su programa ideológico de la siguiente manera: “hay que combatir el Imperialismo Estadounidense, el Mundo Unipolar, el universalismo de los valores liberales, del mercado y de la tecnocracia. Como Alternativa, propongo una organización del Mundo Multipolar como conjunto de Grande Espacios, cada uno con su sistema de valores propio, sin ningún prejuicio”. En cuanto a la estrategia, Duguin es enfático:“Pero para controlar este asunto del control de las olas migratorias es, de nuevo, necesario liberarse de los mundialistas, de los liberales y de los atlantistas. Este círculo vicioso sólo puede romperse comenzando la lucha contra Estados Unidos. Los musulmanes y los chinos son desafíos secundarios. Se aplica esto tanto para Europa como para Rusia”. Cabe señalar que uno de los “desafíos secundarios” es aliado en el BRICS.

En una de las claves de esta ideología en construcción, sostienen que los agentes históricos de las tres teorías anteriores deben ser sustituidos por el Dasein de Heiddeger, un término que combina las palabras “ser” y “ahí”,  y  que podemos sintetizar como “existencia”, pero considerada de una manera especial: es el existir en tanto realización individual, existir en tanto se va en busca de un propósito. Naturalmente que el concepto Dasein en las clave de la Nueva Derecha busca la realización individual con un objetivo colectivo que trasciende a la persona, ¿te suena?

En consecuencia Duguin sostiene que la Cuarta Teoría Política es una construcción volitiva de la tradición, y esa “tradición” –concepto conservador donde los haya— tiene por objetivo desconstruir la modernidad rechazando a los tres sujetos que dinamizaban a las tres teorías del siglo XX: rechazo de individuo (liberalismo), clase (marxismo) y raza/Estado-nación (fascismos) El Dasein de Heidegger se convierte en el sujeto de la Cuarta Teoría Política haciendo de ella una “estructura ontológica fundamental desarrollada en el campo de la antropología existencial”. Pero este concepto en la teoría de Duguin implica que el Dasein se trasciende a sí mismo y deberá expresarse en tanto cultura-civilización-gran espacio-polo del mundo multipolar. Suena tan parecido al pasado con otras palabras… ¿te acordás del “espacio vital”?

Natella Speranskaya, sin duda la ideóloga más destacada de La Cuarta Teoría Política luego de su creador, define que la victoria del liberalismo sobre el fascismo y el comunismo determina el nacimiento de esta corriente, lo que obliga a “hacer una elección política que determinará el futuro del orden mundial estando ya en un punto de transición hacia la multipolaridad, constituida por cuatro polos, donde la presencia del polo eurasiático es esencial. Además, la misma elección política implica la aceptación consciente del concepto de la Cuarta Teoría Política”.Afirmado su admiración por el neo-fascista italiano Julius Evola,  Speranskaya sostiene que, en la lucha contra el liberalismo y por la afirmación del tradicionalismo, ellos, los representantes de la filosofía política Euroasiática, estamos construyendo relaciones estratégicas con los últimos rebeldes de la resistencia de Europa”, o sea, la Nueva Derecha Radical Europea que apoyó la intervención rusa en Ucrania y que el 25 de mayo último votó más que bien en las elecciones para la Eurocámara.

Para esta concepción expansionista, la señorita Speranskaya sostiene que en “el destino histórico de Rusia y Europa, Rusia, no como una parte de Europa, sino más bien Rusia y Europa como dos “grandes espacios” (Grossraum), dos civilizaciones”. Si al lector lo anterior le suena a “espacio vital”, piense mal, que acertará.

