¿Qué pasaría si en un país como Francia llegara al Gobierno el movimiento islámico? ¿Cómo se verían las calles de París llenas de mujeres con velos y la Universidad de la Sorbona se convirtiera en un centro de estudios islámicos? Y aún más, una pregunta para cada uno de los lectores: ¿qué tan democrático eres o te sientes? ¿Aceptarías las reglas del juego si por las urnas se impone un gobierno que afectará radicalmente tu forma de vida, tu vestimenta, tus costumbres y hasta tu sexualidad?
“Volví andando a la residencia, en la agenda aparece escrito «estoy embarazada, es horrible»”, así Annie Ernaux, vuelve sobre la experiencia de su aborto y recuerda con la frescura de los años universitarios el miedo, la inseguridad y la soledad de una mujer a la que en esas condiciones todo el mundo le da la espalda, incluida ella misma.
Esta herida llena de peces cuenta la historia de un viaje en canoa, a través del Atrato, un río que a su vez es un mundo que fluye en el agua, que se construye en ese vaivén, un río mundo en el que sus habitantes mimetizan cada tonalidad del paisaje, y la reflejan en sus emociones.
La lectora puede abrir Qué verguenza donde guste y elegir el inicio en cualquier cuento, incluso sin seguir el orden propuesto, se puede empezar en “Afortunada de mí”, “Teresa”, o en “Últimas vacaciones”, que la sensación de que alguien le está mostrando lo que tiene en frente y no se ha fijado es constante en todos, la idea de que la luz en medio de la cotidianidad tiene un brillo diferente atraviesa los nueve relatos.
Los libros tienen paciencia. Con calma, nos aguardan en su rincón de las palabras hasta que estamos listos para leerlos, y al abrirlos vuelcan todos sus mundos internos a nuestro alrededor. Pero a menudo ese encuentro se demora o acaso –para nuestra desgracia- nunca se produce. “Nosotros trabajamos para que eso cambie”, enfatiza la narradora y mediadora de lectura Laura Montilla, integrante de la actual directiva de Girándula, organización que esta semana inicia sus habituales actividades de promoción lectora.
En este 2020 que empezó el 16 de marzo y no terminará, sino hasta cuando nos quitemos la mascarilla, no necesariamente leí más libros, que otros años, pero sí los sentí más cerca, los aprecié de mejor manera, los supe míos. Un cortejo en el que me encontré con títulos que en el contexto despertaron más sensibilidades que certezas, volví a los que han sido seguridad emocional para soporte de la vida y la muerte.
Desierto sonoro es una novela que se convierte en una suerte de collage literario, en el que se superponen texturas, recursos, espacialidades, puntos de fuga y de clímax, muchas cajas encierran, a su vez, otras más íntimas que guardan micro universos, relieves y bifurcaciones. Literariamente es un paisaje que combina capas y capas de ficción y sensibilidades.