Con la novedad señora Ministra del ramo que, después de haber indagado a profundidad sobre el felino del señor Assange, debemos concluir que, en efecto, el gato es un espía de peligrosidad A4, que en términos policiales significa amenaza rectangular. A nuestro entender es más nocivo que el sueco hacker que ya fue encarcelado por dar muestras irrefutables de que es amigo de hace muchos años, lo que lo convierte en culpable de coincidencia ideológica externa.
Tomamos como evidencia las declaraciones del embajador de Ecuador en Londres, Jaime Marchan, sobre el hecho bastante cierto de que el gato puede tener instalada una cámara en su collar con la cual espiaba a todo el personal de la Embajada. Marchan sostiene que él mismo fue testigo de una conversación en clave entre el gato y su dueño. Afirma que en cierta ocasión el gato en mención entonó una canción: miau miau miau –maullaba enérgicamente mientras Julian escribía en el teclado de su computadora frases inentendibles-, que a decir de los expertos, puede ser un lenguaje cifrado felihumano que sólo los expertos en programas informáticos de habla inglesa entienden.
En efecto, señora Ministra, nuestra inteligencia ha detectado –después de revisar varios videos- que el gato no era tan normal como los otros gatos, puesto que se notaba en su mirada un aire de pérdida de identidad felina –tal como la mirada del gabinete de nuestro Presidente- que hacía presagiar que el gatito fue sometido durante meses a un entrenamiento para desanimalizarlo y convertirlo en un felinohacker las veinte y cuatro horas del día. Este hecho –calificado por todos como estúpido y surrealista- puede ser real. Han existido animales que han logrado hazañas increíbles. Recuerde usted que fue una paloma quién informó a los ingleses de la derrota de Napoleón en la batalla de Waterloo de 1815. Un vuelo que le valió al animal el grado de teniente en las fuerzas armadas. El Embajador creyó escuchar una ocasión que Assange había nombrado a su mascota como Anonymous, lo que en el mundo cibernético equivale casi casi a general de brigada.
Los expertos en mascotas -nombrados por este gobierno- han analizado los movimientos y actitudes del gato, no el de barba, sino el de bigotes. Cuando comía siempre dejaba seis whiskas en el plato, lo que a entender de mis superiores es una forma de avisar a Assange sobre los planes del personal de la Embajada para intimidarlo. Cuando defecaba lo hacía en las esquinas donde había mayor humedad, aunque a veces lo hacía en los retratos del Presidente que estaban sobre el escritorio de entrada. Menos mal que intervenimos a tiempo porque descubrimos fotos suyas, señora Ministra, también del señor Roldán, del señor Cuesta y del señor Michelena que estaban embadurnadas de popó del animal. Parece que el felino era más inteligente de lo que nos imaginábamos.
En conclusión, señora Ministra, no cabe duda de que el minino y su amo estaban urdiendo un plan para desestabilizar a su gobierno a punta de espionaje gatuno y de heces fecales con desperdicios cifrados. Es una pena que el gato haya salido semanas antes, pues era imprescindible interrogarlo con los perros policías con los que cuenta el gobierno para estas lides. Sin embargo, con los datos que tenemos y las huellas digitales del gato en mención, podemos afirmar que se trata del primer caso a nivel mundial de felino espía por inducción.
Estamos haciendo todo lo posible para que este informe no se filtre, pues sabemos de la capacidad de Assange y de sus Wikileaks. El felino ya fue localizado y está siendo espiado las 24 horas del día por agentes nuestros con el objetivo de adelantarnos a una futura conexión entre él y su ex amo, que puedan desestabilizar a su gobierno, que es el gobierno de todos.
Hasta una próxima comunicación, me suscribo de usted señora Ministra. Y no se preocupe, que su nombre y el de sus amigos no serán mancillados por ninguna mascota, por más popó que deje en su camino. Tiene mi palabra.