FLOR DEL GUANTO
Quito, enero de 2016
ni pequeñas ni indefensas, nacemos en la desobediencia
Flor del Guanto
Los tambores retumban, nuestras gargantas indignadas, agotadas ya, casi secas, claman: ‘¡Ante este gobierno machista, resistencia feminista!, ‘¡Abajo el patriarcado!’ El derroche de fuerza policial henchida de testosterona contiene su odio hasta nueva orden. La multitud está desbordante de razones para la rebeldía y sin embargo, atrapada por siglos de desprecio hacia las mujeres pobres y homosexuales, desfoga furiosa su sentido común machista: ‘¡gobierno hijueputa!’, ‘¡gobierno marica!’.
La dominación masculina se reactiva. Derribando barricadas llegamos a la Plaza de San Francisco en donde se lee el pliego de peticiones en que se denuncian violaciones a los derechos humanos. En la tarima, entre la vibración de los parlantes, se escuchan reivindicaciones en contra de la ley de tierras, de aguas, en contra de la reforma a la seguridad social. La violencia en contra las mujeres se pierde entre discursos victimizantes. Los líderes varones actualizan sus viejas retóricas. En la inmensidad de la plaza no hay lugar para la política caminante, la política que busca un lugar desde el hervir y el desbordarse, la que anhela un sentimiento fresco e interrogador que recree el lenguaje. La multitud apenas encuentra su lugar en la plaza, se dispersa.
Capitalismo al máximo
Megalomanía, esquizofrenia, codicia, ansiedad, nos hacen creer que la única posibilidad de mundo está atada al crecimiento del capital. ‘Efecto mariposa’ cuyo aleteo expone el vínculo entre las guerras en el lejanísimo Oriente Medio y nuestra dependencia al precio del petróleo que circula en el mercado mundial. Tratados de libre comercio que, en beneficio de los agronegocios, precarizan los campos cultivados -mayoritariamente- por mujeres, que en el Tercer Mundo sostienen la carga global de la explotación de un planeta a punto de estallar.
El desencanto se dibuja ante la Xenofobia Trump en contra de migrantes y gentes de color en Estados Unidos; ante una Europa que repele a los refugiados de las guerras externas e internas, erigiendo un imposible muro de asepsia frente a los bárbaros. Despojos, expulsiones, desplazamientos. Miles huyen, llegan a campos de refugiados, países extraños, barrios degradados, calles impías.
El desaliento se dibuja en los límites difusos entre lo legal y lo ilegal que trafica cuerpos, órganos y armas; en la post-modernidad de doble moral que espectaculariza a los grandes capos, al tiempo que atrapa, condena y castiga a las micro-vendedoras empobrecidas; en el recrudecimiento de las violaciones, en la esclavitud sexual; en las mutilaciones genitales; en movimientos moralistas antiderechos que promueven las maternidades forzadas; en la publicidad sexista que coloca carne femenina en el mercado; en los feminicidios de maquila; en los asesinatos misóginos encubiertos como violencia doméstica. En la violencia, en la violencia, en la violencia.
El neoliberalismo ha convertido la igualdad posible en mera retórica. Contra o junto a él, los socialismos del siglo XXI, socialismos de mercado, estimulan una industria de expertos dirigida a elaborar propaganda para convencernos de que es imposible un mundo no capitalista, no patriarcal, no racista. Los socialismos del fin de la historia intentan despojarnos de la imaginación, de las utopías. En toda Latinoamérica se reprime la protesta, se persigue, apresa y acusa de terrorismo a líderes y a lideresas defensoras de la tierra.
Revolución robada
El poder constituyente se vuelve poder constituido, ilusión fugaz, letra extinta de una Constitución asesinada, en que la autodeterminación de las mujeres ya había sido sacrificada. La violencia del Estado acaba por neutralizar lo alcanzado: plurinacionalidad, derechos de la naturaleza, familias alternativas. El ‘Buen Vivir’ convertido en discurso hueco sirve para contrarrestar las fuerzas anti-neoliberales insurrectas, se desfigura reelección tras reelección.
