La guerra en Ucrania, o más bien la invasión de Ucrania por parte de Rusia, presenta a la izquierda latinoamericana un problema. Con poca experiencia de una Rusia lejana y una experiencia espantosa de un Estados Unidos cercano, es quizás natural dudar en primer lugar de las intenciones de los estadounidenses y relativizar las acciones históricas de los rusos. Pero sería un error ver las acciones de estos como simplemente defensivas y las de Estados Unidos (y por ende la OTAN) como meramente agresivas. Hacerlo representa una grave falta de juicio.
Esta guerra, lamentable como todas las guerras, simboliza algo que se viene percibiendo desde hace tiempo y no se lo quiere aceptar. Algo que fue teorizado hace décadas por Oswald Spengler y Edmund Husserl: la decadencia de Occidente, no solo como potencia militar y política, sino sobre todo como civilización eurocentrada y como paradigma universal de libertad y progreso.
Tratar de comprender el conflicto bélico desatado en Ucrania exige dejar de lado maniqueísmos político-ideológicos que no vienen al caso en ningún sentido, y que solo echan más bruma sobre un escenario profundamente complejo. Es irresponsable seguir por este camino que se impone tanto en los grandes medios de comunicación como en las redes sociales.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue constituida después de la Segunda Guerra Mundial en 1949, con sede en Bélgica. Esta fue organizada por las potencias mundiales, a la cabeza EE.UU., para operaciones de guerra.
El ataque militar de Rusia contra Ucrania comienza a marcar un nuevo orden en la política internacional, con tres grandes potencias compitiendo por posiciones de supremacía y control que amenazan la hegemonía de Estados Unidos.
El deporte de competencia y la política tienen una relación interesante, muchas veces con historias cargadas de polémica, un reciente intento de boicotear las olimpiadas en China era un presagio del conflicto de Rusia con el gobierno de Kiev.
El conflicto actual muestra la increíble ambición de EE.UU. con un país que ni siquiera tiene frontera; mientras que en los lados ruso y ucraniano se empuñan las armas diseñadas por el militar soviético Mijaíl Kalashnikov.
Después de un año de la explosión pandémica es concluyente que China, Rusia, algunos países orientales y Cuba lograron solucionar las necesidades básicas de la población referentes a la alimentación y servicios públicos. En la mayoría del mundo occidental se aplicó económicamente el sálvese quien pueda y un vacuo clientelismo. Las reglas de control biopolítico fueron dirigidas a la coerción, restricción, cuasi encarcelamiento y solo en una parte insignificante a la salud. Las grandes potencias que tienen posibilidades solucionar las necesidades económicas de la gente, han operado más bien para el salvataje del sector privado. Los gobiernos de la periferia han recurrido al salvataje privado a través del endeudamiento público y sus políticas han creado una psicosis generalizada.
Ileana Almeida, ambateña, profesora universitaria e importante teórica ecuatoriana, hace poquito cumplió 81 años, circunstancia que como Línea de Fuego nos sirvió de pretexto para conversar sobre su vida, sus estudios en la Rusia comunista, sus aportes a la filología ecuatoriana y andina, a la lucha de los pueblos y nacionalidades indígenas y, por supuesto, a la Revista que también está de aniversario.
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