06 de Octubre 2015
Para el correísmo sólo existen dos posibilidades: ser correista o ser de derecha. No existen más opciones. Todos los que son anticorreistas son de derecha, con la única diferencia de que unos son más que otros. Nada más. Así de reduccionista es el “diálogo” de ideologías, propuestas y discusión política por “la equidad y la justicia social” en el Ecuador. Pero la realidad es otra. Quienes no están de acuerdo con todas las políticas correístas no necesariamente apoyan a Guillermo Lasso o a la derecha, quienes también han hecho mucho daño al país. En la práctica, la discusión en la población, no está tan polarizada como los políticos de oficio nos quieren hacer creer. Hay quienes están buscando un tercer camino para la política.
Los correístas están convencidos de que Ecuador empieza y termina con Correa. Creen en el repetitivo discurso del Presidente cuando dice: Si no estás conmigo, que soy el pueblo, eres mi enemigo, y por ende de todo el pueblo. Yo soy la verdad, la luz y la vida, y si no lo crees, es porque eres un extremista infantil.
Podría entenderse que esto se repita y se defienda por fanáticos o por alguna ciudadanía que muchas veces sólo repite lo que se dice en la sabatina — como que sólo se afectará el uno por mil del Parque Yasuní — y no investigan si lo que dice el mandatario es verdad. Pero ver esto en intelectuales — y todavía más en aquellos que dicen ser de izquierda — resulta un fundamentalismo intelectual. Se basan en el dogmatismo de que todo aquel que critique a Correa o se califique de anticorreista es de derecha, pues lo ven a él como un Marx de nuestro tiempo y quién no está con el “compañero presidente” es su enemigo. Correa se ha convertido en el nuevo ídolo del sectarismo de esta izquierda conservadora y/o populista —antes conocida como “cabezona” por su teoricismo—, y todo opositor a Correa es simplemente alguien que está jugando con la derecha y pare de contar.
En esto se basa la izquierda oficialista de Ecuador, que no escucha, que no entiende, y que simplemente se ha limitado a calificar de derecha a cualquiera que piense distinto. Si alguien se atreve a decir algo del ídolo de los correistas, es vendepatria, sufridor, limitadito, indio fracasado. Palabra de Correa, palabra de Dios. Correa es el Cristo que ha regresado y si se levantan contra él, son los neo-profanos que quieren volver a asesinarlo, tal como él lo sugirió en su cuenta de Twitter[1]. Sus seguidores guardan obediencia seca, si no son acusados de contrarevolucionarios, de agentes del imperialismo, de activistas del pasado, de delincuentes con poncho. La única respuesta de Correa ante ello es la represión –especialmente al movimiento indígena- que se opone a sus visiones personalísimas de transición y cambio.
Hemos llegado a un nuevo caso de culto a la personalidad, tal como le gusta a la izquierda en general, como lo fue con Marx, Lenin, Stalin, Castro, Che Guevara, Chávez y ahora Correa. Solo falta que pronto surja el Partido Correista o el Movimiento Correista de Liberación Nacional o el Frente Rafael Correa para la Segunda Independencia.
Quienes vienen hablando de un “tercer sistema” (no: una tercera vía) más allá del socialismo y el capitalismo, como por ejemplo el EZLN (Ejército Zapatista) o del PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos de Turquía) -entre los más representativos-, son vistos de reojo o con cuidado por la izquierda. No pueden ver a estas opciones como una alternativa sino como otra desviación pequeño-burguesa. Y en esto coinciden las izquierdas en general[2]: si no eres de mi izquierda eres un desviado socialdemócrata o un infiltrado derechista.
Aquí vale recordar al ex subcomandante Marcos del EZLN, hoy Galeano: “El revolucionario tiende a convertirse en un político y el rebelde social no deja de ser un rebelde social. Un revolucionario pretende, fundamentalmente, transformar las cosas desde lo alto y no a partir de la base, al contrario del rebelde social. El revolucionario se propone: haremos un movimiento, tomamos el poder y a partir de la cima transformo las cosas. Y el rebelde social no. El rebelde organiza a las masas y a partir de la base va transformando sin tener que proponerse la cuestión del poder”.
A estas palabras de Galeano podríamos agregar, que quién lucha por una emancipación y logra ganar, va posteriormente a dedicarse a defender esa emancipación, lo que significa imponerla a los que no están de acuerdo con su tipo de emancipación, de esta manera termina transformándose de emancipador en un neo-dominador. A su vez surgirán nuevos emancipadores que lucharán por liberarse de la nueva dominación, y así el ciclo repetitivo de nunca acabar, tal como nos demuestra la historia mundial de luchas de emancipación o liberación o independencia. El ejemplo actual más claro es el correismo, quienes por defender su “revolución” pretenden dominar a los que no están de acuerdo con su accionar. Ese el juego del que nunca se sale, pues los emancipados pasan a ser dominadores y los dominados a ser emancipadores, y así, por los siglos de los siglos amén.