El populismo neo-desarrollista canaliza las esperanzas de la gente votante: Sin petróleo no hay dinero, sin dinero no hay consumo, sin consumo no hay ‘Buen Vivir’, parece ser su consigna. Maniobras de seducción clientelar, chantajistas, amedrentadoras, ganan espacio, reinstalan las fuerzas conservadoras y reparten cuotas de poder, domesticando la política. Cambiar el Estado ‘desde dentro’ se ha vuelto una práctica turbia.
A nombre de la nueva matriz productiva, a nombre de la redistribución, el Estado patriarcal transfiere capital a constructores de ciudades y escuelas del milenio, hospitales ineficientes y enormes complejos carcelarios; infraestructura útil al disciplinamiento de los cuerpos. Trabajadores funcionales, transexuales heteropatriarcales, mujeres sumisas, indígenas civilizados, clases medias consumidoras encarnan la neutralización de las luchas sociales para dar el aspecto de un capitalismo sano.
El sentido común de la dominación masculina se extiende de derecha a izquierda. Gobierno y movimientos sociales desplazan las reivindicaciones de las feministas populares a la cola de la política. Las jerarquías masculinas presionan para que aceptemos su voz como única autorizada, para que nos representen, como siempre. Oligarcas, gamonales, tecnócratas, indígenas y sindicalistas coinciden en el sacrificio de los derechos humanos de las mujeres por el bienestar general. El pacto inquisidor entre la Iglesia y el Estado hace posible que la ley emprenda una nueva cacería de brujas por abortos clandestinos.
La burbuja del socialismo consumista se desinfla, bajan los precios del petróleo, la crisis acecha. La Constitución ha de ser corregida, enmendada, amoldada para el recambio de las elites: las fuerzas armadas devienen fuerzas policiales, la corrupción toma fuerza, la contratación colectiva se debilita y se afianza la alianza financiera entre el Estado y las empresas privadas. La derecha ubicua se reacomoda en el mismo centro del gobierno mientras la ex-militancia de izquierdas organiza las fuerzas de choque a favor del socialismo capitalista.
Desde la perplejidad
Acribilladas desde distintos frentes, heridas, partidas, preguntamos: ¿Podemos asegurar nuestras posibilidades de vida, la no explotación de nuestros cuerpos, la autodeterminación sexual, el acceso a la salud reproductiva, una economía digna sin construir otro pacto social? Las elecciones venideras del 2017 ya marcan el escenario político. ¿Acaso nos veremos nuevamente abocadas a renovar la cesión de nuestros derechos como mujeres por un supuesto bienestar general?
El gran logro de la derecha aristocrática y oligárquica ha sido una ‘convergencia democrática’ que ocupa las calles junto a los sectores populares y que al tiempo que une a la oposición, borra la lucha de clases, el discrimen étnico. ¿Qué clase de ingenuidad política o viveza criolla podría hacernos confiar en que Laso, Nebot o Gonzáles le apuesten al Estado plurinacional, a los derechos de la naturaleza, de las mujeres o de las diversidades sexuales? El capital nunca abandonará la colonialidad que lleva inscrita a sangre y fuego; expansión que se sostiene sobre el despojo de los pueblos, la dominación y explotación de los cuerpos subordinados.
Nos declaramos pues perplejas ante la rebeldía robada, la violencia sistemática, la homofobia, la transfobia, la misoginia descarnada. Perplejas ante la usurpación del poder popular, ante el arrebato del carácter emancipador de la revolución. Las fuerzas rebeldes nunca avanzarán si no rebasan el mero cálculo electoral, la ambición de poder vertical. La contra-hegemonía requiere perspectiva auto-crítica, reflexión interna, debate político de la propia cotidianidad.
Para una política caminante
Sin embargo, el ‘aleteo de la mariposa’ también expone los vínculos entre las insumisiones globales. Ante imperios y patriarcados, las militantes kurdas se toman las armas en medio del Islam; las amazonas caminan cientos de kilómetros para denunciar la expansión de la invasión colonizadora de sus territorios y proclamar la importancia económica de la ‘selva viviente’; miles de marchantes llegan a París y se toman las calles: ‘¡Cambiar el sistema no cambiar el clima!’, es el grito unívoco. Feminismo policelular que a pesar de la violencia, avanza desde donde puede; desde las andantes de frontera que se organizan en contra de la violencia y dicen: ‘¡ Ya basta!’ ‘¡Ni una menos!’ Desde los comités de prisiones que proclaman ‘¡No más cárceles para la gente pobre!’.
Ante la turbulencia mundial y la crisis nacional proclamamos insubordinación generalizada, levantamiento constante. Las razones de nuestras luchas están en las niñas obligadas a ser madres por la violencia cómplice entre familiares, Iglesia y Estado; en las adolescentes seducidas y abandonadas en lejanos campos petroleros y puestos militares de frontera; en las que desesperadas arriesgan sus vidas para no traer al mundo bocas que no pueden alimentar; en las que deben perseguir al padre de sus criaturas que se niega a pagar lo mínimo para sostener a quienes engendró.
Las razones de nuestras luchas están en las que trabajan triple jornada en la chakra para cubrir el abandono del campo que ha dejado la migración; en las que subsisten preparando comida para la venta; en las perseguidas por comerciar pequeñas cantidades de droga; en las transexuales mutiladas y asesinadas por tipejos homófobos. Las razones de nuestras luchas están en los desplazamientos forzados a enormes complejos carcelarios; en los desalojos de familias enteras en el Monte Sinaí de Guayaquil; en las expulsiones llevadas a cabo por las mineras y el Estado en Tundayme; en la resistencia campesina en Intag; en los pueblos desposeídos y acorralados en su propia selva. ¡Nuestra lucha es a ras del suelo!
Desde abajo y desde adentro, buscamos fisurar el machismo racista y clasista de la nueva-vieja política. Desde la fuerza de la furia creamos espacios de encuentro para rebasar el desencanto. Nos atrevemos a divergir, a descentrar el sentido común de la política patriarcal, a provocar disensos creativos que coloquen en el centro la realidad que nos conmueve. Parimos una política desde las entrañas, desde las oprimidas, desde las jodidas, desde las jefas de hogar que no alcanzaron a tener títulos de tercer nivel y que hoy se encuentran con un mercado laboral que las expulsa y desalienta.
Nuestro horizonte político parte desde lo deficitario y desde lo subalterno, reconoce la interdependencia entre autonomía personal y convivencia colectiva. Política desde estudiantes, maestras, aprendices investigadoras, jóvenes y viejas, madres, hijas, hermanas, amigas, a quienes nos urge ubicar el debate en el seno de lo social, desplazando al Estado, al mercado, a las Iglesias como núcleo de la toma de las decisiones.
Marchamos por el agua, la tierra, los territorios y la dignidad, en contra del despojo de los pueblos. Marchamos por la soberanía alimentaria y por la soberanía de nuestros cuerpos de mujeres, por la autoridad sobre la gestión de nuestras vidas. No podemos solucionar el problema de la depredación del capitalismo global, solventar la deuda de los cuidados, frenar la violencia misógina si no reorganizamos la repartición sexual del trabajo, del cuidado y de los afectos.
Pese a las desigualdades y diferencias entre nosotras, nos atrevemos a proponer la reinvención de una política feminista caminante como experiencia vital. Nos atrevemos a proponer la esperanza, un nuevo pacto social. Vamos a imaginar nuevamente un mundo post-capitalista, post-patriarcal, post-carcelario, anti-racista, vamos a inyectarle nueva vida. Nos atrevemos a plantear la reorganización de las fuerzas sociales alrededor de la praxis cotidiana, la reconstrucción de los deseos y las necesidades individuales y conjuntas. La abundancia de los bosques, los cuerpos, los placeres forman parte de una reinvención del sentido de lo justo, única posibilidad realista de sobrevivencia.
En contra del desaliento, dibujamos una plurinacionalidad mestiza insubordinada al blanqueamiento civilizatorio de las identidades e insumisa frente a la violencia contra las mujeres. ¡No estamos dispuestas a negociar la autodeterminación de nuestros cuerpos! ¡No estamos dispuestas a la renuncia a los derechos económicos ni políticos! ¡Nos negamos a pactar con quienes nos silencian! ¡No vamos a ceder ni un solo derecho! Nosotras las caminantes, reivindicamos lo mejor del mundo, todo lo bello porque eso es lo justo.
[…] Fuente: lalineadefuego.info […]
Interesante artículo, lo hemos publicado con vuestro permiso por considerarlo importante su difusión:
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Muchas gracias,
Saludos.