“El poder no se lo pide, se lo conquista”. Estas palabras, pronunciadas por Toda Mariko (Anna Sawai) parecen responder a la pregunta y resumir la trama de la épica serie Shogun, estrenada en febrero de 2024 por la cadena Fox y basada en la novela de James Clavell (1975). Además es un remake de la serie del mismo nombre producida en 1980.
La serie compuesta de diez capítulos y que, aparentemente, no tendrá segunda temporada, se desarrolla en el Japón de los años 1600, donde cinco regentes encarnan la lucha por el poder en una sociedad marcada por la ritualidad y atravesada por la noción del honor.
Las disputas públicas entre estos regentes desenmascaran cómo la esfera de la política es la arena donde se proyectan los miedos y las esperanzas de las personas. Aunque, no obstante, estas disputas parecen resolverse siempre de forma clandestina y secreta, generando estrategias donde lo evidente no es la verdad y lo que permanece oculto es la realidad que termina imponiéndose.
Mirando en retrospectiva la historia de la serie Shogun, es fácil advertir que el mundo no ha cambiado. El camino más fácil es creer en lo que está difundido, en lo que se filtra o se deja escapar hacia el conocimiento social, alimentado por chismes y rumores. Es lo que no se ve, lo imperceptible, lo que realmente acontece.
Me atrevería a decir que la trama descrita en Shogun continúa en nuestros tiempos, donde los políticos de todas las tendencias han aprendido a dividir para conquistar, a engañar para permanecer, a usar toda la maquinaria institucional para aplastar al oponente. En la serie lo vemos, por ejemplo, cuando el señor feudal Yoshii Toranaga (Hiroyuki Sanada) decide enfrentarse a los otros cuatro regentes para evitar que ellos usurpen el trono en su beneficio. Estos empiezan una persecución basada en los resquicios de la legalidad. ¿No les recuerda eso lo ocurrido en Ecuador en los últimos años?
Hay tres personajes de Shogun que sobresalen:
- El propio Toranaga, quien, pese a sus aparentes buenas intenciones (nunca se sabrá qué tan buenas eran en realidad), no dudó en sacrificar a su entorno con el fin de obtener la victoria (¿el fin justifica los medios?).
- El piloto y navegante británico Anjin San (Cosmo Jarvis), quien sobrevivió pese a sus acusaciones de herejía y piratería, cuya misión original era causar división en Japón para evitar que allí creciera la influencia de los mercantes españoles y portugueses. El Anjin termina por convertirse en la representación de la contradicción de la globalización naciente, pues acaba lejos de su patria, a la que anhela servir, pero con su corazón anclado en esta enigmática y lejana tierra.
- Finalmente está quien para mí representa el personaje más fuerte de la serie, Mariko, uno de los brazos derechos de Toranaga, traductora del Anjin y lo que podría llamarse, la encarnación de la rebelión. Mariko, mujer bella e inteligente, es una creyente del recién llegado catolicismo a su país y con la convicción de un ejército en su interior. Ella sola sabe cómo desafiar a los regentes, hacerles quedar en ridículo y lograr que monten en cólera, mientras desnudan sus reales intenciones ante toda la ciudad de Osaka y, por ende, ante todo el Japón. Pero esa fuerza y esa lealtad tienen un precio, un gran precio… Aquí otra frase de la serie, pronunciada por el hijo de Toranagasama, en el episodio 4: “Un aliado con ambición, no es un aliado”. Ojalá los políticos criollos lo entendieran.
Vamos, les animo, no se queden en este aburrido relato, vean la serie y aprendamos cómo el arte de la maldita política no ha cambiado hasta nuestros días. Cambian las tecnologías, aparecen innovaciones y los ciudadanos adquieren otras percepciones, pero la esencia de la política en el gobierno, es la misma. Es un mundo de comedia y drama, de farsa y de realidades ficticias, es un mundo en que es fácil tragarse un cuento y dar la vida por ese cuento. Si así no fuera, no estaríamos teniendo esta conversación.
“Cambian las tecnologías, aparecen innovaciones y los ciudadanos adquieren otras percepciones, pero la esencia de la política en el gobierno, es la misma. Es un mundo de comedia y drama, de farsa y de realidades ficticias, es un mundo en que es fácil tragarse un cuento y dar la vida por ese cuento”.