Finalmente, tal como planteaba Mussolini cuando buscaba sintetizar el socialismo, el sindicalismo revolucionario y la derecha tradicional, los muchachos de la Nueva Derecha –De Benoist y Duguin, principalmente— añoran fundar una cuarta teoría declarando que  “será crítica con las teorías anteriores. Sin embargo, incorporará ideas valiosas de las ideologías precedentes. Será una síntesis, como la Aufhebungen sentido hegeliano. Al elaborar una base ideológica para la Cuarta Teoría, es posible analizar aspectos tanto positivos como negativos de las otras tres teorías políticas conocidas, y adoptar aquellos aspectos que nos parecen aceptables”, tal como lo planteó Benito hace casi cien años. En su programa político, Deguin fundamenta la “democracia orgánica”: según sus propias palabras, la participación en las decisiones históricas de la fundación de la compañía en el verdaderogobierno del puebloLa puesta en común de la gente a su propio destino se define como lademocracia genuinaEste intercambio se puede realizar de diferentes maneras.Dado que Rusia es en sí misma una formación estratégica a gran escalala dirección de su potencial estratégicoque se concentra en las manos de un pequeño grupo o personalidad individualcualquiera que sea su denominaciónpresidente,monarca, Consejo Supremo, jefe, etc”El líder, caudillo, conductor, es el que manda y decide (¿Putin?) con un cierto grado de infalibilidad, y a él derivan todo el poder, pero aclaran: “Esta personificación de la autoridad no contradice el principio de la democracia orgánica, donde el común vector de las grandespersonalidades de la actividad (o grupo) de estado corresponde a la dirección de referencia del desarrollo histórico, y se basa en las constantes de la vida nacionalAsí que el criterio para evaluar la adecuación (o inadecuación) de la cabeza del Estado no debe ser simplemente la eficiencia en la ejecuciónde sus funciones y deberes, pero sobre todo la lealtad al “gran proyecto” de la gente, el servicio a la misión histórica del Estado. O sea, el líder, caudillo o conductor no debe ser evaluado por su buen gobierno, sino por su lealtad al fin superior, al Dasein, que llevará a la realización histórica de la construcción euroasiática.

 Sin embargo la Cuarta Teoría se cuida muy bien de mostrarse como una ideología superior, aprendieron la lección de sus errores: rechazan “todas las formas de jerarquización normativa de las sociedades sobre bases de origen étnico, religioso, social, tecnológico, económico y cultural. Una comparación de las sociedades es posible; sin embargo, no se debe reclamar superioridad de una sociedad sobre las demás”, sostiene Duguin. Lo que no es óbice para la persecución de los homosexuales, la hostilidad al matrimonio igualitario,  el asesinato de periodistas y otras exquisiteces democráticas.

Sin embargo, la nueva teoría –tal como las anteriores opciones conservadoras— necesita de un mito, “un Mito como Mito universal, un Mito como paradigma, en el marco del cual el diálogo entre Rusia y la “Otra Europa” marcará (es decir, llegará a ser) la transición hacia una nueva realidad política” ,sostiene la señoritaSperanskaya.

Cuando en enero de 2012 Vladimir Putin definió Rusia como una nación de etnias diferentes y aceptó el destino euroasiático casi como hipótesis oficial del Estado Ruso, Alexander Duguin y los suyos vivieron el momento como una gran victoria. Y una vez respaldado por su presidente, el teórico neo-fascista afinó aún más la puntería sobre la construcción euroasiática: Rusia, por sí sola, no puede constituir un polo plenamente autónomo y completo en un mundo multipolar. A fin de crear ese polo, Rusia precisa de aliados, de los procesos de integración en el espacio post-soviético. Necesita a Kazajstán, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, si es posible, también a Armenia y a Azerbaiyán; necesita una salida en el corazón de Asia Central, como en Kirguistán, en Tadžikistan, mejor aún en Uzbekistán, e incluso en Turkmenistán.” Por algo el 28 de mayo último se firmaron los primeros acuerdos con Bielorusia y Kazajistán, dando inicio a la soñada expansión de Duguin y sus amigos.

