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domingo, diciembre 22, 2024

RESTAURACIÓN CONSERVADORA: ¡COJAN AL LADRON¡ Por Geovanni Atarihuana*,

En tiempos de temblores suelen sonar las alarmas. Luego del sacudón que recibió en las urnas el 23-F, el régimen ha hecho sonar las suyas. El discurso oficialista, repetido una y otra vez, advierte sobre el peligro de una “restauración conservadora” que conduciría al país a “ volver al pasado”, terminar con “todo lo alcanzado”, por lo que es imprescindible defender la continuidad de “la revolución ciudadana”.

La alarma tiene una cobertura regional, cuando el presidente Correa alertó sobre una conspiración internacional para imponer en América Latina la “restauración conservadora” y así “poner fin al ciclo de gobiernos progresistas”. Este proyecto estaría cocinándose desde los intereses de los grandes monopolios y la derecha de la región, con la complicidad de la izquierda infantil para manipular a la insatisfacción popular.

Surgen varias preguntas ¿Qué entendemos por restauración conservadora? ¿Está en marcha? ¿Quién la empuja y hacia dónde? ¿Qué pretende Correa con este discurso tan recurrente? Al respecto nos permitimos hacer algunas reflexiones y apuntes.

En política cuando hablamos de conservadurismo nos referimos a las posiciones que se oponen a los cambios radicales en los ámbitos de lo económico, lo político, lo social o cultural. En general son conservadores quienes quieren mantener el estado de las cosas. Por otro lado entendemos restauración como el restablecimiento de un régimen que ya existía y que había sido reemplazado por otro.

En los últimos treinta años, al calor de la resistencia al neoliberalismo, creció entre los pueblos del Ecuador una tendencia mayoritaria por el cambio, alimentada desde posiciones democráticas y de izquierda. La movilidad social y política alcanzada provocó importantes cambios en el escenario político y social, la derecha tradicional y sus tesis resultaron arrinconadas. Un hito trascendente en este proceso fue la aprobación de la Constitución, cuyos principios y derechos, recogen en buena medida la plataforma levantada por las organizaciones populares por décadas.

Es Rafael Correa, quien inicia la restauración conservadora, en su segundo mandato al cambiar en los hechos la orientación de su gobierno, al abandonar el proyecto de transformación y entregarse a los intereses del capital internacional. Desde entonces y en un proceso sostenido las políticas económicas del régimen están dirigidas a mantener y apuntalar el capitalismo. La consigna del gobierno es cambiar todo para no cambiar nada. Cambian formas, procedimientos, modernizan la infraestructura, pero la esencia se conserva.

En este período los grupos monopólicos, agroexportadores, banqueros, grandes comerciantes y empresarios, han tenido duplicado sus ganancias, la concentración de la riqueza en pocas manos se ha profundizado. Mientras 6 de cada 10 personas no tienen empleo estable, el salario básico cubre apenas la mitad de la canasta básica y la pobreza sólo disminuye en las estadísticas de la tecnocracia. Sostener la desigualdad social dónde los ricos son más ricos y los pobres más pobres es uno de los ideales conservadores.

La actitud entreguista del gobierno al firmar el TLC con Europa, las concesiones a favor de las transnacionales petroleras, mineras y telefónicas, el agresivo endeudamiento con China a cambio de las reservas de petróleo, la restauración del sometimiento al FMI y BM, no son expresiones de un cambio que afirme la soberanía, al contrario son evidencia del reforzamiento de viejas y nuevas cadenas que mantienen la dependencia del país.

La economía del país sigue basada en la exportación agrícola, productos del mar, y petróleo. La modernización correísta, conserva una matriz productiva en esencia extractivista y exportadora de materias primas, lo nos mantiene como un capitalismo atrasado y dependiente.

Cuando el gobierno anuncia un nuevo código para “modernizar las relaciones laborales” en el fondo pretende hacer retroceder los derechos y conquistas de los trabajadores, eliminado la sindicalización pública, recortando la participación en las utilidades, restringiendo la contratación pública y el derecho a la huelga. Conservando así los intereses de los empresarios y los inversionistas.

