18 de julio de 2016
Se reproduce a continuación, no sin olvido de ciertos fragmentos a falta de registro fidedigno, el improbable monólogo de una empleada de oficina pública en la entrada del edificio… ¿o fue la señora de un puesto de venta popular? Espero sepan perdonar la desmemoria, pero todo fue muy rápido y a veces importa más el contenido que el sujeto hablante. Pero fue en San Francisco de Quito, muy cerca de la hora del café matutino, el decimoctavo lunes del mes de julio, de este año nefasto. Y el monólogo iba así, eso creo:
No sabe lo que dice, el presidente: sobre el tema de los cubanos deportados. Y lo digo con respeto, que aunque errar es tan común como el olor de las axilas, hay quien piensa por ahí que no lo es para los presidentes. Aunque debería serlo, en este caso. Porque si el presidente no se equivoca, nos estaría mintiendo. Y como eso no es posible, solo le queda el errar en su defensa.
Yo estuve allí y vi el rostro de una niña de 16 años gritando frente a un cordón armado por la policía. Sus padres fueron deportados. Y los antimotines hacían una muralla de cascos, fusiles, pecheras y ojos ausentes. “No eran personas”, eso dijo la niña. Y con estos ojos que la tierra se va a tragar un día, vi unos hombres de esos del GIR, subir al Hotel Carrión con tremenda escopeta, y en la ventana les vi golpearles, y como apagaron la luz para que desde abajo no se viera y las mujeres dejaran de gritar. Y vi también a una señora que renunciaba a su libertad y que pedía a gritos ser regresada a Cuba, porque su esposo y su hijo también fueron deportados. Que no, que no fueron solo cubanos. Vi también a la chica quiteña embarazada, noche tras noche, esperando. Y la vi despedirse, entre lágrimas, y al coronel de la policía apurarles el abrazo, y al joven cubano mandarle no más al bus.
El presidente también nos dijo que eran cubanos que ni querían quedarse aquí, y que, vuelta, a la brava querían llegar a Estados Unidos. Yo no sé. Pero yo sí estuve ahí, en La Carolina, antes que les dieran el permiso municipal para estar en El Arbolito. Hasta allí fui a llevar unas mantitas y algo de comida. Y una pareja de señores mayores, agradeciendo, me contaron que llevaban tres años en Ecuador: él ingeniero del petróleo, ella odontóloga. Y me contaron que a ella no le dejaron inscribir su título en la SENESCYT y que a él no le aceptaron en ningún empleo. Y que por eso se iban. Porque la crisis ya no daba ni para los de acá, y que los de acá, cuando escuchaban que eran cubanos, les hacían el feo. Pero usted no señora, -me dijeron-, que el señor le multiplique lo que nos ha traído. Así que no sé, yo también me iría si la cosa se aprieta de esa manera.
El presidente no sabe lo que dice, porque si supiera lo que dicen las personas que estuvieron en la madrugada del 6 de julio en El Arbolito…, el Mashi no lo permitiría. Tropas antimotines, perros policías, drones, el trucutú y hasta francotiradores dizque habían. Y de ahí les fueron corriendo, y en la corredera dejaron botando toditas sus pertenencias, pasaportes, títulos de profesionales, dineros, celulares, ropita, y hasta la poquita esperanza que les cabía en la maleta. Eso el presidente no lo sabe.
De ahí les llevaron a la Flagrancia. 151 dizque habían. Y también cuatro niños, y dos embarazadas. Y los abogados presentaron ese mismo día un recurso de esos, un Corpus ni sé qué, pero que dicen que es para que rapidito un juez diga si está bien o mal la detención. Pero rapidito no fue. Pasó una semana completa para que se hiciera la audiencia. Para ese entonces ya habían expulsado a la mitad.
¿Cómo va a saber el presidente, si en los buses de deportados habían asííí, que enseñaban por la ventaba las sentencias de libertad; y otros que no les dieron ni juicio? Eso el presidente no lo sabe. Y yo le agradezco a esta revolución, pero acá no se está hablando claro. ¿Cómo así que a esa prisión le dicen Hotel? Ni que tuviera jacuzzi y servicio a domicilio. Y yo voto la 35, en plancha, pero no entiendo cómo es eso de que les estamos protegiendo de los coyotes y de la trata, y después les soltamos los perros, y les sacamos sus cosas, y les mandamos botando, peor que delincuente.
¿Y cómo así que estaban de ilegales, si aquí nos no tenemos migrantes ilegales? Si yo me acuerdo que está en la Constitución. Yo le dije a mi hermanita cuando estaba en España, y ella no me quería creer, que la Constitución dijera eso. Pues lo decía; pero ahora no sé…
Seguro que pronto se entera, mi presi. Y usted va a ver.
Ta luegito veci. ¡Que diosito me la bendiga, y también a esa pobre gente, donde quiera que esté! Porque parece que igual los que quedaron se nos están yendo, por el hueco. Calladitos la boca a que nadie se moleste. Y así ha de ser. Porque vuelta parece como si esa fuera la manera correcta, a pesar de los peligros.
Pero usted va a ver…
PD: Hay conversaciones que salvan un país.
la cojudez más grande de los ecuatorianos es creer que el presi no sabe lo que pasa…