26 de Septiembre de 2012
Día sabatino 22 de setiembre 2012
Por si el lector no lo sabe, Hércules Poirot es un detective ficticio belga creado por la genial escritora de novelas policiacas Agatha Christie, encargado de resolver los más complicados problemas de investigación criminal. La clave del éxito de éste personaje consiste en poner atención a los detalles que normalmente pasan desapercibidos al resto de los mortales. Por eso resulta, por ejemplo, muy interesante sentarse a ver las cadenas sabatinas junto con este inspector y escuchar sus observaciones y comentarios, eso sí con una dosis de paciencia y aguante propia del investigador de los ocultos misterios del comportamiento humano y social.
Observando la última cadena sabatina, nuestro perspicaz y ficticio detective me hacía caer en la cuenta de las inconsistencias declarativas del programa así como de los ocultamientos semánticos, las expresiones corporales y los “lapsus liguis” del protagonista principal de la obra, que permiten entresacar algunas hipótesis y pistas interesantes que se ocultan a los ojos u oídos de los asistentes y videntes más dispuestos a aplaudir frenéticamente que ha pensar en lo que están viendo y oyendo. Además como el inspector tiene buena memoria, en sus anotaciones va atando cabos de cosas pasadas y recientes para su particular lectura de los hechos. Hércules Poirot fuma su pipa y se atusa el bigote saboreando sospechas que no te las comparte, para que sean reveladas al final de la novela.
Una cosa que esta perspicacia, casi maliciosa, pero realista –no olvidar un adagio muy propio del investigador “piensa mal… que a lo mejor aciertas”, aunque a veces te quedes corto…- hizo notar que hay un patrón común que se repite en torno a los escándalos divulgados por la prensa corrupta en torno al presidente y sus parientes: Primero, el delito es admitido por el propio presidente y cita tres casos: Los contratos del gran hermano, la valija diplomática con droga y el préstamo al Sr. Duzac. Segundo, en todos estos casos aparece alguna vinculación con un pariente del presidente: El gran hermano, la pequeña hermana y el primo. Tercero, hay fotos y documentos que demuestran que estos personajes se han relacionado con el gobierno. Cuarto, a pesar de todo ello nunca se ha dado a conocer la identidad de los culpables del delito admitido y quinto, los delincuentes se esfuman en la niebla de la desinformación oficial.
El gobierno deslinda responsabilidades y atribuye los males a pillos anónimos camuflados entre los miles de personajes que deambulan por el palacio presidencial, la cancillería y otros departamentos gubernamentales. En todo caso parecería que el gobierno está tan preocupado de su frente de vanguardia contra la prensa corrupta, los detractores de su gestión y otros muchos temas, que descuida su retaguardia, lo que permite que le estén “metiendo el dedo”
con escopolamina, porque al decir de los propios timados, ni se han dado cuenta, ni tienen conciencia de lo sucedido. Por lo visto estos delincuentillos que frecuentan el palacio y que han dejado huellas de su presencia, sin embargo se han dado modos para eludir los controles y las cámaras de vigilancia, justo en el momento de la penetración del dedo anular.
Hércules Poirot sospecha, en sus calenturientas hipótesis novelescas, que el gobierno es vulnerable al adulo y a la lisonja y por ello, mientras está empeñado en perseguir “malandrines y desfacer entuertos” –como diría don Quijote en su lucha contra los molinos de viento- los verdaderos pícaros han descubierto uno de los lados flacos del régimen y como en la fábula de Esopo de Cuervo y el Zorro, alaban el graznido del ave hasta que esta suelta el queso. Claro que, malicioso como es Poirot, no descarta que las víctimas de semejantes violaciones no reciban alguna compensación placentera o pecuniaria. Esto lo deduce de la reiteración del comportamiento de los protagonistas en el esquema antes descrito.
Bien valdría la pena, para resolver estos tremendos casos, que podrían haber sido entresacados del repertorio de la serie cómica de “Trespatines”, el gobierno –aprovechando los contactos con Bélgica- contrate a Hércules Poirot, para una veeduría internacional en torno a los casos antes mencionados, porque todos saben que de llegar a la “Tremenda Corte”, probablemente estos quedarán en las nebulosas de la impunidad, dado que la sentencia absolutoria ya fue dada por el juez supremo de la república dejando en claro la audacia maliciosa y temeraria de sus opositores resentidos, amargados y contra revolucionarios que lo que quieren es hacerle mal al gobierno. Pero debo informar a los lectores, que en un momento de la escucha del programa ya mencionado, a mi ilusorio acompañante se le cayó la pipa de las manos y tuvo un acceso de tos producido al escuchar de boca del showman del programa –así con todas sus letras y revestido de una actitud de falsa humildad- afirmar que él era un “ciudadano corriente, igual que todos los ecuatorianos, solo que un poquito menos tonto y con un poquito más de ética que el resto”, y escuchar a continuación los nutridos aplausos del auditorio.
Hércules Poirot, recuperado de su ataque de tos, mi miró asombrado y simplemente dijo: “No comment”. No dudé, en defensa del primer personaje del gobierno, en decir que se trató de un desliz llamado “lapsus lingue”, pero Poirot anotó, que tales lapsus son propios de quien mucho habla, pero que revelan también interesantes detalles de la personalidad, dignas de ser analizadas por la psicología.
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