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domingo, diciembre 22, 2024

100 años PCCh: los postmodernos no llegaron a China

Por Tomás Rodríguez León*

Los conceptos postmodernos de resistencia al poder, al Estado, a la vigilancia, a la hegemonía cultural, chocan con el nuevo y moderno sistema de control social de China que –a pesar de lo que digan los teóricos liberales de izquierda y derecha– son menos dramáticos que la vigilancia policial de los países del mundo desarrollado y subdesarrollado:

China sabe como Marx que mientras exista Estado habrá dominación y control, cualquier otro argumento es hipocresía. Negación del poder y resistencia permanente, son claves del discurso postmoderno, nociones de relación que sustituyen el concepto marxista del capital como relación social, “donde hay poder hay resistencia, y no obstante (o mejor: por lo mismo), ésta nunca está en posición de exterioridad respecto del poder (…). No pueden existir más que en función de una multiplicidad de puntos de resistencia” (Marx).

El postmodernismo es occidental, no marxista, liberal y cristiano.   Nada tiene que ver con la cultura política china donde el eje de las relaciones sociales es la familia, y es también la autoridad moral. El partido comunista no se divorció nunca del confucionismo y considera al individuo y la familia como básicos para constituir la sociedad; así, el valor del individuo se realiza en la red personal de la sociedad. Incluso la revolución cultural tenía como premisa cambiar la sociedad cambiando al individuo. Pero a diferencia del liberalismo y los postmodernos, la relación del individuo con la sociedad está dada en un compromiso comunitario, por ello en la cultura política de China respetar el orden y confiar en el colectivo es lo primordial, el individuo debe sacrificar sus propios intereses frente a los intereses colectivos cuando éstos van a dañarse.

Esto es significativo para entender como el partido con millones de militantes pudo superar la crisis de los años 70 donde Deng Xiaoping venció a “la banda de los cuatro”, calificada de capitalista, que también tenía millones de seguidores, esto sucedió sin haber provocado masacres ni purgas sangrientas como lo hizo Stalin en la URSS.

El maoísmo en la tradición cultural china cree que el respeto a la autoridad puede garantizar el orden y la necesidad colectiva. Los niños chinos, se someten a la educación de la ética tradicional y se les exige obedecer al poder parental. La consecuencia de esta obediencia se convierte en el apoyo de la base a la autoridad, cuando la autoridad familiar se expande a toda la sociedad, el partido comunista ejerce autoridad de padre.

Le duele al mundo capitalista el fracaso de la occidentalización de China tanto como le preocupa la orientalizacion de occidente y más cuando puede llegar con legado marxista.  La occidentalización siempre fue una situación pretendida y nunca lograda. La guerra del opio, en 1840, fue una ruptura con la tradición feudal de dos milenios, los últimos cincuenta años de la dinastía Qing fue una aproximación a occidente o modernización en las estructuras de dominio.  La Revolución de 1911 de Sut Yan Sen desmoronó la dinastía imperial y creó el primer partido moderno chino que diseñó un sistema de cultura política moderna a lo occidental. La revolución China en la conducción del partido comunista, es un fenómeno no tanto de  occidentalización sino de universalización, pues acoge los enunciados de libertad de las revoluciones francesa y rusa pero fundamentalmente rescata los  principios de Confucio y Lao Tse.[1]

Desde 1978, con la llegada de Deng Xiaoping surge el llamado socialismo con características chinas, ahora está liderado por el presidente Xi Jinping quien agrega la expresión “pensamiento Jinmping”. En la cultura maoísta, esto se reserva a los grandes continuadores. Los estatutos del partido comunista  se autodefinen como “partido comunista de China marxista leninista maoista” y en su momento pensamiento  Deng, ahora “Partido comunista de China marxista leninista maoista pensamiento Deng y pensamiento Jinmping”.[2]

El partido comunista de China es una estructura que combina el Partido-Estado de tipo leninista con un creciente sector de economía libre privada.  La geoestrategia actual establece un nuevo orden mundial en un contexto de postguerra fría, neocolonialista o postcolonialista. “Occidente” cree que su decadencia es el “fin de la historia” y que los “valores universales” son sus valores, herencia de la Ilustración europea. La agresión al mundo árabe y la incapacidad de derrotar a China económicamente cuestionan los valores de occidente y entre ellos las concepciones de postmodernidad.

Los conceptos occidentales de resistencia, emancipación, liberación, sociedad libre de explotación/alienación, y otros similares, no pueden ser homogéneos pues existe una comprensión distinta y distante de oriente en particular de China.  Las formas de resistencia no son equivalentes y lo demuestra la alta aceptación de la sociedad china a la conducción política y la reducción de la resistencia a las áreas coloniales capitalistas, Hong Kong, por ejemplo.

