Debido a esta publicación, se generó una movilización para conocer los niveles de desigualdad que existían en países que no fueron abordados por su libro. Por ejemplo, para la realización del estudio de desigualdad de Brasil hecho por la Universidad de Brasilia (Medeiros y Castro, 2015), tuvo que haber presión política para que se dieran a conocer los datos de ingresos y riqueza.
Fue el 26 de junio de 1972 cuando la dictadura militar paseó sobre un tanque de guerra el primer barril de petróleo que se explotó de la Amazonía ecuatoriana (Lago Agrio), han pasado aproximadamente 50 años y aún persisten las promesas de desarrollo vinculadas al extractivismo.
El haber privilegiado el sacarse los cueros al sol en lugar de exponer sus visiones acerca de cómo pretendían conducir el país en el futuro inmediato, convierte a ambos bandos en imperdonables. El país cayó en las redes de la desacreditación, el odio y la revancha y eligió, no al menos malo ni al más demócrata ni al más patriota, sino al que la propaganda logró posicionar como supuestamente trabajador, conciliador, esforzado.
Desde la posguerra, es decir alrededor de 70 años atrás, la comunidad científica, intelectuales y analistas del desarrollo han expresado sus preocupaciones en torno a la insostenibilidad del modelo de crecimiento económico y su secuela de impactos sobre el ecosistema global, desde entonces se han multiplicado pomposas declaraciones de los líderes mundiales, pero en la práctica este sigue gobernando el mundo que cada vez se torna más vulnerable.
Estamos ante una sociedad anómica, raquítica, desinstitucionalizada y violentada, atrapada entre el miedo a una pandemia y el terror creciente a un mañana de hambre, pobreza y miseria.
Quien llegue a Carondelet asumirá una coyuntura compleja. La producción de bienes y servicios lleva estancada cinco años; en 2019 el 25,7% de los ecuatorianos vivía en condiciones de pobreza y el 7,6% en pobreza extrema; y los resultados del sector externo revelan graves problemas: falta de competitividad, una canasta de exportaciones poco diversificada de productos primarios y alta dependencia de las importaciones.
No se entiende si por candidez o por cinismo, hay apologistas del sistema que están abogando por un capitalismo humanizado, más solidario y menos egoísta que nos prevenga contra futuras catástrofes. Al parecer, el coronavirus también tiene la virtud de develar la realidad a los fanáticos del mercado.
Para que exista una técnica que incluya a las personas al trabajo en vez de excluirlas, es necesario transformar las condiciones y relaciones sociales de producción. El objetivo es que la técnica potencie las capacidades humanas, y no que las reemplace y las deje en el desempleo al margen de la sociedad. Y que los avances técnicos ahorradores de trabajo mejoren la vida de los trabajadores, reduciendo sus jornadas de trabajo.
Los estados de excepción y toques de queda decretados en todas partes, la extensión del control del Estado por sus fuerzas de control y represión, el descontrol de la explotación, la decisión todopoderosa y arrogante de a quién se deja vivir y a quién se deja morir. Todo esto no hace más que preparar el terreno para una cruenta “vuelta a la normalidad”, no sin antes, haber salvado al tótem económico.
Las debilidades históricas y estructurales del Ecuador, a nivel económico y social, vuelven a quedar en evidencia ante el contexto crítico planteado por la pandemia por covid-19. ¿Qué respuestas tuvieron estas interrogantes a lo largo de las últimas décadas, y cuáles cabe esperar que se apliquen en el futuro pospandémico?