¿Somos sensibles solamente al horror?, dejamos de apreciar la belleza de un giro, de un drible, de los dos goles, que llegaron en el tiempo y espacio justos, representación de una ganancia popular frente a una invasión militar. Ese fue el contexto de la gloria de Maradona. Quien no pueda ver en ese gesto, en ese gol, la eliminación de Inglaterra de la final del mundial México-86 y de las Malvinas, no podrá ver la leyenda.
El miércoles 25 de noviembre de 2020, Día de la No Violencia Contra la Mujer, coincidió con su muerte, y luego de ver a lo largo de varias horas los memes, las publicaciones, las fotos, en fin la militancia de redes, me pregunto: ¿qué tiene que ver Maradona con los feminismos? Porque la violencia sobre las mujeres es estructural y sistémica, viene desde el patriarcado y desde el machismo, es soportada desde el capital y la cultura, aceptada y naturalizada desde nuestro yo y nuestras subjetividades, tenemos que ver todes, ¿o no?
Digo, tal vez cuatro de cada cinco hombres, nuestras parejas elegidas, amigos, compañeros de trabajos, profesores, familiares etc. hacen parte del problema, y cuatro de cada cinco mujeres tal vez los invisibilizamos o disfrazamos.
Maradona inventó un lenguaje en el fútbol, que llevaba el ritmo y la cadencia de las gentes de la periferia bonaerense de donde venía, de Villa Fiorito, inventó el fútbol para Latinoamérica, antes y después de eso solo era una quimera.
Tomar partido por un bando acribillando al otro es anular la posibilidad de conversar, escoger un lado de la batalla es darle la espalda a la grieta que la posibilita, la que construye el sentido de la lucha y por donde se ve el camino que no se ha de repetir. ¿Cerramos todo, quemamos como nos quemaron, jugamos el juego que nos censura, o re inventamos el de la discusión y el debate?
¿Cómo nos deshacemos de la leyenda, de los recuerdos que nos suscita, de los gritos de nuestros padres y abuelas que saltaron en cada jugada creyendo tocar el cielo, cómo deshacemos la figura mítica reproducida en miles de camisetas que nos calmaron el frío o el abandono de nuestros propios goles, cómo se hace para tachar lo que está mal y sobreponerlo sobre lo que está bien, sin salir lesionado de la cancha de la pasión?
Quemando no creo, ni libros ni brujas ni dioses, lo que hay que quemar son las trampas del patriarcado, y quien se enrede en ellas pierde la posibilidad de encontrar similitudes en las diferencias, y terminará pareciéndose a lo que no somos y lo que no queremos. Nunca más y ni una menos.
“Tomar partido por un bando acribillando al otro es anular la posibilidad de conversar, escoger un lado de la batalla es darle la espalda a la grieta que la posibilita, la que construye el sentido de la lucha y por donde se ve el camino que no se ha de repetir”.
*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción.