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domingo, mayo 5, 2024

AMÉRICA LATINA ENTRE EL AUTORITARISMO FASCISTA DE EE. UU. Y EL ESTALINISMO TOTALITARIO DE LA CHINA

AMÉRICA LATINA ENTRE EL AUTORITARISMO FASCISTA DE EE.UU. Y EL STALINISMO TOTALITARIO DE LA CHINA

 Cambio de Hegemonía en la dirección del capitalismo global

 Natalia Sierra

 De acuerdo a ciertos análisis que se han realizado sobre la actual crisis económica-financiera, que afecta principalmente a Estados Unidos y a la Comunidad Económica Europea, al parecer estaríamos asistiendo a un nuevo cambio de hegemonía en la dirección de la sociedad capitalista global. Así como el periodo entre la primera y segunda guerra mundial mostró un desplazamiento del centro hegemónico capitalista, desde la Inglaterra del siglo XIX hacia los Estado Unidos de Norteamérica del siglo XX, hoy el movimiento apuntaría hacia la China.

¿Qué significa una crisis?

Las crisis económicas son respuestas violentas y momentáneas que el propio sistema capitalista da al estallido de su estructural contradicción, que según el análisis marxista se da entre el crecimiento de las posibilidades productivas y la reducción relativa de la demanda (ley tendencial a la baja en la tasa de ganancia). Digamos que se da lo que se conoce como sobre producción, es decir que la mercancía producida no logra resolverse en el mercado, y por lo tanto se trunca el ciclo productivo, y baja la tasa de ganancia o acumulación de capital.

Con cada crisis se desata la creencia (ideología) de que la reproducción de la vida social esta gravemente amenazada por la recesión económica. Ideología que se materializa en la ejecución violenta de una política sistemática de eliminación de puestos de trabajo, justificada en reducción del nivel productivo. Esta medida basa en la expulsión masiva de trabajadores, que pasan a formar parte el ejército industrial de reserva, genera necesariamente la reducción de la capacidad adquisitiva de la sociedad, y en consecuencia un aumento de la crisis. Crece la crisis, aumenta el pánico de la sociedad y de esta marea se han puesto las bases subjetivas y objetivas para la reanimación de la producción capitalista, la misma que se logra con las siguientes medidas:

  1. La sociedad “debe” entrar en austeridad: reducir los gastos fiscales,básicamente lo que tienen que ver con el gasto social; reducir los salarios; y despedir a más trabajadores. Estas medidas por obvias razones conllevan el aumento de la pobreza y la miseria, miles de  personas son condenadas a padecer hambre, enfermedad e inseguridad. Todo esto mientras se destruyen toneladas y toneladas de mercancías que no son consumidas, se prefiere destruir la producción antes de socializar la riqueza y repartir entre aquellos que la producen.
  1. A partir de las políticas de austeridad, la producción se reactiva a un menor costo, en base a la precarización del trabajo (lo que implica la radicalización  de la plusvalía absoluta),la disminución del gasto social, cuyo “ahorro” va a aumentar el capital productivo y en consecuencia el financiero especulativo, que sostiene al primero.
  1. Es necesario abrir o inventar nuevos mercados para colocar la mercancía producida en la reactivación económica. Para esto son buenas las guerras o intervenciones militares que destruyan lo suficiente para generar demanda de todo tipo de productos.Con cada guerra la industria armamentista, farmacéutica y constructora hacen su gran negocio. Los desastres ecológicos y sociales son también aprovechados como espacios para producir mercados. Es importante anotar que los procesos de descolonización del África, el descongelamiento del Este-comunista y actualmente la entrada de China (BIRCH) a la lógica capitalista, han sido aprovechadas como conquista de mercados y de impulso productivo.

El capitalismo ha resuelto las crisis de sobre producción generando marcos mercantiles, digamos demanda de mercancías que muevan la producción y restablezcan el circuito de ganancia y acumulación. Las estrategias usadas para “saltar” las crisis han sido básicamente las guerras, las intervenciones militares, las catástrofes ambientales y sociales, formas que posibilitan absorber toda la riqueza “congelada” de las sociedades, sea ésta en forma de ahorro, endeudamiento o descongelamiento. Lo cierto es que la historia muestra que el capitalismo:

(…) ha sabido producir y reproducir los mecanismos más acerados de su existencia, como lo son la acumulación de riqueza, la explotación de la fuerza de trabajo, la depredación y una excepcional capacidad de reinvención ideológica cada vez que se encuentra frente a frente con un estado sorpresivo de crisis.[1]

