Hace rato que los jerarcas del correísmo obtuso traspasaron la frontera de la psicología. La diferencia es que ahora se nota, ya no cuentan con el andamiaje propagandístico que les permitía mistificar desvaríos e irregularidades de toda laya.
Durante el correato bastaba una sabatina para tergiversar la realidad o para alterar los hechos. Se montaban acusaciones con la misma ligereza con que se absolvía a culpables. Pedro Delgado fue declarado inocente mientras se encarcelaba por terrorismo a los diez de Luluncoto y una aterradora mayoría de ecuatorianos terminaba convencida de las mentiras oficiales.
Una década de sistemática manipulación de la realidad derivó en la total enajenación de los cuadros de Alianza País. Estaban alucinados. Creían en el proyecto con igual fanatismo con el que confiaban en la impunidad eterna. Su autodefinición de revolucionarios les confirió el estatus de intocables. Todo estaba permitido en aras del supuesto cambio de época. Si vieron una refinería en el terreno del Aromo, ¿por qué no iban a ver el socialismo en un régimen populista y corrupto?
¿Qué hizo posible este comportamiento? Pues la convicción de que se podía confundir realidad con ficción. El correísmo se sumergió en una fuente inagotable de delirios, donde los límites de la realidad eran empujados a punta de proclamas grandilocuentes.
Esto, justamente, vuelve patéticas las respuestas que dan cuando se sienten acorralados por la justicia. Les parece inconcebible, insólito e intolerable estar del otro lado del paraíso. Pretenden transformar sus actos de corrupción en epopeyas fantásticas, como si lo que todos observamos durante una década fueran simples espejismos.
La repentina opulencia de muchos altos funcionarios del anterior gobierno se la atribuyen a la suerte. El obsceno despilfarro verde-flex en las incontables campañas electorales no sería más que un legítimo acto democrático.
Por eso las declaraciones de Galo Mora, Gabriela Rivadeneira y Doris Soliz desmintiendo el aporte de Odebrecht a las campañas de Alianza País resultan penosas. Están desconectadas de la realidad. Los aludidos niegan la existencia de una miríada de funcionarios del correato presos y prófugos por su responsabilidad en la trama de corrupción montada por esa empresa. Hacen una abstracción de los procesos judiciales que se siguen en el Perú contra varios expresidentes y exministros. ¡Solo falta que digan que Alan García está vivo!
La falta de reserva puede ser un defecto, pero en el caso de la política ecuatoriana viene a ser una virtud, porque tarde o temprano permite conocer los meollos del poder. Durante una década, y a pesar del control y del miedo, los funcionarios correístas de menor rango comentaban en voz baja sobre las corruptelas de sus jefes. Era la catarsis de los avergonzados. Hoy se comprueba que esos rumores eran ciertos. Nada más.
Arroz verde no es comida nuclear. Es plato criollo. Tan real como las uñas ardientes de sus voraces y hambrientos beneficiarios.
*Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum – Cuenca. Ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.
Excelente artículo