Esta guerra, lamentable como todas las guerras, simboliza algo que se viene percibiendo desde hace tiempo y no se lo quiere aceptar. Algo que fue teorizado hace décadas por Oswald Spengler y Edmund Husserl: la decadencia de Occidente, no solo como potencia militar y política, sino sobre todo como civilización eurocentrada y como paradigma universal de libertad y progreso.
La chica siempre me atiende con una cordialidad que es una caricia en un mundo de tantos desafueros. Hemos cruzado durante meses las frases habituales entre quien compra y quien vende y no me he animado a plantear algún diálogo de otro tipo, aunque me gustaría preguntarle cosas de su vida, o de cómo ella entiende la felicidad o el dolor.
Señor Juez: Yo, profesor de filosofía, me presento ante usted para formular una denuncia sobre los efectos secundarios de la vacuna con la que se me ha inmunizado para el covid-19. Paso a relatar los hechos y consecuencias que sustentan mi denuncia.
Se ha dicho que los gobiernos progresistas de América Latina no lograron crear una cultura (conciencia, ideología, valores, expectativas de vida, imaginarios, modalidades de consumo, utopías, etc.) que correspondiera a los logros económicos, políticos, sociales, que promovieron. La tesis no es tan cierta en el caso del ex presidente, Rafael Correa, quien a través de la pedagogía social de las sabatinas estuvo a punto de lograr que ciertos valores fraguaran en el alma de los sectores sociales medios y bajos.
De vez en cuando el cine se acuerda de los olvidados, los marginales, los nómadas, los viejos, los rebeldes, los verdaderamente libres aunque sean a la vez las víctimas del capitalismo y la exclusión. Es el caso de Nomadland, el filme que acaba de ganar el Oscar-2021 a mejor película.
El haber privilegiado el sacarse los cueros al sol en lugar de exponer sus visiones acerca de cómo pretendían conducir el país en el futuro inmediato, convierte a ambos bandos en imperdonables. El país cayó en las redes de la desacreditación, el odio y la revancha y eligió, no al menos malo ni al más demócrata ni al más patriota, sino al que la propaganda logró posicionar como supuestamente trabajador, conciliador, esforzado.
1. Llama la atención la fragmentación de la izquierda, lo que les obliga a hablar en plural: “izquierdas”. El documento deja la sensación de una izquierda fragmentada que quiere encontrar en la coyuntura de la segunda vuelta electoral un motivo de unificación, de formar un frente común. Los firmantes resuelven esta fragmentación en el discurso, no en la realidad, donde –sabemos– existen hondas divisiones, sobre todo en los grupos indígenas. Dicho de otro modo, se intenta resolver la fragmentación por afinidades coyunturales y no por el verdadero liderazgo de un sector social (sea el de los indígenas, de los trabajadores, de las mujeres…) que asuma y haga caminar las posibilidades de un cambio verdaderamente transformador o revolucionario. Un frente común no es lo mismo que un liderazgo común, capaz de aglutinar a todos los sectores.
Michel Foucault (1926-1984) ha sido sin duda un pensador que ha aportado muchos instrumentos teóricos a filósofos, historiadores, antropólogos, sociólogos, científicos sociales en general. Se puede rastrear con facilidad su influencia en la intelligentia europea y americana, sobre todo en el último cuarto del siglo XX. Además de sus obras, se conocía de su homosexualidad, de su muerte a causa del SIDA, pero a nadie le importaba su opción sexual a la hora de contar con temas poco usuales por su enfoque y profundidad en el ámbito de la reflexión, como los manicomios, las cárceles, los hospitales, las prisiones, la sexualidad, etc. Se entendía que su obra teórica rebasaba con mucho sus inclinaciones personales.
La historia de un país avanza siempre en medio de las vicisitudes y luchas políticas y sociales que su propio devenir genera. En ese devenir y en esas luchas, ciertos conglomerados sociales (clases, estratos, facciones) son determinantes durante un tiempo y luego son desplazados por otros conglomerados sociales emergentes. Así camina la historia.
¿Quiénes son/somos los hijos de la chingada? Nosotros, los hijos del mestizaje. No solo los que resultamos de la mezcla blanco-india y sus posteriores mutaciones étnicas: cholos, chagras, longos, chullas, zambos, pardos, mulatos, morenos, quarterones…, sino –sobre todo– los que detentamos un inocultable mestizaje cultural, económico, religioso, en la indumentaria, en la habitación, en la alimentación, en la cosmovisión.
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Uno de los significados vinculados a Octubre de 1492, que ha tenido más persistencia en el tiempo, tiene que ver con la institucionalización de la violencia colonial en el sistema educativo que se impuso en Quito (Real Audiencia de Quito), bajo el coloniaje hispánico. Sería un buen ejercicio mental pensar cuánto de lo que vamos a describir perdura o sobrevive, bajo diversas y modernizadas máscaras, hasta el día de hoy.
Octubre se ha convertido en un mes simbólico para Latinoamérica y Ecuador por al menos tres acontecimientos importantes: la invasión, despojo y genocidio de los indígenas americanos a partir de 1492, a nivel de nuestra región; la independencia de Guayaquil de 1820; y, los asesinatos de Octubre de 2019, a nivel de nuestro país.
Diversos pensadores opinan que se ha abierto una nueva etapa de la humanidad que algunos llaman Transmodenidad, un ‘neo-humanismo’, abierto y solidario entre pueblos e individuos que ven, más allá del valor de la ciencia y la tecnología, que no se niega, la necesidad de cuidar-se y cuidar su casa común.