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miércoles, diciembre 18, 2024

SOY MÁSTER, ¿Y AHORA? Hugo Palacios (el Buho)

 

Mamá:

Prepárate para la sorpresota que te voy a dar. Siéntate, ponte cómoda y respira. ¡Ta-ta-ta-tá! Tu hijo al fin es máster. Ya tengo el título, mamá. Ahora sí seré alguien en la vida, ya no más el insulso que solo tenía nombre y apellido pero no un título de importancia. Como te prometí, no me iba a quedar solo de licenciado como el quedado de mi papá. La licenciatura hoy en día es como ser bachiller con más carga horaria, nomás. Celebraremos a lo grande. Porque ser máster no es tan fácil. No. Primero hay que pagarse la carrera, carita es, para qué también. Y si uno quiere ser más importante debe graduarse en la F o en la A. Si no tienes un posgrado ya no eres nada ni nadie. Para cualquier trabajo, hoy por hoy,  hay que ser máster. Fueron dos años de mucho estudio, mamá. Seré la envidia de todos mis primos y ya no me dirán el licenciadito; ahora, aunque les duela en el orgullo: máster o magíster que suena más caché. Y si me animo, lueguito ya PHD, que es como decir máster a la máxima potencia. ¿Te imaginas un PHD en la familia? Quiero ser más, y siempre se puede más.

No tienes idea mamá de lo feliz que me siento. Ese título, colgado encima de mi escritorio me genera un aire de importancia que no tiene palabras. Me siento exitoso, un señor triunfador, un ganador a tiempo completo. No es lo mismo que te digan por el nombre: Carlos, Roberto, Juan, que te llamen máster. Es como escuchar la quinta sinfonía de Vivaldi, ¿o era Mozart?, aquí cerquita, en mis oídos. Porque máster significa más que los otros títulos, ya no soy pre, soy pos, o sea un paso más cercano a la gloria. Si me vieras en la foto con esa indumentaria en donde uno parece de la realeza. Máster, mamá; magíster, mamá. Tantas lecturas, tantos ensayos, tantas desveladas al fin dieron su fruto. Si antes existían los títulos de conde, de duque, hoy existen los de magíster. Con ustedes el magíster…

Qué emoción me causa el verme cumpliendo mis metas, mamá. Al fin soy. Hoy más que nunca me vienen a la mente las palabras de ese escritor, ¿brasileño, era?, ¿Shekaspeare?: ser o no ser, he ahí el dilema. Lo único que me falta es encontrarme conmigo mismo, pero eso será con el tiempo. Ahora quisiera viajar por el país, conocer sus 21 provincias y viajar en barco al Chimborazo, como en el Escudo nacional. Esto de ser magíster lo pone a uno algunos peldaños más arriba de la sociedad. Y la verdad, ya me hacía falta. Ascender, subir, ver la mediocridad desde las nubes.

Bueno, mamá, me tengo que retirar a seguir disfrutando de este inmenso logro académico. Tengo aquí cerca un escritorio, un computador con internet, una botella de vino y unas ganas inmensas de ser feliz. Aunque me sienta solo y tenga muchas ganas de llorar, y aunque me tome cien fotos con el título, y aunque me sienta un imbécil titulado, y aunque me pregunte doscientas veces al día para qué diablos me servirá el cartón, celebraré, me miraré en el espejo y gritaré ¡salud, máster!

 

 

 

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