La nueva ley del agua, no democratiza ni el acceso ni el manejo del agua. Al contrario santifica la privatización y el acaparamiento. En realidad mantiene un irracional, injusto y mercantil modelo de gestión del agua. Lo mismo sucede respecto a la tierra se conserva intacto el latifundio, favoreciendo a los agro negocios y perjudicando a los pequeños campesinos que son la mayoría.

Cuando el gobierno vulnera el derecho a estudiar en su propia lengua en su propio contexto cultural al cerrar la escuelas bilingües, bajo la cobertura de una interculturalidad “homogenizante”, cuando se quita competencias a la justicia ancestral o se restringe la gestión comunitario del agua, se vuelve al pasado, se conservan prácticas coloniales y racistas, se niega en el estado plurinacional, se mantiene la opresión contra pueblos y nacionalidades.

El proyecto de Correa necesita y se propone disciplinar a la sociedad, instaurar el orden para progresar. Por ello concentra todos los poderes, mete la mano en la justicia, aprueba, restringe la participación social, ataca a las organizaciones populares y sus dirigentes, criminaliza la protesta, controla la comunicación y la libertad de expresión, elimina la autonomía universitaria, El autoritarismo del régimen implica el retroceso de las libertades democráticas, implica regresar al pasado. Por supuesto para conservar el orden establecido.

En días pasados en este país laico, que hace más de 100 años separó la iglesia del Estado, sectores evangélicos celebraron en la Plaza Grande una jornada de alabanzas para Rafael Correa. Más allá de las bromas en las redes sociales al respecto, preocupa el manejo que hace el gobierno del tema religioso como un instrumento de manipulación y como justificativo para, en nombre de la moral y sus creencias, imponer políticas públicas retrógradas y discriminatorias. El carácter conservador y “curuchupa” orgullosamente admitido de Correa se expresó nítidamente entorno al debate sobre la despenalización del aborto en el COIP y en su oposición al matrimonio igualitario.

Por esto y otras perlas, cuando Correa cacarea sobre la restauración conservadora es inevitable recordar del viejo relato de aquel vivaracho ladrón, que grita a todo pulmón : ¡Agarren al ladrón¡ confunde a la gente y logra huir.

Con el discurso del fantasma de la restauración conservadora el correísmo pretende cohesionar sus propias filas remecidas por la derrota, le sirve también para recuperar adhesión entre la población presentándose como víctima de una conspiración de grupos poderosos, que como hemos visto más bien están contentos con el gobierno.

Es un intento de seguir manipulado el deseo de cambio de las mayorías, el sentimiento anti oligárquico y antiimperialista de los pueblos, para mostrarse como la única alternativa para “regresar al pasado”.

Bajo la idea de defender a toda costa “los logros de la Revolución Ciudadana”, pretenden justificar todas sus arbitrariedades. Perseguir a las organizaciones y líderes populares, a los indígenas, periodistas, ecologistas y militantes de izquierda, está bien porque son parte de la conspiración y sino por lo menos tontos útiles.

Es tal la preocupación de Rafael Correa, que no le toca más que “asumir en sus hombres la responsabilidad” y sólo “como último recurso” para detener la restauración conservadora que piensa en postularse otra vez a la presidencia en 2017, claro imponiendo la Reelección Indefinida , al estilo de la constitución de García Moreno, paladín del Partido Conservador Ecuatoriano.

Le corresponde a las fuerzas democráticas y de las izquierdas cerrar el paso a la restauración conservadora, avivar la movilización para defender las libertades y los derechos que hoy son negados, reencauzar el anhelo de cambio de las mayorías en la lucha por la trasformación radical del Ecuador. Para ello hay que profundizar el análisis y el debate en la tendencia, presentar propuestas que conecten con la gente y sus aspiraciones inmediatas, es necesario construir un espacio de confluencia que nos permita presentar una alternativa frente al correísmo y la otra derecha.

* Director UNIDAD POPULAR

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