Desde 2018, en América Latina se han registrado varios triunfos de fuerzas de izquierda y/o progresistas. Cada proyecto político llegó al poder con sus propias condiciones políticas que no suelen ser muy evidentes como la falta de mayorías parlamentarias, sociedades profundamente divididas, poderes fácticos que mandan por sobre cualquier gobierno y que no están dispuestos a perder un milímetro de poder. A estos factores, se debe agregar que son gobiernos que tras más de dos años de pandemia, el gran confinamiento y la guerra del gobierno de Rusia contra Ucrania, llegan a administrar la escasez.
Si bien la victoria no se concretó en la primera fecha como esperaba la coalición del Pacto Histórico, ahora la fórmula tendrá quizá un giro discursivo –con un enunciado emocional- para lograr ser la verdadera fuerza del cambio esperado, frente a la propuesta del empresario inmobiliario, Rodolfo Hernández.
Esta herida llena de peces cuenta la historia de un viaje en canoa, a través del Atrato, un río que a su vez es un mundo que fluye en el agua, que se construye en ese vaivén, un río mundo en el que sus habitantes mimetizan cada tonalidad del paisaje, y la reflejan en sus emociones.
Hoy, el Ecuador tiene dos medallistas olímpicas con una historia similar a la de cientos de mujeres afrodescendientes refugiadas, ese mérito no ha transferido empatía por las y los refugiados que en este país intentan tener una vida digna, libre de violencia y donde puedan vivir en paz sin ser perseguidos por los grupos delictivos de Colombia.
América Latina no logra encontrar su paz. Desde que concluyeron los procesos de nuestras independencias en las primeras décadas del siglo XIX, ya llevamos doscientos años de movilizaciones, protestas, luchas y rebeliones en repúblicas construidas sobre las bases económicas y políticas de la exclusión social, la pobreza generalizada, la explotación laboral, la concentración de la riqueza y el poder en manos de minorías. La democracia sigue siendo un sueño por conquistar. Y en las décadas finales del siglo XX, a las herencias no solucionadas del pasado, se unió el auge del neoliberalismo como modelo de economía del Estado en todos los países de la región.
Desde el pasado 28 de abril, Colombia vive un estado de agitación social, parálisis parcial, represión policial y violencia que no tiene antecedentes recientes y que sugiere múltiples interrogantes. En realidad, la inconformidad en las calles se empezó a sentir desde noviembre de 2019 cuando sindicatos, movimientos estudiantiles y pueblos indígenas convocaron marchas y movilizaciones que asumieron el nombre de Paro Nacional y que fueron duramente reprimidas por el gobierno del presidente Iván Duque.
Las movilizaciones de Colombia entre octubre y diciembre de 2019 fueron truncadas por la pandemia. Un sinnúmero de demandas se fueron acumulando ante un gobierno que se ha hecho de oídos sordos ante la pobreza, el desempleo, la insalubridad y la carestía de la vida. Según el Observatorio de Conflictos, Paz y Derechos Humanos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), solo en 2020 fueron asesinados 290 líderes sociales por el paramilitarismo y las fuerzas represivas. Un promedio de seis dirigentes campesinos e indígenas muertos por semana, sobre todo por conflicto de tierras. Además hay miles de heridos y constantes amenazas.
Latinoamérica no solo comparte culturas similares, con una fuerte presencia de los pueblos originarios milenarios, de los europeos venidos en diferentes momentos y circunstancias, de los pueblos africanos que han enriquecido nuestra identidad, de pueblos de todos los rincones del mundo, del lejano y cercano Oriente. Comparte también una triste historia de dictaduras civiles y militares, de cuerpos represivos que usan los mismos patrones de tortura y de exterminio.
El denominado “progresismo latinoamericano”, que se alimentó de algunas fracciones de los partidos de izquierda, pero también de corrientes populistas e incluso de políticos de derecha y empresarios que apuntan a un proyecto supuestamente innovador (que en teoría espera superar el neoliberalismo, o al menos desmarcarse de EE.UU. y abrir nuevos mercados en China y otros polos de desarrollo económico), se ha afincado de manera más clara sobre todo en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, en cada país con su respectivo matiz.
Por Jaime Chuchuca Serrano*
Cuanto más decadente y autoritario es un sistema, más inclementes son los suplicios, torturas y penas para los pueblos. Son inenarrables...
La suspensión de garantías en un verdadero régimen constitucional es una excepción transitoria a la regla del Estado de derecho que defiende y garantiza los derechos humanos fundamentales y, además, una excepción perfectamente acotada en cuanto a su alcance, anotaba Mauro González Luna, en el semanario mexicano Proceso, a propósito de los límites que deben observar las democracias liberales cuando invocan los estados de excepción.
Artículo que vincula las deficientes prácticas políticas del Estado colombiano en general, con los posibles que podría ocasionar la expansión del covid-19 en todo el territorio de ese país.
Desde que la Gran Colombia se dividió por las guerras intestinas de las oligarquías coloniales, nos quedó Colombia sin Ecuador y sin Venezuela.
Después del...