Esta capacidad del capitalismo para reproducirse tiene que ver con lo que  Joseph Schumpeter, citado por Quesada, dice acerca del ciclo:

(…) el ciclo es la forma específica del desarrollo económico capitalista. En este él distinguía cuatro grupos de factores de enorme importancia para poder establecer los distintos niveles de inestabilidad del sistema económico, así como las distintas vías hacia el equilibrio. El primer grupo estaba compuesto por factores externos, como la demanda de los gobiernos por nuevo equipos militares, el segundo grupo lo componían las modificaciones permanentes de la población, el tercero estaba integrado por el ahorro y la acumulación, y el último estaba compuesto por la capacidad innovadora del sistema.[2]

Lo ciclos de desarrollo capitalista son de dos tipos: el ciclo o período de expansión y crecimiento de las fuerzas económicas (donde se producen las grandes guerras y las revoluciones: primera y segunda guerra mundial y Revolución Rusa) y los ciclos o períodos de recesión (en los cuales se producen descubrimientos importantes en las técnicas productivas y comunicativas que se pondrán en ejecución en los ciclos de crecimiento). Estos dos ciclos, crecimiento y recesión, se suceden en un movimiento pendular.

Cuando la economía capitalista central entra en su fase recesiva, como ya se mencionó más arriba, traga todo aquello que se encuentra en la periferia eso sucedió con la crisis del 73 y ahora con la crisis desatada en el 2008. En el 73 la extracción de riqueza de los países pobres se dio a través de la aplicación de la política económica neoliberal, la misma que ahora se aplica en Grecia, España, Italia, Portugal.

Las crisis de cambio de hegemonía

Como se apuntó en la primera parte de esta discusión, hay un tipo de crisis que revela una mudanza de la hegemonía en la dirección del capitalismo mundial. Hagamos un poco de memoria.

La hegemonía de Inglaterra, cuna de la emergencia y primer desarrollo del capitalismo industrial, se muestra en su condición de centro industrial, centro financiero, punto de concentración de los procesos de acumulación de capital a nivel mundial. Hegemonía que muestra: a nivel energético-tecnológico la era del vapor, el acero y de la locura ferroviaria; a nivel ideológico la era del liberalismo protestante; y a nivel cultural el modernismo.

Hegemonía que dura aproximadamente algo más de 100 años, y que entre en crisis definitiva para el año 1914 período que dura hasta el año 1940 y que coincide con las dos guerras mundiales y la Revolución Rusa. Hay que anotar que en esta fase se produce la tercera revolución tecnológica, el descubrimiento de la cibernética, tecnología de guerra que será integrada al proceso productivo que despunta en la segunda mitad del siglo XX. Crecimiento económico que ya estará dirigido por la hegemonía norteamericana.

A partir de 1948, Estado Unidos se convertirá en el nuevo centro industrial y financiero, punto de concentración de los procesos de acumulación del capitalismo mundial. Nueva hegemonía que muestra a nivel energético-tecnológico la era plena del petróleo, la electricidad y la paranoia del automóvil; a nivel ideológico la era de la democracia liberal keynesiana; y a nivel cultural la posmodernidad.

Esta nueva ola expansiva del capital que contempla un crecimiento significativo de los niveles productivos, por efecto de la incorporación de los nuevos descubrimientos tecnológicos, topa límite de sobre producción para los años 70 (sobre producción de mercancías, capitales y valores). Durante el período de crecimiento se da un avance significativo en las conquistas laborales de los obreros, quienes consiguen mejorar sus condiciones de vida en base a un aumento de sus derechos laborales. Desde el punto de vista de la acumulación de capital las reivindicaciones obreras en lo que tiene con el aumento de salarios implican, por una parte, un incremento  de la capacidad adquisitiva de la sociedad y, por otra, el encarecimiento del costo de la mano de obra.

Es así que esta “nueva” hegemonía dura en su onda de crecimiento desde 1948 hasta 1972 aproximadamente, año en el cual empieza su onda recesiva, que aún no termina. En el año 73 se produce la llamada crisis del petróleo, que según Manuel Castells es:

…multifacética: política, ideológica y económica. En consecuencia, la única teoría susceptible de explicarla será aquella que integre esos diferentes niveles de la realidad social dentro de una perspectiva que entienda el desarrollo histórico como un proceso contradictorio. La tradición marxista es, en nuestra opinión, la única que intenta sintetizar el movimiento del capital y el proceso de cambio social, según su determinación simultánea por la lucha de clases en la producción, el consumo, el poder y los valores culturales.[3]

La recesión de los años 70:

…resumió muy bien el retroceso experimentado por las economías capitalistas centrales, en la onda larga de expansión que las había caracterizado, desde 1940 en los Estados Unidos, y desde 1948 en Europa y Japón. La nueva onda larga sería definida, en el mediano y largo plazo, por una tasa de crecimiento hasta un 50% menor a la de los años cincuenta y sesenta.

