Febrero 7 de 2017
El carácter crucial de las próximas elecciones en nuestro país, no tiene que ver con lo que Atilio Borón, de forma delirante e improcedente, ha denominado la batalla de Stalingrado, porque ni las dimensiones del evento, ni las fuerzas en disputa, ni nada parecido están en juego. No es la batalla épica entre los totalitarismos que definió el término de la guerra, ni tan siquiera la disputa entre una izquierda y una derecha en el país. El correísmo hace tiempo se desplazó hacia la derecha y su supuesto carácter progresista no le alcanza ya para seguir vendiéndose como tal. La izquierda sobreviviente de este proceso se encuentra en otro lado, aunque no parece darse cuenta de ello el desorientado pensador argentino.
Estas elecciones son importantes para los ecuatorianos porque requerimos un proceso de repensarnos, de cambiar la vertiginosa dinámica en que hemos terminado envueltos, para evaluar, reflexionar y proyectarnos.
Por razones muy distintas a las que plantea Borón, es crucial cambiar el juego de poder consolidado en esta década. Por supuesto, que no cabe hacerlo a favor de un poder más autoritario que aquel instaurado por el correísmo, sino de uno más democrático. Esto quiere decir, de un poder que no se regodee en sí mismo como lo ha hecho el correísmo, pero que tampoco quiera volver a las alianzas oligárquicas del pasado, donde élites económicas hacían de las suyas. Un poder que confíe en las y los ciudadanos. Un poder que apueste a una construcción más horizontal y deje la verticalidad como su única fuente de legitimación.
Es decisivo que se asegure la presencia de un Estado que garantice y efectivice derechos económicos, sociales y culturales a los grupos más frágiles de nuestra sociedad. No planteamos un Estado que se desentienda, como el Estado neoliberal propuesto por los candidatos de la derecha. Pero estamos hartos de un Estado autoritario que imponga, que desplace a la sociedad civil, que siempre desconfíe de ella. Necesitamos un Estado que responda a la sociedad y no que pretenda convertirse en una entelequia por sobre ella, más allá de ella, como ha ocurrido en el correísmo.
Sospecho crucial que podamos volver a pensarnos a nosotros mismos, como Estado-nación, como sociedad. El ejercicio reflexivo y crítico tiene que estar presente en esta etapa de transición, si no lo hacemos, corremos el riesgo de no aprender nada. No queremos ni debemos volver al pasado pre correísta, pero tampoco pretendemos quedarnos atrapados en el correísmo. Una sociedad que no se plantea nuevos desafíos, que no se reinventa, que no se autocritica, se cierra sobre sí misma y está condenada si no a perecer, a la más tremenda mediocridad.
Esta etapa política vivida, que ha significado una década en nuestra historia republicana, abre una serie de preguntas que las ciencias sociales y la academia tendrán el reto de responder ¿somos mejores ahora que antes? ¿los ecuatorianos hemos madurado políticamente? ¿somos menos desiguales, más solidarios y equitativos? ¿somos más respetuosos, empáticos, y menos violentos? ¿somos más libres? ¿somos más justos?
En fin, hay innumerables preguntas que nos debemos hacer, aunque nadie tiene las respuestas correctas y definitivas. Pero quien o quienes intenten responder a estas preguntas seguramente serán mejores líderes. Pero no líderes para que conduzcan como un pastor del rebaño a sus ovejas, sino líderes reflexivos que escuchen a la sociedad y construyan junto a ella esas respuestas perentorias, que constantemente tienen que ser repensadas y reinventadas.
Presiento que, luego de diez años de correísmo, somos distintos; pero me temo que no necesariamente mejores, menos inocentes quizás, más suspicaces quizás. Advierto una sociedad herida que debe repararse y curarse a sí misma. Este va a ser un proceso penoso pero necesario, y cuanto antes lo iniciemos mejor. Es por ello por lo que debemos elegir a quienes posibiliten sin venganzas, pero sin excusas, iniciar esta reparación; pero a la vez, viabilicen construir un proyecto político más democrático, más equitativo, pero también menos arrogante y autoritario.
* Candidata alterna a la Asamblea Nacional por Pachakutik, lista 18