Por Rumi Cevallos / Tomado de La República (Perú)
El ex ministro de Energía y Minas y ex presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Alberto Acosta, señala que la inversión real en salud cayó de 241 millones en 2017, a 175 millones en 2018 y a 110 millones en 2019. La caída del empleo se registra de forma sostenida desde el 2015, agudizándose cada vez más desde el 2018. El 62% de la PEA no tiene un empleo adecuado.
Pregunta: ¿Qué tanto impactó la crisis sanitaria a la economía ecuatoriana?
Alberto Acosta: La situación en Ecuador, en todos los órdenes, es dramática. Cual enfermo con coronavirus, su economía se asfixia… ahogo exacerbado por la falta de un aparato respirador pues, al estar dolarizada, no dispone de política monetaria y cambiaria; tampoco tiene una bombona de oxígeno, al no tener ahorros. Está agobiada con lastres enormes como el endeudamiento externo irresponsable y muy costoso contratado en el actual y en el anterior gobierno, con un estancamiento económico que data del 2015; a más de muchos otros y graves problemas coyunturales: como un precio de petróleo caído por los suelos, con los dos oleoductos rotos por deslaves en la cordillera; y estructurales: como la ausencia de transformaciones que le mantienen postrada exportando materias primas o como la estructura oligopólica de sus mercados exacerbada en estos dos últimos gobiernos. A lo anterior se suma la caída de las remesas de los compatriotas que trabajan en el exterior, superiores a las exportaciones de banano. El diagnóstico se complica con el resultado recesivo de las medidas del FMI y la tozudez del gobierno que no da paso a medidas creativas, extraordinarias y sobre todo sostenidas en un esquema de solidaridad con justicia social y ambiental.
P: Las imágenes y vídeos donde se ven a las personas moribundas en las calles de Guayaquil y otras localidades ecuatorianas, nos muestran la precariedad del servicio sanitario no solo en Ecuador, porque también evidencia que la Salud no estuvo en las prioridades de los gobiernos. ¿Qué comentario tiene sobre ello?
Acosta: A primera vista la gravedad de la crisis sanitaria se explica por los brutales e irresponsables recortes de inversiones en el ámbito de la salud pública. La inversión real en salud cayó de 241 millones en 2017, a 175 millones en 2018 y a 110 millones en 2019. Esta reducción en el marco de la austeridad fondomonetarista afectó gravemente a la disponibilidad de los insumos de salud, inclusive la existencia de personal médico, que fue despedido masivamente el 2019. Los problemas, sin embargo, son mucho más profundos. La salud curativa, que tiene muchas falencias, demanda más y más recursos, que caen en un tonel sin fondo… Se obvia el enorme potencial de la salud preventiva y por cierto los conocimientos ancestrales de culturas y pueblos indígenas. En síntesis, lo que se logró, a través de un silencioso proceso de privatización de la salud en el gobierno anterior, es acumular capital en los bolsillos del complejo médico industrial. Y ya se anticipa que serán esos grupos los ganadores de la pandemia.
P: En el ámbito de la producción y el empleo, ¿cuál es el impacto de la crisis?
Acosta: En los escenarios de la CEPAL o el FMI o el Banco Mundial, Ecuador aparece como el que mayor impacto sufrirá de esta crisis combinada de pandemia y recesión. Incluso el vicepresidente ecuatoriano anticipa que el costo de la pandemia significaría un 10 o 12% del Producto Interno Bruto (PBI). Tengamos presente que en abril, los ingresos petroleros fueron de 19 millones de dólares; mientras en el mismo mes del 2019 alcanzaron los 194 millones. El costo promedio de extracción de un barril bordea los 20 dólares; mientras en abril el precio estuvo en 8,20 dólares. Por la rotura de los ductos la extracción de crudo pasó de 530.000 barriles de crudo por día a 220.700. La caída de los ingresos fiscales petroleros y tributarios supera los 7.000 millones de dólares.
P: ¿Y sobre el empleo?
Acosta: La caída del empleo se registra de forma sostenida desde el 2015, agudizándose cada vez más desde el año 2018. En la actualidad casi el 62% de la población económicamente activa no tiene un empleo adecuado, es decir más de 5 millones de personas. La pérdida de empleo, dependiendo de los escenarios, se estima que afectaría a unas 500 mil y quizás hasta 750 mil personas, que en diciembre del 2019 llegaban a unos 3.150.000 personas. La pobreza subiría de 25% a 35%. La crisis combinada por efecto de la pandemia y la recesión global se agudizará con el manejo recesivo del gobierno, incapaz de oxigenar la economía con dólares electrónicos ecuatoriano. Todo esto, incluyendo un creciente malestar político, va configurando un escenario mucho más complejo que el vivido en la crisis del “tornasiglo”, cuando Ecuador en un momento de “entontecimiento generalizado” perdió su política monetaria y cambiaria al dolarizar su economía. Ahora no existe, como en esa época, una válvula de escape social, como fue la emigración.
P: ¿Las medidas tomadas por el gobierno fueron las más adecuadas para hacer frente a la pandemia?
Acosta: El coronavirus tomó desprevenidos a todos los países. Pero en Ecuador la desidia e irresponsabilidad del gobierno impidió adoptar medidas de forma oportuna. A los problemas estructurales mencionados en el sistema de salud, se sumó la falta de liderazgo para asumir con claridad y transparencia el reto. El caos es la norma, sobre todo en la ciudad de Guayaquil, donde hace agua el modelo de gestión municipal que combinaba neoliberalismo con filantropía oligárquica. Allí hay literalmente cientos de cadáveres abandonados. Y en este dantesco escenario no faltan denuncias de corrupción vinculadas a la cuestión de la salud.
