29 de Septiembre 2015
El Dramaturgo Italiano Toni Servillo describía, no hace mucho tiempo, la situación política italiana de la siguiente manera: “Hemos dejado de creer. Ya no se cree ni en nada ni en nadie. El resultado es que vivimos en esta absoluta incertidumbre.” Algo parecido está ocurriendo en Chile.
Eufemísticamente se le ha dado en llamar crisis de confianza, cuando en realidad el término crisis política queda pequeño ante el colosal descreimiento ciudadano en el sistema político, en los políticos y en las instituciones fundamentales en las cuales se sustenta el Estado chileno.
El primer síntoma grave, que se quiso pasar por alto, fue que la mayoría de los chilenos no votó en las últimas elecciones (51%) de tal manera que la “Nueva Mayoría” nunca fue mayoría y el mensaje de este hecho quiso ser soslayado: no había credibilidad en el sistema político. Es decir existía y existe una percepción, a veces difusa, de parte de la mayoría de los ciudadanos, que la supuesta civilizada transición a la democracia era una construcción en defensa del orden neoliberal que se impuso en la dictadura pinochetista, y que se traducía en privilegios para los sectores empresariales junto a una impresionante estructura de abusos más allá de los “normales” que tiene toda sociedad capitalista.
Al mismo tiempo se creó un espejismo de que había una líder “incombustible”, que a pesar de todo estaba libre de las sospechas; Michel Bachelet contaba con un gran respaldo ciudadano y efectivamente así lo señalaban las encuestas. Ella por una serie de razones, a pesar de haber hecho un mal gobierno, término con una alta popularidad al interior de la minoría de los votantes, igual un sector de los votantes la veía cercana. Era en realidad el único capital político con que contaba la alianza concertacionista ampliada ahora con el partido comunista que se denominó “Nueva Mayoría”.
Pero resultó que ese único capital se desmoronó con la misma facilidad que se cae un castillo de arena, al salir a la luz pública dos escándalos de corrupción graves. El uno comprometía al hijo de la presidenta, y el otro que comprometía a la figura política más cercana a la mandataria, su primer ministro del interior, Rodrigo Peñailillo. Este último caso de corrupción es particularmente grave, ya que dejó al descubierto una impresionante red de apoyo y financiamiento a la última campaña presidencial de la socialista Michel Bachelet de parte de empresas y grupos económicos. Lo que dejaba en claro un pacto político empresarial que garantizaba el orden neoliberal. La Derecha y sus partidos también quedaron al descubierto en una trama de financiamiento de parte de grupos económicos vinculados al sector, (PENTA) de tal manera que la corrupción se volvió transversal y atraviesa a la inmensa mayoría de los sectores políticos. Entre las empresas financistas de políticos tanto de derecha como de “izquierda”. (caso Senador socialista F. Rossi).
Es importante mencionar entre las empresas financistas a SOQUIMICH, gran consorcio de minería no metálica de origen estatal que privatizó el dictador Pinochet, entregándosela a su entonces hierno Julio Ponce Lerou.
Lo que hace todo esto es corroborar algo que muchas personas en Chile sabían o sospechaban: una gran trama político empresarial que se constituyó para apoderarse del poder y administrar el sistema neoliberal tratando de regular los procesos de acumulación a espaldas y en contra de la mayoría ciudadana. Esto dio pábulo a los acuerdos y prácticas monopólicas y abusos, tipo La Polar, estafas a la gente más pobre, o la colusión de farmacias para elevar los precios de los medicamentos de las enfermedades crónicas, o la de las empresas de productos avícolas para elevar el precio de sus productos, etc., etc., Todos estos acuerdos destinados a esquilmar a los consumidores formaban parte de la lógica de impunidad que imponía el modelo, y que cuando son descubiertos reciben sanciones ridículas de parte de la justicia.
A esta situación cabe agregar a un grave deterioro de la credibilidad de las instituciones armadas por proteger a los violadores de derechos humanos, desprestigio total de la Iglesia Católica por una red de protección desde la jerarquía a sacerdotes pedófilos, todas cuestiones que van configurando un cuadro donde la gente se siente agredida y desprotegida. Por otra parte el grado de indolencia de la clase política y su quiebre ético quedó de manifiesto con la actuación del senador Jorge Pizarro presidente del partido Demócrata Cristiano que no encontró nada mejor que viajar dos días después del último terremoto que afectó a la zona que él representa a presenciar el mundial de Rugby en Londres, cuestión que ha provocado un amplio rechazo nacional.
De conjunto la situación aparece como la factura que la sociedad chilena está pagando por su adhesión al modelo neoliberal que implica una ruptura ética que muestra la verdadera y descarnada faz de los procesos de reproducción y acumulación capitalista.
Podemos decir que el orden post dictatorial entró en una grave crisis y necesita ser reformulado. La actual Constitución es la misma que se hizo en el régimen pinochetista y no da para más, pero este cambio del orden constitucional tiene un grave problema: la salida democrática real a la situación es una Asamblea Constituyente Soberana. No obstante, esta tiene fuertes resistencias en la derecha y en sectores importantes de la Nueva Mayoría como la Democracia Cristiana. Y no solo ellos sino también el sector que gira en torno al expresidente Lagos, de tal manera que la clase política está manejando alternativas de cambio constitucional que se hagan bajo el estricto control de los defensores del orden, o se posterguen lo más posible en el tiempo.
Ahora las encuestas y mediciones de opinión están mostrando un fenómeno curioso en el Chile de hoy. La adhesión que pierde el gobierno y la presidenta Bachelet no es capitalizada por la oposición de derecha, que también puntúa bajo en los sondeos de opinión, lo que da cuenta del desencanto total con la política y los políticos.
Por las razones anteriormente expuestas el Chile de hoy está propenso al surgimiento de una figura populista tipo Leonardo Farkas, millonario que hace donaciones por doquier, figura que puede arrasar con el precario sostén en que se apoya el actual régimen, también. Dentro de este terreno populista puede surgir además un “outsider” imprevisto. Otra salida puede ser de corte democrático progresista del tipo PODEMOS español.
Ninguna de las alternativas anteriores tiene piso aún, por tanto se presenta con cierto grado de probabilidad un retorno de la derecha que puede encabezar del expresidente Sebastián Piñera. Se está insinuando además por parte de algunos sectores de la Nueva Mayoría, levantar la figura del centro derechista Ricardo Lagos el expresidente que es muy bien mirado por una gran parte del empresariado y es una de las figuras emblemáticas de la concertación. Esta alternativa tiene ciertas resistencias en el propio conglomerado gobernante y debe cargar con la pesada mochila del fracaso del actual gobierno, que ha sido incapaz de concretar su tímido plan de reformas que pomposamente llamaron estructurales.
Parece ser que la actual perspectiva del gobierno se está orientando hacia la realización de un programa sostenido de obras sociales que no se topen con los intereses económicos de la clase empresarial y todas las reformas que propusieron como el gran cambio sufrirán el mismo destino que la reforma tributaria, es decir, serán negociadas con la derecha y los poderes fácticos tal cual ocurrió con la reforma tributaria. De tal modo que la reforma laboral, y las reformas institucionales seguirán la misma ruta de lo que fueron los cogobiernos concertacioncitas todo se hará con la venia de los señores del poder real. La reforma educativa quedará a medio camino y marchará a medio gas.
Es probable además que el número de no votantes en la próxima elección supere al de los anteriores comicios. Además no sería raro que al cerrarse las salidas incluyentes y ciudadanas se produzcan fuertes estallidos de violencia.