La mirada de resistencias de occidente no encaja en la realidad china y menos sus soportes teóricos, así, el concepto foucaultiano de multiplicidad de resistencias que propone para explicar el problema   esencial al poder, se aleja de la comprensión oriental de emancipación.  El estado en China con monopolio del partido comunista difiere de las formas liberales como también de las experiencias estalinistas europeas.  La diplomacia persuasiva se aplica también a lo interior y a lo doméstico. Guiada por la necesidad de proyectar una imagen atractiva y amistosa del Estado al ciudadano, se conduce evitando siempre en lo posible la hegemonía amenazadora (padre bueno). Así se entiende como han aplacado la resistencia del Tíbet con mega procesos de industrialización, sembrando hiperdesarrollismo y comodidad donde había inconformidad ya ha proletarizado al Tíbet.

Si el postmodernismo propuso el reemplazo de la revolución por la resistencia (o micro-resistencia).  China intensifica el concepto de revolución, pero a diferencia del cacareo ideológico occidental se proyecta a las revoluciones científico tecnológicas con soporte moral donde si cabe la ideología, pensada más en el comunismo como eje y norte estratégico que en la temporalidad limitada del presente, responde así a otro esquema que el occidental

La resistencia en China es interna al poder y propiciada por el mismo poder, crea autodesafíos al poder desde adentro. Tal concepto de resistencia es postura radical en la reestructuración del orden simbólico hegemónico, para hacerlo, desata purgas tenaces contra las resistencias morales, donde el partido elige deforestar los vicios bastante occidentales como la corrupción, toda forma criminal y el robo. La unidad de pensamiento en el seno del partido dirigente no expresa fisuras ni se conocen otras purgas que asesinen a quienes piensan distinto, contra la descendencia interna o externa a la organización se exponen resultados.

El sustrato de los proscritos y los perseguidos por razones diversas existen en la realidad de China pero se reducen cada día más, al punto de consolidar más la hegemonía del poder que el futuro de esas resistencias . Así, vemos  que toda oposición  se debilita y nunca es revolucionaria porque no capta ni simpatías ni conciencia colectiva. La oposición quiere golpear al sistema desde el exterior porque demuestra incapacidad de articular, lo que finalmente  consolida al sistema.

Las perspectivas futuras de la humanidad, no pueden desentenderse de la visión revolucionaria de  lo que ocurre en Oriente y esto obliga a la necesidad de una completa renovación del pensamiento crítico,  que reinstale la agenda de la abolición de las relaciones capitalistas de producción y que, por lo menos, aprecie que se está anunciando  una oferta de ruptura con la práctica milenaria que impone la creencia de  que la guerra genocida es una necesidad económica. También es imperativo la derrota de las nuevas expresiones ideológicas postmodernas que se riñen con el pensamiento clasista del marxismo.

El militarismo, el embrutecedor abismo de la sociedad de consumo, el maltrato a todas las formas de vida, la violencia en la vida cotidiana, reinstalan la necesidad de una revolución total, por más dificil que pudiera parecer su posibilidad histórica. Una visión de nuevas relaciones humanas sería posible con la refundación del socialismo retomando las categorías del pensamiento marxista que por lo menos –hasta ahora– asoma al compás de un  sistema funcionando bien en China y muy mal en el resto del mundo.

La noción hegeliana de negatividad, que ocultan  los  defensores del Estado Occidental, caracteriza al ser humano revelándose siempre como falso o  siempre  diferente de lo que decía o quería ser. Esta noción se multiplicó también en vertientes marxistas en conflicto: Stalin, Trotski, Rosa Luxemburg, Gramnsci, Tito, etc. Eventos que no caracterizan el pensamiento marxista oriental, que  homogéneo y masivo apunta a un destino común.

La dialéctica del partido chino identifica lo nuevo con lo positivo al tiempo que reemplaza lo viejo, no siendo viejo lo que es útil. Lo viejo se  niega solo cuando pasa a la  insolvencia. Están de acuerdo con  Marx  cuando afirma  la dialéctica de la  negatividad como “principio motor y generador” de la historia”.

Occidente  vive la pérdida de esperanza por una sociedad más humana y soporta el postmodernismo y el postestructuralismo porque vive al mismo tiempo la pérdida de referentes y espacios de representación que  niegan al proletariado como clase y se niega al mismo tiempo como burguesía gobernante, así extravía todo capital simbólico, y genera discursos de extravíos (entre ellos el postmodernismo) aunque no sabe a dónde ir,  ni reconoce ningun otro mundo que puede conocer. China asusta.

Le duele al mundo capitalista el fracaso de la occidentalización de China tanto como le preocupa la orientalizacion de occidente y más cuando puede llegar con legado marxista.  


*Tomás Rodríguez León, máster en gerencia de salud pública, especialista en salud y educación; magíster en epidemiología. Docente universitario.


Referencias:

[1]Lao Tse describe al hombre perfecto, santo, sabio; sus virtudes ser humilde, modesto, sin ambición; su regla principal es el wu wei: dejar a las cosas seguir su curso natural. Confucio propone decencia, rectitud, lealtad y piedad filial. 

[2]El maoísmo peruano, último seguidor en el mundo de “la banda de los cuatro”,   en esa ruta semántica se llama: Partido Comunista Marxista Leninista Maoísta pensamiento Gonzalo.

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