La crisis sanitaria ha devenido en crisis humanitaria, con punto de origen en China a fines de diciembre y rápidamente expandida a nivel global, por la acelerada difusión del covid-19, incrementada por la interconexión mundial, la aguda urbanización planetaria, la debilidad de los sistemas públicos de salud, aquejados por décadas de políticas neoliberales, y menospreciada por estrechas élites gobernantes (los Trump y Bolsonaro), hoy pone en cuestión si el mundo construido es capaz o no de proteger la vida de sus habitantes.
Crisis humanitaria pues a la crisis sanitaria se ha juntado una crisis laboral, millones de desempleados en los países centrales al igual que en los periféricos, la crisis alimentaria, regiones y pueblos que no pueden acceder a alimentos, y una crisis de gobernanza global: cada potencia intenta salvarse por su lado a costa del resto del planeta: he ahí a Donald Trump jaqueando a la debilitada Organización Mundial de la Salud (OMS)
Hay quienes sostienen¹ que lo que está en crisis es la civilización del capital. Una de esas repercusiones es la crisis petrolera: el hidrocarburo ya no garantiza al patrón de acumulación predominante y este empieza a crujir.
Este acontecimiento es gravitante para países como el Ecuador, con largo historial de rentismo petrolero, ya que durante casi cinco décadas hemos exportado petróleo crudo e importado derivados y eso pone al país en condición tambaleante.
El rentismo petrolero ha tenido en estos días, en especial el 20 de abril, un colapso drástico, ese día el precio del hidrocarburo, en los mercados internacionales, fue de – 37 (menos 37): los tenedores de petróleo pagaban para que se lo llevaran.
Esto obliga a diseñar un cambio profundo en la economía y modelo de desarrollo del presente y futuro del Ecuador e igual a otros países aquejados por la petro – dependencia en Latinoamérica.
Días después va dando tumbos en una franja entre los diez y veinte dólares, pero no es solo colapso en el precio del petróleo, este puede variar, pero probablemente este año no llegará a lo previsto en el presupuesto nacional (de sesenta dólares). Es el derrumbe de la estrategia rentista petrolera: explotación del hidrocarburo y especulación en los mercados de futuro, a costa de la incesante e imparable destrucción de la naturaleza. Esto obliga a diseñar un cambio profundo en la economía y modelo de desarrollo del presente y futuro del Ecuador e igual a otros países aquejados por la petrodependencia en Latinoamérica.
Carece de sentido, en el marco de esta crisis humanitaria, mantener la explotación petrolera y el extractivismo como ejes de la economía de cualquier país en el mundo, pues es evidente que su evolución profundiza el deterioro ambiental global, la destrucción de ecosistemas. Esto es aún más cierto para países como el Ecuador, una nación con importantes diversidades sociales, étnicas, biológicas, eco sistémicas, donde el horizonte debe ser mantener y acrecentar esas diversidades, no aniquilarlas.
En la pasada crisis que atravesó el Ecuador en el año 1999, a la cual nos vamos asemejando, ya se planteó la urgencia de pensar estrategias pospetroleras, tanto por la limitación en reservas que posee el país, como por las repercusiones ambientales y humanas, ya entonces era necesario dejar atrás el rentismo petrolero.
Por eso surgieron propuestas que sorprendieron al mundo por su innovación, como la iniciativa Yasuní, dejar bajo tierra las reservas petroleras ubicadas en esta región de la amazonia, de alta biodiversidad.
Pero fue torpedeada desde una cúpula gobernante desarrollista, obnubilada por el incremento momentáneo en el precio de las materias primas (fase de commodities) y la voracidad por millonarios contratos de mega obras con sobreprecio. Allí estuvo garantizando el naufragio la actual embajadora del país en Washington, la inefable Ivonne Baki, amiga de Trump.
