La chica siempre me atiende con una cordialidad que es una caricia en un mundo de tantos desafueros. Hemos cruzado durante meses las frases habituales entre quien compra y quien vende y no me he animado a plantear algún diálogo de otro tipo, aunque me gustaría preguntarle cosas de su vida, o de cómo ella entiende la felicidad o el dolor.