Crisis que va a conllevar la aplicación de la política económica neoliberal en remplazo del ya inservible keynesianismo. Ajuste estructural que pasará el peso de la crisis básicamente a los países periféricos. América latina, por ejemplo, será “obligada” a adoptar todas las políticas económicas ordenadas por el Consenso de Washington. La transferencia de la crisis desde el centro a la periferia va a permitir a los países “ricos” sostener relativamente los logros sociales de la época keynesiana, durante aproximadamente dos décadas. Situación que a su vez posibilitó una relativa contención de la conflictividad social, que, al contrario en América Latina se agudizó. En los años 80s y fundamentalmente en los 90s el sub continente vive una gran movilización social en rechazo de la aplicación del neoliberalismo que va a abrir el camino a los llamados gobiernos progresista. Gobiernos que de ninguna manera son expresión de un proceso revolucionario, sino parte de la nueva rearticulación del capitalismo global, tema al que volveremos más adelante.

Según algunos pensadores podría ser que la crisis de los años 70 indique el comienzo de un nuevo proceso de cambio de hegemonía, que para el siglo XXI se estaría dibujando con mayor claridad. Del  centro norteamericano al centro asiático. Signos de este proceso es la superioridad productiva, comercial y financiera que está experimentado la China; su mayor eficiencia productiva lo cual quiere decir mayor competitividad y por último su posicionamiento con el futuro centro de generación de innovaciones tecnológicas y energéticas.

Retomando algunas tesis de Wallerstein, los cambios de hegemonía están marcados fuertemente por prolongados conflictos bélicos mundiales. Primera y segunda guerra mundial en el cambio del centro hegemónico de la Inglaterra del siglo XIX a los Estados Unidos de América del siglo XX. En el momento actual no se puede hablar de una guerra mundial al estilo de las acontecidas en la primera mitad del siglo pasado sin embargo podría observarse una guerra mundial de nuevo tipo abierta no entre Estados, sino como intervenciones militares de grandes potencias sobre pequeños países donde sus  pueblos resisten la expansión del capital.  Guerras desatadas entre las grandes mafias capitalistas por la conquista de mercados, conflictos violentos que afectan a las poblaciones que son despojadas y desplazadas de sus territorios.

En este escenario, América latina parece jugar un papel fundamental en la consolidación de la nueva hegemonía en ciernes o a su vez en el sostenimiento de la vieja hegemonía norteamericana. Territorio en disputa del conflicto entre los poderes que se pugnan la  hegemonía mundial. Disputa que puede rastrearse en el proceso político que el subcontinente vive desde hace aproximadamente dos décadas. Se han posicionado dos patrones de dominación política en el destino de América latina: Por un lado, el que sigue Colombia, México, parte de Centro América, el Chile actual y, por otro lado, el que se ha iniciado con los llamados gobiernos progresista liderados por Brasil.

El primer patrón de poder “fiel” a la hegemonía capitalista de occidente.Con un discurso  liberal-democrático ejecuta una política de control de corte mafioso-fascistoide. Esto y no otra cosa es la política represiva que se ha aplicado y se aplica en  Colombia, México, en Chile de Pinochet y ahora de Piñera. Toda la violencia del poder sobre el pueblo se la garantiza, más allá del discurso de los derechos y por los mismos, con un ejercicio paraestatal de violencia radical. Cínicamente a nombre de la guerra contra el narco-terrorismo declarada después del 11-S, el nuevo milenio comenzó con la re-conquista radicalizada del planeta.Había que implementar una nueva “limpieza” de territorios bajo el pretexto de sanear zonas de presencia terrorista, o de combatir el narcotráfico. Cínicos pretextos que se aplican en todo el planeta. En África se pone más el énfasis en el terrorismo y en América latina en el narcotráfico, pero lo que esta detrás es la conquista colonizadora del capitalismo. No es ya un secreto que las redes terrorista y de narco tráfico están articuladas a los Estados títeres y a las grandes empresas transnacionales y sus ilícitos negocios.