Ahora en el 2020, cuando se debate sobre vías para enfrentar la crisis, es crucial en las miradas estratégicas para el Ecuador volver a colocar propuestas pos – petroleras como fundamento en las propuestas hacia dentro y hacia afuera del país. Sería muy grave cerrar los ojos y persistir por el sendero extractivista.
La montaña rusa del rentismo petrolero
El rentismo petrolero ha sido la columna vertebral del patrón de acumulación primario – exportador desde mediados de los años 70 del siglo XX hasta la actualidad, sus vaivenes han sido incesantes, las épocas de prosperidad han estado marcadas por las elevaciones de precio y las épocas de desgracia por las caídas de precio de los hidrocarburos.
Los intentos por la industrialización siempre fueron débiles, esfuerzos nacionalistas boicoteados por las administraciones estatales ávidas de ganancias inmediatas, incluidas las de la década anterior, y la presión de transnacionales, incluidas las chinas.
Es pertinente presentar al lector información sobre la evolución de las exportaciones ecuatorianas en los últimos veinte años, veamos el siguiente gráfico, elaborado³ sobre base de datos del Banco Central.
Tenemos la evolución desde inicios del siglo XXI para acá de las principales exportaciones que tiene el país: petróleo crudo, productos primarios sin petróleo, industrializados.
La línea (color azul) de la evolución de las exportaciones de petróleo crudo se asemeja a una montaña rusa con caídas graves en los años 2002, 2009, 2015 y elevaciones notables en 2008, 2013 – 2014; mientras que en el año 2019 las exportaciones de petróleo crudo cayeron a 7.000 millones de dólares. Así este sector fue superado por la línea (color naranja) del valor de las exportaciones primarias no petroleros (camarón, banano, flores) que llegó a 9.100 millones. Cabe señalar la línea (color gris) evolución de las exportaciones de industrializados (gasolinas, atún, elaborados de cacao) se mantiene constante y se ubican en tercer lugar con 4.100 millones de dólares.
Para este 2020 es muy previsible la debacle de las exportaciones petroleras, pero también caerán las de primarios e industrializados, probablemente volvamos a niveles de quince años atrás. El conjunto del patrón primario – exportador está colocado en cuestión.
Es hora de romper la continuidad que arrastramos desde fines del siglo XIX, de boom cacaotero a boom bananero luego a boom petrolero. Es un espejismo apostar a un supuesto boom minero por venir. Sería el peor error estratégico del Ecuador. Es imprescindible volver a pensar en un Ecuador pospetrolero y posextractivista.
El país demanda verdaderas estrategias de política pública, no remiendos de coyuntura, dar un giro y colocar en otros andariveles las dinámicas de la producción, del trabajo, de la alimentación, de la preservación ambiental, que a la par genere equidad e inclusión.
Pensamos en andariveles de una sustentabilidad productiva aliada con el trabajo y con la naturaleza, de una alianza entre el campo y la ciudad, de una descentralización y desconcentración que potencie regiones internas, de la relación entre mercados locales y mercado nacional, la necesidad de una articulación entre producción regional y producción nacional, nuevos polos de desarrollo, modelo de industrialización ligada a la generación de empleo, modelo de agricultura ligada a la alimentación sana de los seres humanos, a alimentos sanos y frescos, una agricultura que genere trabajo a nivel de parroquia, de cantón, de provincia.
Pilar de la estrategia pospetrolera es colocar a las agriculturas familiares y campesinas en un rol clave de la reproducción de la vida, recuperar tierras, agua y mercados para los alimentos orientados a los sectores populares. He ahí una de las claves.
*Profesor de Sociología del Desarrollo en la Universidad Central del Ecuador, investigador de Sistema de Investigación sobre la problemática agraria del Ecuador.
¹Armando Bartra (2016). “El hombre de hierro: límites sociales y naturales del capital en la perspectiva de la gran crisis”. Edic. Uam – Xochimilco. México
²Elaboración: Sipae, agradezco el apoyo de María Quizphe y Eliana Anangonó para la recolección de datos y elaboración del gráfico.