Por Alberto Acosta y John Cajas Guijarro*
Entre desigualdades coyunturales y estructurales[1]
Joseph Schumpeter llamó al capitalismo la “civilización de la desigualdad” (1949, p.419)[4]. Pero, si refinamos el análisis, vemos que el capitalismo no posee una sola desigualdad, sino múltiples desigualdades de diferentes dimensiones (económicas, étnicas, de género, políticas, regionales, etc.) que tienden a entrecruzarse. En particular, dentro del capitalismo encontramos desigualdades estructurales que muchas veces quedan ocultas tras el inmediatismo de las desigualdades coyunturales.
Un caso destacable de ese vínculo entre desigualdades coyunturales y estructurales dentro del capitalismo es la relación entre la desigualdad en la distribución del ingreso y la desigualdad en la distribución de la riqueza. De hecho, entre los dispositivos que posee el capitalismo para construir hegemonía[5], está justamente la capacidad -en especial durante la etapa de auge del ciclo capitalista- de reducir la desigualdad del ingreso entre trabajadores (asociada a varios elementos coyunturales), sin tocar la desigualdad de la riqueza que poseen éstos y la riqueza que poseen las clases dominantes (asociada a aspectos estructurales).
Tal capacidad se recoge en lo que Jürgen Schuldt llama la hipótesis del “hocico de lagarto”[6], según la cual es factible mejorar la distribución del ingreso a la vez que la “riqueza” sigue concentrada. Es decir, puede reducirse la pobreza sin tocar a los ricos, aumentando la equidad coyuntural entre hogares trabajadores sin tocar las desigualdades estructurales que éstos enfrentan respecto a las clases dominantes.
“Yo soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, así como la prosperidad de las naciones no serán nunca nada más que mentiras”.
Mijaíl Bakunín
En términos más concretos, la hipótesis del “hocico de lagarto” (matizada por los autores de estas líneas para recoger el efecto de los ciclos de la acumulación capitalista y el papel del “hocico” en la construcción de hegemonía) plantea el vínculo entre ingreso y riqueza por medio de la siguiente analogía:
- La mandíbula superior del lagarto recoge la elevada desigualdad de la riqueza, la cual posee una rigidez (casi) estructural y solo se mueve ante cambios igualmente estructurales en las relaciones de propiedad de esa riqueza. La desigualdad en este caso es persistente a causa de los procesos de concentración/centralización propios de la acumulación capitalista.
- La mandíbula inferior del lagarto recoge la cambiante y coyuntural desigualdad del ingreso entre trabajadores, la cual disminuye gracias a la holgura de las etapas de auge (“lagarto” aflojando a sus presas) y aumenta por la escasez en las crisis (“lagarto” apretando a sus presas); todo en medio de un ciclo de acumulación capitalista que se vuelve más volátil e inestable a causa del extractivismo y la dependencia.
Por cierto, si la holgura en la cual el “hocico de lagarto” baja su mandíbula inferior -es decir, disminuye la desigualdad del ingreso- se combina con instituciones que inducen a que los trabajadores se preocupen más de su posición relativa entre ellos[7] y olviden su posición absoluta ante los dueños del capital, entonces la hegemonía se consolida (mucho más si la sociedad está embriagada -y corrompida[8]– por las rentas extractivistas).
Todo este perverso proceso de un “hocico de lagarto” que alimenta tanto a los ciclos de la acumulación capitalista como a la construcción de hegemonía solo puede romperse con cambios estructurales que, cual martillo, hagan cerrar el hocico al lagarto bajando su “mandíbula superior”. En ese caso los engullidos serían los explotadores, sin embargo ¿quién tiene el martillo en el capitalismo?
Se ve, pues, que los ciclos se “apalancarían” en la distribución del ingreso, sin redistribuir los medios de producción ni la riqueza en general; redistribución que solo se daría al romper la concentración y centralización estructural del capital. Pero si no hay cambios estructurales (peor si no se transforma las estructuras económicas para romper con el extractivismo y la dependencia), el “lagarto” se la pasará “abriendo y cerrando el hocico” estrujando al ser humano e incluso a la Naturaleza.
Fue justo ese ejercicio hegemónico y de apalancamiento el que se ejecutó en el Ecuador durante la década correísta y ha continuado en ejecución en el morenismo. Primero el gobierno del entonces presidente Rafael Correa se concentró en combinar la holgura en la cual se redujo la desigualdad entre trabajadores con varias instituciones que buscaron desviar la atención de éstos de la elevada desigualdad de la riqueza. Los discursos grandilocuentes de un gobierno que promovía la equidad se combinaron con el silencio tras el cual grandes grupos económicos mantuvieron intacta su concentración de riqueza y medios de producción (como el agua, la tierra y hasta los activos).
