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NICOLÁS MAQUIAVELO DESCANSE EN PAZ. Por Ramiro Mantilla

28 de enero 2016

Podríamos pensar, que también está revolcándose en la tumba al saberse utilizado por cuanto imbécil oportunista que cree practicar y repetir: “el fin justifica los medios”, ya se considera un “expertísimo político”. Los últimos cuarenta años nos dejan innumerables ejemplos de los más patéticos especímenes variopintos que han usufructuado, medrado, esquilmado, aprovechado de los poderes con inconfesables propósitos ligados a intereses fácticos, capitales especulativos, cacicazgos parroquianos, afanes imperiales o por “simple ignorancia”. Ahora tenemos en el escenario tantos y cuantos que se los puede distinguir sin mucho esfuerzo, para afirmar que el hacer política no es cuestión de simple voluntad, sino de conocimiento, preparación, confrontación, inserción en la realidad, compromiso con las grandes causas de la humanidad, ubicado espacial y temporalmente en su entorno.

Si los embriones de candidatos que siguen armando las unidades opositoras, más los eternos perdedores y los que se eternizaron en la representatividad local demostraran conocimientos amplios de la economía política, la historia, filosofía, planificación; transparentaran sus cuentas y contaran sus “milagros y pecados”; sustentaran sus discursos sobre hechos de vida ciertos que den cuenta que comparecen con los conglomerados sociales, no para timarlos y explotarlos, sino ser sus interlocutores válidos que estén dispuestos a firmar su renuncia irrevocable sin fecha, que se haga efectiva el día que traicionen sus principios. Claro, unos luchan con y por principios y otros defienden y están sometidos a intereses de los dueños de las mafias electoreras y propagandísticas del capital. ¡Maquiavelismo nada perverso!

Revisar las páginas de la historia que se cuenta en cientos de años como decía Goethe, nos exige dedicación venciendo la pereza intelectual propia de charlatanes, dogmáticos, sectarios, anacrónicos que pululan las universidades y los pasillos de los centros de poder. Menos mal, que la misma crónica de la humanidad nos demuestra con ejemplos concretos que el dispositivo comunicacional a nuestro alcance, ya no admite fariseos que timan la credibilidad de los seres human@s.

El susodicho Nicolás Maquiavelo se manifiesta como la expresión de las mentes aburguesadas. Su origen es de extracción noble empobrecida, nació en Florencia Italia (1469-1527). Fue secretario del “consejo de los Diez” durante 14 años ininterrumpidos. Dicho estamento fue el órgano de gobierno principal de la República Florentina. Sufrió una persecución implacable de Lorenzo de Médicis cuando éste retornó al poder. Sus condiciones precarias acicateo su reserva de información, luego de estar cerca del poder y en la sombra escribió varias obras, entre las cuales se cuentan dos tratados de política: Discursos sobre los diez libros de Tito Livio” y la tan afamada “El príncipe”. El buen lector advertirá una flagrante contradicción entre las reglas para un gobernante absoluto y las secretas maniobras con rasgos de excelencias de la antigua República Romana. Maquiavelo destaca sin ambages las condiciones excepcionales, las virtudes de sobriedad e independencia que caracterizaban al pueblo romano durante la vigencia de la República, jugando la temporalidad de la Italia un Estado vigoroso y Centralizado en una monarquía Absoluta; señala las normas de conducta para el Príncipe como gobernante. Exige al pueblo la práctica irrestricta de la moral, pero el Príncipe está al margen de esa moral. Hasta hoy una práctica desaprendida, pues algunos inefables adulones de Carondelet, El Congreso, Contraloría, Cortes y Tribunales; cúpulas eclesiásticas, militares y policiales; las Cámaras y los “académicos-analistas”; los comentaristas, editorialistas, lectores de noticias, presentadores de basura televisiva nos dan antitestimonio diario; su doble moral avergüenza. Se mezclan el dolo, la impunidad, la crueldad… dejan de lado toda moral en la cuestión de defender su status y el interés meramente material, haciendo uso de cualquier recurso, hasta invocando la Constitución y las leyes acomodadas a su antojo y arbitrio.

Igual que Maquiavelo, algunos personajes que se autocalifican de “predestinados y mesiánicos” creen todavía con chuchaqui aristocrático que los seres humanos son malos por naturaleza y las mismas pasiones inducen a unos y otros en la Historia de la Humanidad. La codicia y la ambición son vectores de sus actos. Están convencidos de su perspicacia, astucia y prepotencia y no admiten la confrontación con los poderes, los otros reales que nacen en la soberanía del pueblo; odian a quienes les hacen sombra. La religión predicada desde las concepciones dogmáticas inquisitoriales juega un rol de afianzamiento del poder del Estado, alimentado por el miedo de los ciudadanos, pobladores y habitantes. El PODER come miedos.

El perfil apropiado para asumir el “principado criollo”, contempla sea despiadado, pérfido, indolente, descarado, demagogo, astuto “hay que ser una zorra para ver los lazos y un león para ahuyentar a los lobos”. Don Nicolás Maquiavelo recomienda a rajatabla la inviolabilidad de la propiedad privada. “Más fácilmente olvidan los hombres la muerte de sus padres que la pérdida de su patrimonio”. “A los hombres, dice, hay que atraerlos o deshacerse de ellos”. “Pueden vengarse de las ofensas leves, pero no de las graves, así que la ofensa hecha a un hombre ha de ser tal que el príncipe no pueda temer la venganza”. No duda en sugerir la violencia, los escarmientos, los asesinatos, las venganzas financieras; cuando no el chantaje o la elegancia de la humillación pública. También y en sumo grado conmina al uso de las fuerzas represivas, según él, “siempre habrán buenos amigos mientras haya un aparato represivo poderoso e implacable”. Aconseja el castigo con rapidez a sus opositores y hay que hacerlo con audacia y decisión. El cinismo es el recurso predilecto para hacerle el quite a la crítica. Está ausente la autocrítica. El Poder definitivamente le entontece, envilece, entorpece…hasta la paranoia, que le llevará al sepulcro entre los vivos. Cuantos de nuestros amigos, conocidos, colegas han caído sin vuelva luego en la ignominia, mostrándose inclusive “orgullosos” de ser déspotas ilustrados, que reniegan su pasado comprometido con las causas justas de la humanidad. Los que medran de los procesos revolucionarios son lastre de la historia.

Si por casualidad conoce algún personaje con influjo maquiavélico de esos que huelen a cloroformo, sin embargo se alimentan de los homenajes y auto reconocimientos “públicos” fraguados, no dude en proclamar que Nicolás Maquiavelo descansa en Paz. A los de ahora de carne y hueso los enterrará la nueva historia que la estamos escribiendo para contribuir consecuentes a la revolución de la humanidad en su infinito avance al PROGRESO SOCIAL sin exclusiones.

Ramiro E. Mantilla V.
Cátedra de Pensamiento Sociopolítico.
Sociólogo y Comunicador Social.

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