Las marchas populares tienen trayectorias de organización históricas, que son parte de los repertorios de movilización social; algunas de estas se fundan en organizaciones populares legales o no, como sindicatos, gremios, organizaciones estudiantiles, asociaciones, federaciones, comunas étnicas, organizaciones de mujeres y varias otras. Las movilizaciones sociales generalmente cuestionan las decisiones del poder y son de variada representación cultural, social y económica. Las marchas parten de objetivos, propuestas, banderas de lucha, denuncias, discursos y acciones comunes; la mayoría unifican en debates y diálogos consensuados y democráticos, de sectores excluidos, marginados y pobres. El derecho y las constituciones han reconocido legalmente el derecho a la protesta.
Las contramarchas del Estado o del gobierno se forman desde el poder hegemónico. Las estructuras organizativas de las cuales dependen son las estatales. El Estado tiene un ejército de funcionarios. De ahí que bajo los lineamientos de la presidencia se puedan movilizar miles con la sola disposición del presidente. Son personas que dependen del salario y se movilizan con consentimiento o bajo amenazas. También engrosan estas filas la familia, amigos, el público de las redes clientelares, empresas públicas o privadas que apoyan a los gobiernos, además de la sociedad civil.
Entre marchas y contramarchas, ante los medios de comunicación y las pantallas, se miden fuerzas, el número de participantes, las fotografías y los símbolos audiovisuales. Las marchas populares piden inclusión y el cumplimiento de los derechos o políticas públicas; las gubernamentales, están incluidas en el poder decisorio y su acción es de conservación. Las marchas populares se componen de trabajadores del campo y la ciudad, de personas que ni siquiera tienen trabajo y que se movilizan por cuenta propia; las contramarchas están llenas de funcionarios, personas pagadas u obligadas para el efecto. Las marchas populares tratan de presionar al poder para cumplir propuestas o acuerdos; las contramarchas generan dicotomía social. Las marchas populares favorecen el ánimo de los movimientos populares; las contramarchas la defensa interna de las administraciones.
En el gobierno de Rafael Correa fue notable la apropiación de los símbolos, repertorios de movilización, consignas, camisetas, banderas de lucha de las organizaciones populares y de las izquierdas. De este mismo modo, capitalizó de modo histórico la creación de contramarchas para oponerse a otras convocadas por organizaciones populares. Varias organizaciones sociales fueron divididas o se crearon otras paralelas. Incluso se creó el Registro Único de Organizaciones Sociales con limitación de las actividades políticas, bajo amenaza de ser ilegalizadas. El gobierno de Moreno continuó con estas trapacías.
Son históricas las contramarchas de Chávez, Evo, Lula, Kirschner, pero también desde el otro extremo político las de Macri, Uribe, Duque, Trump, Bolsonaro y las de Añez, después del golpe. Las contramarchas del gobierno de Lasso surgen elucubrando teorías conspirativas y recurriendo a la posible creación de un campo dicotómico en la política ecuatoriana.
Entre marchas y contramarchas, ante los medios de comunicación y las pantallas, se miden fuerzas, el número de participantes, las fotografías y los símbolos audiovisuales. Las marchas populares piden inclusión y el cumplimiento de los derechos o políticas públicas; las gubernamentales, están incluidas en el poder decisorio y su acción es de conservación.
*Jaime Chuchuca Serrano es abogado; Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, Licenciado en Ciencias de la Educación en Filosofía, Sociología y Economía, Magíster en Sociología. Doctorando en Ciencias de la Educación.