Lo peor de las crisis en el Ecuador (y en América Latina en general) es que alimentan la idea angustiosa del fatalismo histórico. Es como si nuestras sociedades estuvieran condenadas a repetir indefinidamente los mismos ciclos. No en una espiral ascendente, como las que conciben las sociedades indígenas, sino en un desesperante regreso al mismo punto.
La apelación a factores divinos para explicar nuestra impotencia política ha sido recurrente. En plena guerra de independencia, Simón Bolívar decía que los Estados Unidos parecían están destinados por la providencia a plagar América Latina de miseria en nombre de la libertad. De ahí en adelante, ningún gobierno ha renunciado a la tentación de utilizar explicaciones o soluciones milagrosas para nuestros problemas.
Por enésima vez un régimen anuncia un paquetazo en medio de parábolas sobre la felicidad colectiva. Lenín Moreno quiere enseñarnos que el mayor empobrecimiento del pueblo servirá para asegurar un futuro luminoso para nuestros hijos y nietos. Como si la gente no tuviera amplia experiencia en las fábulas de la economía nacional. El Presidente repite el libreto sin el más mínimo empacho.
Hace exactamente setenta años Mircea Eliade publicó su libro El mito del eterno retorno. Se trata de un análisis sobre la cultura religiosa de las sociedades arcaicas y sus formas de enfrentar los sufrimientos y catástrofes de la historia. El mito del renacimiento permanente actúa como un mecanismo de catarsis social adecuado a los ciclos cósmicos. Muchos ritos tienen esa finalidad: cada año que transcurre tiene que ser purgado, abolido y reemplazado por uno nuevo, más esperanzador. La clave es desaparecer las penurias del pasado, negar una realidad adversa.
La quema del año viejo es una reminiscencia cristiana de esa historia milenaria. Como pueblo, seguimos convencidos de que el fuego extinguirá unos problemas que, lamentablemente, siguen siendo recurrentes. Es la segunda alza de la gasolina en dos años de gobierno, pero el deterioro de la economía familiar no se detiene; el ministro de Energía anuncia la tierra prometida de la minería, mientras constatamos el fracaso de las sucesivas bonanzas petroleras; se anuncian medidas más exigentes para los grupos económicos adinerados, pero vemos que con cada crisis se enriquecen aún más.
Este fin de año los ecuatorianos haremos monigotes de Lenín Moreno, Otto Sonnenholzner, María Paula Romo y Richard Martínez. Anhelaremos exterminar en la hoguera el paquetazo, la inseguridad, la corrupción. Invocaremos al cosmos por mejores energías para el próximo año. Muchos apelarán a que las fuerzas divinas, por fin, intervengan. En el rito del renacimiento anual depositaremos todas nuestras esperanzas.
Pero la historia, tozuda, seguirá repitiéndose, a menos que decidamos superar el mito del eterno retorno.
*Máster en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.