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UNIVERSIDADES: no todo es oro. por Juan J. Paz y Miño Cepeda

El Telégrafo <www.telegrafo.com.ec>

07 abril 2014

Desde 1979, cuando se iniciaron los gobiernos democráticos tras una década de dictaduras militares, el Presidente Rafael Correa ha sido el único en asumir seriamente la transformación de la universidad ecuatoriana.

Para ello se creó la nueva institucionalidad (Ministerio de Conocimiento y Talento Humano; SENESCYT; CEAACES; CES); se dictó otra legislación para la educación superior; comenzó la evaluación y categorización de universidades; aumentaron recursos públicos y becas; y se fundaron universidades para la vanguardia, como las recientemente inauguradas U. de las Artes y Yachay.

Es un avance significativo exigir altas titulaciones a los profesores universitarios, que la investigación científica pase a ser la medida del desempeño y del nivel académico, y que las carreras y facultades sean evaluadas en base a su calidad.

Pero no todo está brillando como el oro. Varias orientaciones de las instituciones rectoras de la educación superior son inconvenientes a la vida universitaria: imposición centralista de criterios; seguimiento de “procesos” con papeleos innecesarios y “evidencias académicas” cuyas bases vienen del neoliberalismo pedagógico; un “modelo de evaluación de carreras” que camina a la absurda unificación y homogenización de carreras y programas, que aprecia el trabajo docente exclusivamente por los libros y revistas indexadas, que solo considera un título profesional, así como seminarios o eventos que tengan mínimo 40 horas; el reconocimiento de títulos extranjeros exclusivamente obtenidos bajo la modalidad presencial; la dogmática vinculación del título académico a la materia que se imparte; o los perfiles de remuneración para rectores o decanos.

Se cree proceder con verdades de innovación revolucionaria; pero no se admite que los elitismos y extranjerismos que penetran sobre la universidad y la producción científica exclusivamente indexada, contradicen la misión y sentido histórico que ha caracterizado a las universidades latinoamericanas; tampoco se advierte que son afectadas la diversidad y autonomía de las universidades; que se ha marginado logros y talentos nacionales, menospreciando trayectorias docentes y científicas; y que se está atentando contra la libertad académica.

Ha despertado un creciente malestar universitario, como evidencian las razones y cuestionamientos difundidos en el Manifiesto preparado por el Grupo de Trabajo sobre Universidad y Sociedad, acogido por distintos profesores y académicos.

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