Cuando se presentan epidemias, la reflexión filosófica emerge en la sociedad porque la muerte y el miedo configuran escenarios tangibles que se apoderan de colectivos humanos ante la inminencia de lo fatal, es un momento de la existencia donde la levedad del ser y la nada configuran el todo.
Pero una rara filosofía moral se configura en la crisis de la epidemia del coronavirus por las contundencias de lo que dice el poder político e institucional, nacional e internacional, que es verdad a medias, mentira o enunciación fallida que nunca alcanzara a cubrir las angustias de las masas. La función ideológica se debate en creer o no creer y la epidemiologia científica se bate en el silencio, la prudencia o la sumisión ante el discurso de los gobernantes.
Los epidemiólogos sabemos que debemos plantear problemas que podemos dar respuesta y en mal cálculo los que hacen rectoría no correlacionan la información pública con las consecuencias, así la alerta se derrota para dar paso a la alarma. Se supone que la creencia moral del poder es motivar, pero en nuestra realidad parece que la acción gobernante infunde el desanimo y el temor de los conglomerados, incluidos los miedos mismos de los profesionales de la salud.
Las creencias morales del poder saben los delitos del Estado y sus omisiones aunque no lo digan, saben por ejemplo que la epidemiología ecuatoriana es una cenicienta huérfana a la que no se la considera una especialidad ¡Qué Horror¡ como sabe además que en los últimos 14 años a los epidemiólogos se les dio la tarea de llenar matrices y contar casos, tarea digna de un buen bachiller. En el país la epidemiologia crítica, la epistemología, el debate, la predicción, la prevención no eran parte del ejercicio institucional. Muchos buenos epidemiólogos regresaban a prisa a la clínica, es decir la atención a la salud dando paso a la atención a la enfermedad.
“La epidemiología ha salvado más vidas que todas las terapéuticas”.
Héctor Abad Gómez
En epidemiología la Epistemología justifica la idea de lo necesario y debería ser que cuando los epidemiólogos hablan, los gobernantes deben callar, pero no es así. En más de una ocasión se ha mandado a callar a los epidemiólogos, se los sentenció al silencio, se les rescindió el contrato o se los mando a sentar o a construir indicadores a la medida que los políticos necesitaban presentar. Desde hace mucho tiempo se nota la omisión del criterio epidemiológico cuando hay brotes porque son políticos mal informados e informadores politizados los que marcan el tiempo y sus definiciones.
Se debe proporcionar justicia y verdad necesaria inmediatamente relacionada con el ejercicio de la conciencia, se debe privilegiar la técnica y la moral, la prudencia. Digamos la verdad: en el país no hay epidemiología aunque hayan buenos epidemiólogos y el resultado se anuncia por sí mismo en esta epidemia por coronavirus, hasta el momento somos el país con mayor número de infectados. El pequeño Ecuador tiene más casos que México, Brasil o Argentina, los gigantes de Latinoamérica y esto es un fuerte llamado de atención al sistema de vigilancia. En China la epidemia reduce la tendencia de infectados en Ecuador crece la curva.
Políticos escuchen a los epidemiólogos, epidemiólogos lideren la alerta y la respuesta rápida. Se impone posicionar la epidemiología como el eje de la acción sanitaria. Hacer que los epidemiólogos sean los primeros actores en atención a la demanda social, así lo exigen las enfermedades emergentes y reemergentes, la exposición a riesgos ambientales y la posibilidad de las inminencias de brotes endémicos y epidémicos en expansión.
“Políticos escuchen a los epidemiólogos, epidemiólogos lideren la alerta y la respuesta rápida. Se impone posicionar la epidemiología como el eje de la acción sanitaria. Hacer que los epidemiólogos sean los primeros actores en atención a la demanda social”.
*Doctor en epidemiología, máster y especialista en salud pública y catedrático de posgrado.