Los diseños y estilos eran de las más diversas afecciones, la necesidad convertida, una vez más, en la producción insaciable del deseo expresado en estilosos cubrebocas.
La puerta está abierta en espera de los visitantes. A simple vista, el ordenado espacio interior no parece la vivienda de un músico de rock: cada libro en su lugar, posters con bastidores y colgados prolijamente… La delgada figura de Jaime Guevara asoma de pronto, como para confirmar que sí es su casa. Detrás de la obligada mascarilla, su boina negra y su cabello larguísimo saludan con una reverencia a distancia prudencial, como marcan estos tiempos pandémicos.
Las comunidades en Cotopaxi celebran a sus muertos de la manera más fiel que pueden. Ha pasado ya mucho tiempo desde que el sincretismo entre el ser indígena y las religiones de occidente se juntaron, con esto las nuevas maneras de vivir la presencia de los muertos a través de la religión, a veces, se divide entre iglesias, pero con una misma idea de conservar lo indígena, y al parecer los alimentos resultan ser parte de la ofrenda más ancestral para los que ya no están en este mundo.
Las dinámicas de los habitantes del páramo son poco comprendidas y en octubre de 2019 fueron menospreciadas. En Quito, vemos la actividad de los líderes indígenas, los reclamos ante la desigualdad social y muy poco comprendemos, a veces casi nada, el trabajo que implica mantener el páramo fuente de agua de los sembríos, de los graneros que abastecen al país entero.