De ahí que los pueblos indígenas -que manejan un tercer sistema- no luchan por ninguna emancipación sino por establecer un sistema de complementariedad que permita encontrar el equilibrio y armonía entre visiones opuestas, y así evitar la recreación de una nueva forma de dominación. En ese sentido, hemos planteado la necesidad de separar al sistema comunitario de los andes —sumak kawysay— de la izquierda para que camine por una alter-vía propia y pueda convertirse en una verdadera opción de alteridad. Pero los defensores del Buen Vivir correista y anticorreista lo ven como una deformación hacia la derecha. Como si creeríamos que con un posible candidato de derecha se respetaría más la naturaleza o las tradiciones culturales.
Incluso algunos indígenas no ven con buenos ojos esta desclasificación de la izquierda, a pesar de que dentro de la filosofía y conciencia indígena no existe ese tipo de clasificación dualista entre derechas e izquierdas. Cuando planteamos marcar distancia con la izquierda no quiere decir que somos anti-izquierda sino que queremos ser complementarios de la izquierda. Sólo así podremos encontrar un punto de equilibrio entre visiones opuestas para no caer en ningún extremismo o dogmatismo que conduzca a una nueva forma de dominación, como se ha podido observar en la izquierda y la derecha.
Lo mismo sucede con otras propuestas que salen de la dicotomía izquierda-derecha, como el katarismo, el indianismo, el poder indio, el autogobierno, el decrecimiento, etc., pero la izquierda ortodoxa también los ve como nuevas formas contrarevolucionarias o retrorevolucionarias, pues están convencidos de que el marxismo es la única fuente de medición de la realidad y de recreación social.
De ahí que es sumamente importante ser aún más críticos con la izquierda. No por querer dañarles o afectarles, sino en la aspiración de que se conviertan en una verdadera alternativa de cambio. Hasta ahora la izquierda (y obviamente la derecha) ha sido más nefasta para el pueblo que una ventaja. Los continuos fracasos como de la ex URSS y de la China han servido para que la derecha pueda tener argumentos y elementos para atacar y desprestigiar a la izquierda. Eso, además, ha dado paso a que también se demonice a los movimientos sociales y a todo lo que sea anti-derecha y anti-sistema, ya que todos terminan encasillados como comunistas.
Por eso muchos se desencantan de la izquierda y mucho más ahora con el fracaso estruendoso de la izquierda populista de Correa, lo que ha provocado que en las redes sociales haya una campaña furibunda anti-comunista[3], sin que en ellos haya diferencia entre la izquierda conservadora de Correa o la izquierda radical o el movimiento indígena o cualquier otro alter-sistema, pues todos son comunistas y lo único válido es el capitalismo. Aquí también se aplica: si no eres de derecha eres un maldito izquierdista.
Es más, ahora la desprestigiada y devaluada palabra ‘derecha’ está volviendo a tomar fuerza porque muchos creen que es mejor autoproclamarse de derecha que de izquierda. Lo contrario pasa con la izquierda que ahora se comienza a considerar una mala palabra. El juego izquierda-derecha al que los políticos profesionales han reducido todo, para que todo quede en sus manos y control. Ese, el monopolio de la política en los partidos políticos, por lo que no hay una verdadera democracia donde se abran las puertas a nuevas ideologías y sistemas dentro de la democracia partidista. Todos los anti-sistema son un peligro para la democracia liberal/marxista, y son atacados por unos y otros[4].
En este sentido, la izquierda debe hacerse una autocrítica, observando que el autoritarismo, la prepotencia, la tiranía y la violencia no está solo en Correa sino también distribuido en diferentes personajes y grupos de esta tendencia política. Correa sólo es el sumun de todo ello, pero en la izquierda (y obviamente en la derecha) en su conjunto hay mucho de lo que se critica al presidente. Si la izquierda se niega a reconocer y no asimila todo esta etapa correista —tomándola también como un espejo de sí mismo—, no habrá aprendizaje y nos aprestaremos a un nuevo fracaso de la izquierda, y por ende, de un cambio, de un nuevo sistema.
Lo único que hace la polarización y la creencia de que quienes no están con Correa son de derecha –como dice el gobierno-, es generar que quienes realmente no se sientan parte del correismo tomen posturas de derecha, y así nos pasemos en el juego de la bipolaridad política (izquierda-derecha) sin que haya la posibilidad de un cambio estructural. Entonces, quien le está haciendo el juego a la derecha?
Pero para pena de todos ellos, hay quienes no están esperando tomarse el poder, los llamados Alternativos ya están sembrando la nueva vida y viviendo a su medida el tercer sistema. Aquí y ahora.
NOTAS
[1] http://www.elcomercio.com/actualidad/rafael-correa-opinion-publica-muerte.html
[2] http://www.rebelion.org/hemeroteca/izquierda/murbano250402.htm
* COMUNIDAD ALTERNATIVA SUMAK