El filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría nos anticipó diciendo que los tejidos ampulosos de la modernidad capitalista suprimen, pero no absolutamente, la fiesta y por tanto la política como irreverencia. Es común hoy escuchar: “en Quito no se juega carnaval”. Lo profano ha sido sacralizado. Pero también ha sucedido al revés. La fiesta se ha recreado con objetivos enajenantes. Despidos y paquetazos se hacen previos a los feriados.
Varios procesos electorales han coincidido con las fiestas de carnaval. El carnaval es el momento de disrupción y rebeldía por antonomasia. El sublime acontecimiento profano que cuestiona la tradición religiosa. El carnaval (pawkaraymi) de la abundancia que contradice el ayuno ascético de la cuaresma.
Las actividades electorales mal que bien cuestionan las gestiones de los gobiernos anteriores y contemplan posibles cambios. La verbalización electoral podría producir rupturas en el discurso de lo político instituido. Sin embargo, aunque quisiera equivocarme, en Ecuador esto no ocurre. El discurso es de lo más tradicional, con tufo a neoliberal.
El cuestionamiento a los gobernantes de turno, la crítica a los candidatos, el debate entre ellos es coartado. Como si criticar y dudar fuera pecado. Así el carnaval de la política expresa sus toques de fanesca (plato de comida ecuatoriano), de entremezcla. La dualidad del campo político ecuatoriano correísmo/anticorreímo del proceso anterior hoy está confundida en la fanesca, parece inexistente, pero es el ingrediente principal.
La fanesca política une a multitud de candidatos otrora de diferentes partidos e ideologías en una misma mixtura con olor a pescado seco. Aunque el arte, el deporte o la recreación no sean de por sí un impedimento para conocer de política, se ha agregado a la mezcla artistas, deportistas, modelos y hasta payasos sin mayor conocimiento de cultura general, menos de principios políticos.
Pero también los candidatos que antes eran de un mismo partido hoy están dispersos en diferentes alineaciones. No se cuestiona al candidato de la otra orilla porque se conocen entre ellos los “lleves” y los “cabildeos”. Los rabos de paja azuzan la candela. En consecuencia la actual fanesca política se torna de lo más conservadora. A pocos días de las elecciones nos mantenemos expectantes.
*Abogado, licenciado en Filosofía y magíster en Sociología. Actualmente, docente de la Universidad de Cuenca.