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domingo, diciembre 22, 2024

EL OBISPO PROAÑO NO ESTARÍA CON LA REVOLUCIÓN CIUDADANA. por Ileana Almeida*


En una de las últimas sabatinas, el presidente Correa afirmó que si monseñor Leónidas Proaño viviera estaría del lado de la “revolución ciudadana”. Pero evocando el pensamiento del “obispo de los indios” se concluye que, más bien, era diametralmente opuesto al del mandatario.  Una vez en Chimborazo transitamos por un interminable y quebrado chaquiñán para llegar a una comunidad aprisionada entre los pliegues de las montañas. Pronto se corrió la noticia de su presencia y se reunió una pequeña multitud de ponchos y llicllas. Iban a contarle las durezas de la vida, la falta de tierras, la emigración de los jóvenes. Escuchó en silencio, angustiado por no poder remediar el abismo que se abre ante la gente carente de recursos. ¿Apoyaría el apóstol de los sin tierra el acoso a los wao en aislamiento?

Yaya Marcos era un indio anciano y sabio que recibía en su casa de La Calera a quienes acudían en busca de consuelo. Invocaba con sus cánticos al espíritu de los montes, tratando de contrarrestar con la fe el dolor de los sufrientes. Monseñor Proaño, a quien le parecía intolerable que el Estado se identificara solo con la religión católica, cuando estuvo en presencia del yachac le manifestó que el mundo de la fe es uno solo y  que las prácticas ancestrales son tan valederas como las cristianas y que no tienen por qué contraponerse. Y, además, que en la capilla que pensaba construir en Puca Huaycu habría un gran ventanal para contemplar al “taita” Imbabura. ¿Habría estado de acuerdo con que se cercara a los waorani, habitantes seculares del Yasuní, cuya cosmogonía alude a la totalidad del universo?

En 1962, el obispo que se sumó a la Teología de la Liberación organizó  las Escuelas Radiofónicas de Riobamba para alfabetizar y educar en sus propias lenguas a los indígenas. Años después, la Educación Intercultural Bilingüe, alcanzada por la lucha de los pueblos originarios, continuó la idea  de Proaño, y los esfuerzos intelectuales de estos se orientaron a reforzar  identidades y proyectar ideales. Con la teoría del Estado Plurinacional se trazó una nueva directriz en las Ciencias Sociales y los indígenas alcanzaron algunos espacios de poder. Ahora, sin embargo, se intenta imponer una nueva forma de colonialismo: una “revolución” promovida por el gobierno y no por el pueblo; la cesión de territorios indígenas ricos en yacimientos minerales y petrolíferos; la suplantación del concepto de pueblos por el de una incierta “ciudadanía” controlada por la administración pública; la imputación de “impedimentos” que se atribuye a los indígenas cuando se busca instaurar, a cualquier precio, políticas extractivas fundamentalistas, llegándose al extremo de suprimir a esos pueblos de los mapas. ¿Monseñor Proaño habría estado conforme con  el exterminio físico y la negación cultural de los indígenas, a los que defendió con ahínco y dignificó por convicción?

 

     

 

   

 

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