Y en este ajedrez mundial, América Latina puede tener algo que ver, siempre y cuando los gobiernos no se comporten de manera miope…

Rusia y Latinoamérica en el ajedrez global 

Quedan claros los intereses imperiales conservadores de Rusia, así como su foco puesto en las riquezas naturales de América Latina. No hay dudas, tampoco, en que el relanzamiento imperialista ruso es respaldado por una doctrina elaborada de corte milenarista y neo-fascista que el Estado asume como propia y que poco tiene que ver con la izquierda latinoamericana en ninguna de sus variantes. No faltan quienes consideran que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, y verán en Rusia un aliado, pero esas torpezas siempre pasan.

Entonces, ¿qué buscó Putin por estas comarcas? En primer lugar, protagonismo y dar señales de que está acompañado, a pesar del aislamiento europeo y norteamericano. En otro orden, intentar, de alguna manera, horadar el patio trasero de su adversario político y, ahora, ideológico, Estados Unidos. Las bases “para reparación de navíos” en Cuba, Nicaragua y Venezuela no engañan a nadie. Rusia busca afincar posiciones estables previendo un conflicto que puede volverse caliente, y una rápida respuesta desde puntos geoestratégicos adecuados es fundamental. Lo que es inadmisible es la irresponsabilidad de Cuba, Venezuela y Nicaragua de poner en riesgo al continente por un poco de apoyo económico y para cumplir con el dogma ideológico que, antes que antiimperialista, es anti-yanqui. La responsabilidad de La Habana, Caracas y Managua en caso de que las tensiones se agraven serán inocultables y deberán hacerse cargo por meter a Latinoamérica en un conflicto que no le es propio y, peor aún, apoyando a un imperio con una ideología de claro corte neo-fascista, cuyo ideólogo principal sostiene sin tapujos que “El Occidente actual (Estados Unidos y parte de Europa) debe ser aniquilado y la humanidad debe ser reconstruida en un terreno diferente en frente de la cara de la Muerte y el Abismo”. Sobre este aserto, a los latinoamericanos que formamos parte de este lado del mapa el señor Duguin no nos preguntó nada.  Y peor aún, esa disputa implica para el ideólogo de Putin “el odio a Occidente, la globalización, el consumismo, a los medios de comunicación, las mentiras democráticas, la basura de los derechos humanos, la dictadura del capitalismo, la llamada “sociedad civil” y la dominación estadounidense es cada vez mayor. Así que debemos ir más allá. La vigilia significa la revolución y la guerra. Es poco probable que comience ahora. Pero deberían comenzar ahora mismo, porque mañana será demasiado tarde”. Su conclusión es que Occidente buscará la guerra contra Rusia de forma inevitable y en esa guerra “Rusia (…) se convertirá en el ejemplo de la defensa de la tradición, los valores conservadores orgánicos, la verdadera liberación de la sociedad, precisamente, abierta y a sus beneficiarios, no a la oligarquía financiera global”. No sabemos quien designó a Rusia defensora de tradiciones y valores conservadores, ni mucho menos si por Latinoamérica estamos afines a aceptarlos ni si su “verdadera liberación” va con nosotros. Es preocupante que quienes promueven esos discursos sean hoy proveedores de armas y de sistemas de defensa antiaéreas para Brasil y en otros rubros para Argentina. Recordemos que América Latina es una “zona de paz”, con la grave paradoja de que es la región que más se ha armado en el último lustro. Creo que las valoraciones del señor Duguin sobre la democracia, los Derechos Humanos y la sociedad civil quedan para que el lector las haga en solitario… no soy de insultar la inteligencia de los que todavía me leen marcando obviedades.

En definitiva, Putin buscó amigos en América Latina, ofreció poco y sólo marcó un “territorio virtual” declarando que “llegó para quedarse”, y en su estrategia de expansión imperial tener amigos, así sean pocos, siempre suma. Desgraciadamente, esas amistades nos pueden meter en problemas a los que no tenemos nada que ver con las veleidades milenaristas de La Cuarta Teoría Política. El tiempo dirá cuales serán los resultados. Quien escribe es un pesimista con una pizca de optimismo.

Fernando López D Alesandro es historiador y dirigente del Partido Socialista Uruguayo
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