Los segundos, llamados gobierno progresista, que apunta más a la “nueva” hegemonía asiática con conexión Brasil, argumentando dirigir procesos revolucionarios (Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia) o al menos progresistas (Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú) ponen aprueba, sobre todo los primeros, un ejercicio de poder que tiene muchas formas de control propias del totalitarismo stalinista. Es importante anotar que, sin justificar de ninguna manera la política stalinista, a diferencia de la Unión Soviética, en estos países no hay ningún intento de construir un modelo de sociedad alternativa al capitalismo. Así, la política autoritaria que criminaliza la lucha social se la hace en función de asegurar el modelo extractivito en esta fase de la acumulación del capital mundial. Quizás están siguiendo el ejemplo de China, capitalismo de estado que está probando que puede muy bien funcionar sin el discurso de los derechos humanos.

De esta manera el escenario que se dibuja es: Por un lado, el fascismo de la vieja derecha articulada a la hegemonía norteamericana y, por el otro lado, el totalitarismo de corte stalinista de la nueva derecha que apunta a la emergente  hegemonía asiática.

El imperio norteamericano, afectado a nivel económico y político no ha perdido su poderío militar,con el cual todavía se mantiene como poder hegemónico mundial. Todas las intervenciones militares que han sufrido los pueblos de Medio Oriente son prueba incuestionable de la disputa por la conservación de su hegemonía. Los últimos acontecimientos ocurridos en los países árabes muestran la fuerza militar del poder norteamericano y europeo en su disputa por territorios (recursos naturales) y  mercados, así como por la defensa de su hegemonía amenazada por China.

Lo mismo puede ocurrir en América latina, ya el presidente Obama declaró que los Estados Unidos no están dispuestos a perder su presencia en el continente, no van a ceder espacios a China. Estas declaraciones bien pueden ser leídas como una advertencia  a los llamados gobiernos progresistas y en última instancia a China (BIRCH). Aprovechando ciertas formas totalitarias que algunos de estos gobiernos están aplicando en sus países, pueden muy bien argumentar desde su cínico discurso liberal-democrático, como lo hicieron con Libia, su “preocupación”por la vigencia de los derechos humanos en estos territorios. Pueden empezar a enviar misiones democráticas, humanitarias y de derechos humanos que vayan estableciendo el argumento y la justificación para posibles intervenciones militares. Erigirse como siempre en los “salvadores” de la democracia y lo derechos humanos, cuando es sabido los tratos que tienen con los dictadores, los terroristas y los narcotraficantes.

Estrategia que puede funcionar en una complicidad no explícita entre el Estado Norteamericano y los “gobiernos progresistas” de América latina, principalmente con los mas pequeños y frágiles como es el caso de Ecuador. Complicidad indirecta, en razón de que estos gobiernos, más allá de su retórica revolucionaria y antimperialista, trabajan para el capital mundial conteniendo de forma autoritaria la resistencia popular. Sin tratos previos su política autoritaria puede ser no solo funcional a la acumulación del capital vía negociaciones con capital Chino, sino funcional a la estrategia guerrerista norteamericana de defensa de su hegemonía. El autoritarismo político de los gobiernos progresistas con el cual pretenden asegurar la extracción de recursos naturales para las grades empresas mineras y petrolera puede ser instrumentalizado con facilidad para justificar una intervención militar del país del norte, a pretexto de defender la “democracia” y los derechos liberales.

Queda claro que los llamados gobiernos progresistas de América latina trabajan al servicio del gran capital, sea en relación directa con la emergente China y su política autoritaria, o en forma indirecta dando el argumento para la intervención militar norteamericana. Colocan de esta manera a nuestros pueblos en una situación bastante difícil, una encrucijada en la que no podemos dejar de denunciar la política autoritaria de estos gobiernos que miran hacia el capitalismo de Oriente, pero tampoco podemos dejar de mirar el gravísimo peligro de “solicitar” ayuda al capitalismo de Occidente.

Este es el gran desafío de los pueblos y la izquierda latinoamericana: no confundirnos con las máscaras del capital, saber que solo contamos con nuestra capacidad de luchar sobre la base de sostener y  fortalecer nuestras comunidades de resistencia.

Referencias

Quesada Monge, Rodrigo, Las crisis económica en el sistema capitalista. Elementos para su historia, http://www.rcci.net/globalizacion/2009/fg857.htm


[1]Quesada Monge, Rodrigo, Las crisis económica en el sistema capitalista. Elementos para su historia, http://www.rcci.net/globalizacion/2009/fg857.htm

[2]Idem.

[3]Idem.

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