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BONO DEMAGÓGICO. por Juan Cuvi

El Comercio <www.elcomercio.com>

26 octubre 2012

La demagogia se instaló por lo alto en la campaña electoral. A la disputa de la paternidad sobre el alza del bono entre Lasso y Correa, le apareció otro progenitor: Lucio Gutiérrez. Según él, la idea es de su autoría y la venía promocionando desde hace más de un año. Las ofertas demagógicas típicas de nuestros procesos electorales no serían una novedad si no fuera porque hoy contamos con un ingrediente inusitado: la presencia de un candidato-presidente que tiene la posibilidad de concretar dichas ofertas, por más descabelladas y absurdas que pudieran ser.

Antes, las promesas quedaban en el plano de las expectativas e ilusiones propias de nuestro sistema político. Hoy corremos el riesgo de que cualquier candidato, con una adecuada dosis de elocuencia y entusiasmo, fuerce al Presidente a tomar medidas improvisadas para contrarrestar la ‘puesta de mano’. El baratillo de ofertas ha sido un ingrediente consustancial de nuestra sazón electoral. No de otro modo se explica que Álvaro Noboa reincida en su estrategia de prometer imposibles. A fin de cuentas, la maniobra le ha dado resultados entre exitosos y pasables. Lo pasmoso es que el ofrecimiento de incrementar el bono provenga de quienes se desgañitan en presentarse como figuras de una supuesta renovación política. Seguramente Lasso nunca calculó que, a su generoso donativo con fondos fiscales, le responderían con otra generosa dádiva con fondos ciudadanos.

Y digo ciudadanos porque las utilidades de la banca provienen de esos millones de ecuatorianos que trabajan, producen, ahorran y se endeudan para generar emprendimientos. Si a alguien debería beneficiar una eventual regulación de las utilidades del sector financiero es precisamente a ellos, porque son personas con una vinculación dinámica con la economía. Probablemente Lasso creyó que su propuesta quedaría circunscrita al ámbito de las controversias de campaña.

Es decir, que se mantendría dentro de los límites del debate electoral, donde su contrincante tendría que exponer los argumentos más convincentes sobre un asunto en el que ambos coinciden. Nunca pensó que la respuesta presidencial pondría fin al debate con un golpe tan contundente como peligroso.

Posiblemente Correa tampoco calculó que le iban a madrugar con el alza del bono. De allí el aturdimiento y la precipitación de su respuesta. Porque si en verdad pensaba que la banca obtiene beneficios exagerados, no debió permitir que durante estos últimos cinco años lo hiciera a sus anchas. Hoy propone una ley que, además de atropellar procedimientos, inserta en la coyuntura electoral un tema que requiere de un tratamiento profundo. Sobre todo, para entender por qué razón las políticas neoliberales (capitalismo especulativo y bonos) siguen gozando de tan buena salud.

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