SUPERANDO LAS BARRERAS: Confesión de una ciclista – no ciclista
Daniela Barona Cordero
Trabajo en una organización que promueve el uso de la bicicleta como medio de transporte cotidiano, pero no ando en bici. No voy en bici al trabajo, ni uso una cuando tengo que recorrer distancias cortas para hacer trámites en el día a día. Debo confesar que esto me causa un conflicto ético que he intentado ocultarlo con una risita nerviosa y el comentario de que soy la oveja negra de la oficina. Sin embargo, me queda de aliciente el amor profundo que tengo hacia la bici y a todas las emociones que me genera usarla en el Ciclopaseo o cuando voy junto con amigos -nunca sola- por la ciudad.
Al parecer todos los mitos que se generan en torno a este medio de transporte están anclados aún en mí. Cuando ya decido ser una ciclista urbana todo viene a mi cabeza: “¿y si cuando voy por la calle alguien intenta robarme la bicicleta? ¿y si por ahí me gritan tsss tsss reinita? ¿y si un auto me embiste y yo, sin casco, caigo a la calle y sufro un accidente terrible? ¿y si el trayecto hacia la oficina me resulta imposible?…
Mi paranoia tiene asidero cuando mi compañero de oficina viene cojeando y me cuenta el desafortunado incidente que tuvo el día anterior con su novia cuando un conductor irrespetuoso los embistió con su auto 4×4, último modelo. Luego, hablo con un hombre de 48 años, tiene paralizado la mitad de su cuerpo pero acopló su bicicleta para poder movilizarse diariamente al trabajo. Él me cuenta que un día yendo a su trabajo un taxista se le fue encima, lo botó de la bicicleta y al bajarse, a darle de golpes al ciclista se dio cuenta de su parálisis y decidió terminar la bronca con un: “y encima más enfermo has sido”. Me asomo a la ventana, para tomar aire y viene llegando mi amiga y el albañil de a lado le dice: “Enséñeme a montar mamita”. La mañana concluye al leer un comentario en Facebook que dice: “tengan cuidado en el trayecto entre la Orellana y la Eloy Alfaro. Unos tipos están dedicados al robo de bicicletas”. Todas esta imágenes de violencia me hacen creer que quizás haga bien en no andar en bici, total con que el miércoles de Pico y Placa vaya en transporte público y haga otros ajustes en ciertos hábitos en mi vida ya habré logrado reducir en cierta medida el cambio climático.
Lanzo un suspiro de resignación y mientras pienso si será buena idea subirme o no en la bici, llegan visitas a la oficina, todos en su vehículo de dos ruedas: la chica con falda y escote que le importa muy poco lo que le digan, Franklin el hombre que tiene paralizado la mitad de su cuerpo, mi amigo que volvió a subirse a su vehículo favorito, una madre con su hija (cada una en su bici), otra guapa chica en bicicleta y el pasante europeo… ¿dónde se esconden esos personajes? Pues son de la cotidianidad y cada vez van en aumento. Cuando maneje su auto, mire a su lado, abra bien los ojos y encontrará toda una fauna de ciclistas. Salúdelos y cédales el paso.