Así, mientras aumentaba el salario básico (al inicio más que al final del correísmo[9]) junto con la inversión social (sin llegar a los mínimos constitucionales de 6% del PIB en educación -transitoria decimoctava- y 4% del PIB en salud -transitoria vigesimosegunda-), grandes grupos consolidaron su poder. Las palabras del propio expresidente Correa son claras al respecto: “Los trabajadores han duplicado sus salarios. Los empresarios, pese a todos los llantos, triplicaron sus ganancias en estos 10 años”[10].
Luego, con Lenín Moreno como presidente, el ejercicio hegemónico ha continuado con discursos de diálogo que buscan sostener a un gobierno que se hace llamar “de todos”, pero que en su práctica demuestra un claro sesgo también hacia los grandes grupos económicos. Todo en una consolidación del retorno del Ecuador al neoliberalismo puro y duro que, de hecho, fue iniciado por el propio correísmo y que ha dejado de lado cualquier transformación estructural que rompa el “hocico” del lagarto.
Por tanto, el posible cumplimiento de la “hipótesis del hocico de lagarto” -con sus matices- en el Ecuador tanto en tiempos correístas como morenistas evidenciaría que, en dichos períodos, no se vivió ninguna transformación estructural (y hasta podríamos secundar a Arturo Villavicencio[11], quien señala que la “transformación productiva” en el caso del correísmo fue una mera estafa política; a lo cual agregamos que, en el morenismo, dicha “trasformación” ya ni siquiera aparece en la agenda).
Además, la falta de transformaciones estructurales hizo que grandes grupos se beneficien de los “buenos años” correístas mucho más que las clases populares. Esos grupos consolidaron, sobre todo, una gran concentración de medios de producción, obteniendo un poder que incluso les permite bloquear cualquier transformación (como ya lo hemos dicho antes[12]). Así surge una situación en donde el poder de los grandes grupos y la falta de transformaciones estructurales se retroalimentan, ya sea con mecanismos “legales” o “corruptos y corruptores”. Tal lógica perversa fue algo que el correísmo nunca afrontó -ni le interesó hacerlo- a pesar de todos los vientos que tuvo a su favor, mientras que el morenismo ha usado como pretexto los tiempos de crisis para directamente abalanzarse a los brazos de esa lógica favorable a sostener el poder de unos pocos.
Dicho todo esto, estudiemos al “hocico del lagarto” capitalista y su vínculo con el poder económico-político ecuatoriano en tiempos correístas-morenistas.
Leer el artículo completo: aquí
*Alberto Acosta. Economista ecuatoriano. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Candidato a la Presidencia de la República del Ecuador (2012-2013). Compañero de lucha de los movimientos sociales.
*John Cajas Guijarro. Economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Doctorante en economía del desarrollo en FLACSO-Ecuador.
ATENCIÓN: Este artículo es una versión actualizada-modificada del texto “El “hocico de lagarto” del correísmo” publicado en el libro El gran fraude. Quito: Montecristi Vive, y del texto “La hegemonía tiene hocico de lagarto” publicado en el portal Opción S
Fotografía: Referencial de Pixabay.
[4] Ver su libro Capitalism, Socialism and Democracy. Nueva York: Harper Torchbook Edition.
[5] Entendiendo a la hegemonía como un “liderazgo político basado en el consentimiento de los dominados, un consentimiento que es asegurado a través de la difusión y la popularización de la visión del mundo de la clase dominante”. Ver la definición planteada en el artículo de Thomas Bates (1975): “Gramsci and the theory of hegemony”, Journal of the History of Ideas, 36(2), p.352.
[6] Ver el artículo de Jürgen Schuldt (2013): “Distribución del ingreso versus distribución de la riqueza”, mayo 13 de 2013. Disponible en: https://bit.ly/381t3Ls
[7] Una idea similar la expuso John Maynard Keynes en su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (1936) al afirmar que “el efecto de la unión de un grupo de trabajadores consiste en proteger su salario real relativo” (p.24).
[8] Respecto a la corrupción asociada al rentismo extractivista se recomienda el artículo de Acosta y Cajas-Guijarro (2018): “Cruda realidad: corrupción, extractivismos, autoritarismo”, Rebelion.org. Disponible en: https://bit.ly/2SnTPaj
[9] Para un recuento del avance salarial durante el correísmo se recomienda el trabajo de Jonathan Báez (2016): “El alza salarial en un contexto de crisis”, La Línea de Fuego, diciembre 07 de 2016-
[10] Ver la declaración recogida en el artículo de Ecuador Inmediato: “Presidente de Ecuador: “¡Que nadie sea correísta, que todos seamos, bolivarianos, alfaristas, montoneros, para seguir cambiando la Patria!”, mayo 01 de 2017.
[11] En particular se recomienda el artículo de Arturo Villavicencio: “El cambio de la matriz productiva o la mayor estafa política de la historia”, Plan V, julio 04 de 2016.
[12] Ver, por ejemplo, el artículo de Alberto Acosta y John Cajas Guijarro (2016): “Ocaso y muerte de una revolución que al parecer nunca nació”, Ecuador Debate, no.98.