Cuando escucho a connotados “constitucionalistas” decir que con una consulta o reforma constitucional se puede suprimir una función del Estado como el Consejo de Participación Ciudadana, no puedo más que notar su relación directa con el régimen. Hace pocos año, estos mismos profesionales decían que la única forma de hacer cambios de la estructura del Estado era el camino constituyente.
Por otra parte, de modo más interesante, varios miembros de la Corte Constitucional, todavía creen que es posible el programa “posmoderno” del Estado Constitucional de derechos: igualitarista, descolonizador, emancipatorio y de defensa de los derechos de la naturaleza de la Constitución de 2008. De tal parecer es el maestro Ramiro Ávila Santamaría, actual miembro de la Corte Constitucional.
Si bien se encuentran prolíficas bases del Estado Constitucional de derechos, debo señalar que ni es posmoderno ni es dominante en la Constitución. Estas ideas que residen en la constitución surgen en la censura a la modernidad, pero siguen siendo modernos. Y mucho menos son anticapitalistas como propone en uno de sus artículos de hace ya algunos años: Evolución de los derechos fundamentales en el constitucionalismo ecuatoriano (2012).
El discurso igualitarista de la Constitución de 2008 está completamente subcodificado al tenor del discurso autoritario hiperpresidencial y neoliberal dominante en la normativa y la práctica política. Las raíces emancipatorias, pluriculturalres, de diversidad, de pluralidad jurídica (justicia indígena), de defensa de los excluidos, de ciudadanía universal, de la pachamama, del sumak kawsay han sido sometidas textual y groseramente en articulados secundarios, pero que a pesar de eso, de cuando en cuando causan electroshocks animados por la movilización popular.
El régimen de desarrollo incluido en la Constitución rebajó las instituciones del trabajo, de la interculturalidad, de la naturaleza y otros, a los lugares neoliberales, colonizados, individualistas y extractivistas. Las “excepcionalidades” de la presidencia convierten a este discurso en hegemónico en el panorama ideológico, normativo y político. El cual ha sido frecuentemente monocultural, xenófobo, autoritario, de sistema jurídico centralizado, de economía capitalista patriarcal, vertical y violenta.
¿Por qué no proponer una reforma constitucional para derribar el hiprespresidencialismo y reorganizar la estructura de poder del Estado y así lograr una protección efectiva de derechos como fin primordial del Estado y no como un asunto decorativo?
*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.