Desde 2018, en América Latina se han registrado varios triunfos de fuerzas de izquierda y/o progresistas. Cada proyecto político llegó al poder con sus propias condiciones políticas que no suelen ser muy evidentes como la falta de mayorías parlamentarias, sociedades profundamente divididas, poderes fácticos que mandan por sobre cualquier gobierno y que no están dispuestos a perder un milímetro de poder. A estos factores, se debe agregar que son gobiernos que tras más de dos años de pandemia, el gran confinamiento y la guerra del gobierno de Rusia contra Ucrania, llegan a administrar la escasez.
El profesor Pedro Castillo encarna las reivindicaciones sociales del campo y los pueblos olvidados, gana con 70% de los votos en los sectores más pobres y olvidados
Con los resultados de las elecciones en segunda vuelta en el Perú y el triunfo del profesor rural y rondero Pedro Castillo para la designación de Presidente, se cierra un ciclo de procesos electorales en varios países de la región andina: Perú, Ecuador y Bolivia, que ponen de relieve la importancia que mantiene el pronunciamiento social y político de las poblaciones rurales, buena parte de ellas indígenas y campesinas, capaces de provocar movilizaciones y voluntades políticas que alteran y rompen un status quo de un Estado racista y dependiente.
En los años ochenta, la Izquierda Unida, alianza entre varias organizaciones, llegó a ser la segunda fuerza política del Perú. En los años noventa, ante el temor del avance de la izquierda, la derecha ideó al outsider Alberto Fujimori (1990-2000). Fujimori en diez años institucionalizó el neoliberalismo y la corrupción que se ha mantenido hasta ahora.
El denominado “progresismo latinoamericano”, que se alimentó de algunas fracciones de los partidos de izquierda, pero también de corrientes populistas e incluso de políticos de derecha y empresarios que apuntan a un proyecto supuestamente innovador (que en teoría espera superar el neoliberalismo, o al menos desmarcarse de EE.UU. y abrir nuevos mercados en China y otros polos de desarrollo económico), se ha afincado de manera más clara sobre todo en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, en cada país con su respectivo matiz.
A Mario Vargas Llosa no le interesa precisar que los romanos invadieron el territorio de lo que hoy se llama España y que les impusieron el latín, de donde surgieron el castellano, el catalán, el gallego, el valenciano, el asturiano, etc. Siendo totalmente falso que en España, en referencia al castellano, es “la tierra donde aquella lengua nació y evolucionó”, o la mentirosa frase: “El español, la lengua que nació en Castilla”.
Dos fenómenos han cambiado la vida de los pueblos en estos años: las movilizaciones masivas y la situación pandémica y los dos se corresponden con la fractura del metabolismo natural. Sigo sosteniendo que la estructura del panóptico pandémico fue ideado más para contrarrestar las movilizaciones que para solucionar la emergencia sanitaria. De tal modo que lo pandémico es un nudo de conceptualizaciones filosóficas, sociológicas, políticas, económicas y, en último lugar, médicas. Las transformaciones pandémicas sometieron a la población a los múltiples circuitos gubernamentales: Estados de excepción, reformas laborales, tributarias, de extracción de recursos naturales, de endeudamiento para beneficiar a los capitalistas y de control biopolítico poblacional.
Por Indira Huilca* / Tomado de Jacobinlat.com
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Los derechos a los nombres, apellidos y sus cambios van abrazados al derecho al uso del lenguaje de la cultura de su predilección, el derecho a la elección de la vestimenta, a llevar el cabello del modo que más guste a la persona, el derecho a los tatuajes, las artesanías y demás formas que son parte de la estética individual y colectiva. En los procesos revolucionarios se profundiza la estética de la liberación que se concentra, no sólo en el cambio del nombre por el nombre, del color por el color, o de la forma por la forma, sino al cambio del contenido y la forma del oprimido. Parafraseando a Marx, la revolución social saca la poesía del porvenir, no de las frases que desbordan el contenido, sino de los contenidos que desbordan las frases (Marx, 2003, pág. 16).
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