Y con una carta más cursi que los informes a la nación del Boltaire, el ministro de Finanzas más desneuronado de los que se tenga noticia, nos dice adiós. ¿Quién le va a extrañar? Ni sus amigos de Carondelet. Deja destrozando al país, con más de un millón de desempleados y se cree el cuento que lo hizo bien. ¿Qué querrá, que le digamos gracias? Si nos hubiera dicho adiós, lanzándose de la terraza del Ministerio a su cargo, bueno, capaz que ahí hasta le decíamos buen viaje. Pero no…
Dice que han enfrentado con valentía la crisis de una economía contaminada por el populismo. Este sí que es bruto con b de Boltaire. Alabándole a uno que ni siquiera sabe leer el texto. Y que, gracias al nuevo rumbo marcado por su gobierno, nuestra sociedad puede mirar al futuro con optimismo. Y que la confianza empresarial se reactiva, y una sarta de mentiras más al por mayor. Aunque claro, tratándose del Presidente más bobalicón que se tenga memoria, cualquiera es buen ministro.
Hay que decirlo. Hemos tenido ministros de finanzas repugnantes. Casi todos. Pero el Richard se gana el Óscar al más impresentable de las últimas décadas. Su mirada a 360 grados lo dice todo. No tiene ni idea de qué se hace con las cuentas. Fue puesto por las Cámaras de empresarios, porque era el más bobo de los aprendices, y como buen bobo, sólo sabe acatar órdenes y punto. No es como el Mauricio Pozo, ese sí un capo en neoliberalismo. Prepárense que ese vende todo: ni la silla de ruedas se ha de salvar de ser subastada.
Si ser ministro de Finanzas significa endeudar -a lo bestia- al país, más de lo que ya estábamos, así cualquiera es ministro. Mi vecino, que vive endeudado con un chulquero de barrio, quiere meter carpeta en Carondelet para ser el titular de Finanzas. Dice que, si de endeudarse como idiota se trata, él es un profesional probado.
Se nos va el Richard y se va al Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Que si la Constitución dice que no se puede, lo siente, pero él no se va a fijar en nimiedades. Que los grandes chulqueros internacionales son así de agradecidos con los obedientes a raja tabla, que cumplieron su sagrado deber en beneficio de los bolsillos más dorados. Que mejor se va antes que le quieran cobrar alguna deuda. Que ni tonto para quedarse en un escenario en que su amigo Lasso hace aguas por todos lados. Aquí, entre nos, se dice que al banquero le están cambiando de pañal cada quince minutos. Que mejor topes, insulsos.
Adiós, Richard. Que seas feliz en los Yuneites Esteites. Y ojalá algún ecuatoriano bien informado que se te cruce por esos lares, te regale un escupitajo tricolor en agradecimiento por tu noble labor.
“El Mauricio Pozo, ese sí un capo en neoliberalismo. Prepárense que ese vende todo: ni la silla de ruedas se ha de salvar de ser subastada”.