P: Una de las complicaciones para Ecuador es su política monetaria. Al ser un país dolarizado, hay poco margen de acción del Banco Central. ¿Qué hacer al respecto?
Acosta: El gobierno busca desesperadamente créditos de los organismos multilaterales; propone “monetizar”, es decir privatizar, algunas de las pocas empresas del sector público, como una de las tres telefónicas que operan en Ecuador, que tienen utilidades de 90% al año sobre patrimonio; inclusive estaría negociando la entrega anticipada de ingresos provenientes de varios yacimientos mineros. En este momento, lo correcto sería introducir el dólar electrónico ecuatoriano, apuntalado por las reservas petroleras -inclusive para dejarlas en el subsuelo-, con el fin de oxigenar la economía. A la par es indispensable imponer contribuciones extraordinarias a los grandes grupos económicos y a las mayores fortunas para constituir un fondo que permita enfrentar la crisis. A lo que se sumaría la suspensión de pagos de la deuda externa, como en Argentina.
P: La pandemia desnudó las grandes diferencias e inequidades en nuestros países. En el caso ecuatoriano, ¿cómo se evidencia?
Acosta: Quédate en casa, sí. Pero la pregunta es: ¿quién puede quedarse en casa y sobrevivir? Vemos ya lo difícil que es permanecer en cuarentena en casa. Mucho más complejo resulta, entonces, para aquellos grupos desprotegidos que no tienen una vivienda adecuada, ni ingresos estables ni ahorros, y que viven en condiciones realmente infrahumanas. Un 45% de los hogares habitan en viviendas precarias, construidas con materiales inadecuados, con carencia de servicios sanitarios básicos y/o con problemas de hacinamiento. Cómo exigir comportamientos sanitarios adecuados cuando no hay agua potable; cómo esperar que funcione la educación o el trabajo a distancia si un 60% de la población no tiene acceso a Internet e inclusive no cuenta con un ordenador; cómo demandar que permanezcan en casa personas ancianas que viven solas y en una enorme precariedad. Además, ¿cuántas personas tienen un ingreso estable? Muchas viven del día a día. La pandemia, entonces, por un lado, desnuda la realidad de las desigualdades sociales, incluyendo crecientes agresiones a las mujeres, y, por otro lado, esto va a conducir a un incremento de la pobreza y de todo tipo de violencias.
P: ¿Es momento de repensar en el papel del Estado?
Acosta: Sin duda alguna. Pero no olvidemos que el Estado constituye un instrumento de dominación que debe ser controlado democráticamente por la sociedad para que no continúe al servicio de los grupos de poder. En estos días se acepta incluso en algunos cenáculos neoliberales que la salud no puede ser más una mercancía, como lo dijo el presidente de Francia; habrá que ver si en la práctica, cuando la pandemia haya sido superada, esas declaraciones vienen acompañadas de hechos concretos. Por otro lado, el Estado aparece nuevamente como empresa de reparaciones del sistema a través de multimillonarios programas de apoyo que hacen saltar por los aires las rígidas normas fiscales anteriores, por ejemplo, en Europa. Lo que si preocupa es el aumento de medidas de corte autoritario, que en el marco de la cuarentena se expanden restringiendo derechos.
P: Los sectores liberales piden ahora el apoyo de los Estados. En algún momento, exigían un Estado mínimo. ¿Qué opinión le merece?
Acosta: El Estado ha sido siempre el sostén de la civilización del capital. En realidad, es “la mano visible” del sistema. Y no sorprende que ahora algunos críticos del Estado acepten su intervención en la salud, tanto como su apoyo para resolver sus problemas en medio de la recesión. Inclusive se puede seguir por el sendero neoliberal de más extractivismos y más flexibilización laboral para profundizar nuestra inserción en el mercado mundial contando con el concurso estatal, con una suerte de neoliberalismo transgénico.
P: ¿Cuáles son sus propuestas para un nuevo paradigma económico, que incluya a todos?
Acosta: Necesitamos transitar hacia otra economía que se libere paulatinamente de los extractivismos, así como de la religión del crecimiento económico permanente. Habrá que recuperar equilibrios ecológicos, desmercantilizando la naturaleza. Y “construir democráticamente una sociedad democrática”, como recomendaba ese gran pensador y amigo peruano: Aníbal Quijano, lo que demanda redistribuir la riqueza al tiempo que se amplían los mecanismos de participación en la toma de decisiones.
P: ¿Algo que desee agregar?
Acosta: Tiempo habrá para analizar lo sucedido. Lo que me preocupa es saber cuánto de este impacto global será realmente interiorizado por las diversas sociedades y sus gobernantes. Es muy probable que, como sucedió luego de la crisis financiera del 2008-2009, los poderosos, inclusive en complicidad con sus víctimas, deseosas de superar su arresto domiciliario colectivo, vuelvan a las viejas andanzas. El capital, con “hambres atrasadas”, acelerará el paso. Los Estados, en contubernio con los poderes económicos, procurarán mejorar sus niveles de control y disciplinamiento social optando por nuevos esquemas tecnológico-represivos. Y muchísimas personas tratarán de adaptarse a estos cambios para seguir persiguiendo perversamente la promesa del progreso y del generalizado bienestar, sacrificando a millones de sus propios congéneres y por cierto a la Madre Tierra… hasta que nos enfrentemos con la próxima pandemia.
La inversión real en salud cayó de 241 millones en 2017 a 175 millones en 2018 y a 110 millones en 2019.
Artículo original: https://bit.ly/35Y5nHH
Mezcladas entre las buenas ideas, a Acosta siempre le aparece el talante desdolarizador “En este momento, lo correcto sería introducir el dólar electrónico ecuatoriano, apuntalado por las reservas petroleras -inclusive para dejarlas en el subsuelo-…” Por qué será?