En agosto de 2010, diversos medios recogían la interesante noticia de que el entonces vicepresidente expresaba su interés en que la palabra “yasunizar” ingrese en la Academia de la Lengua Española como un verbo que “denote una lucha para defender la naturaleza”, o “las acciones globales que se emprendan en torno al cuidado del planeta”.
Yasuní, cuyo significado sería “Tierra Sagrada” en lengua huaorani, poco a poco se ha ido resemantizando y ganando amplitud, gracias a la acción comprometida de personas y colectivos que, casi cuatro años después, siguen convencidos de la posibilidad de generar un cambio en el paradigma civilizatorio. Este cambio va dejándose ver tanto en las críticas que se levantan al desarrollo y a su idea de progreso, como en la nueva forma de entender la política, si se quiere, como una “política yasunizada”, que incide en la esfera pública precautelando el cuidado de la vida a través de la acción directa de la sociedad civil organizada en democracia.
Precautelar el cuidado de la vida es verdaderamente la base sobre la cual es posible realizar una nueva determinación del progreso, no ya como fin en sí mismo, sino como el resultado de proponer la acción humana en coherencia con el cuidado de la vida. Con ello no se niegan los avances o progresos tecnológicos, (argumento usual en contra de la crítica) simplemente se los pone en perspectiva, apoyando la construcción de una capacidad social que permita diferenciar entre lo sustancial y lo accesorio, diferenciación clave en la adecuada gestión de nuestra diversa vida colectiva, que desde luego no concluye en nuestra generación, sino que tiene responsabilidad directa con las generaciones de nuestros hijos.