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ENTRE LA VIDA Y LA CÁRCEL Napoleón Saltos Galarza

23 julio 2014

 

El día 22 de julio a las 12:30 se montó un operativo excesivo para apresar a Carlos Figueroa en una urbanización junto a CEMEXPO. Él había llegado a Quito, para visitar a su madre, enferma de cáncer terminal. Había podido burlar al aparato de seguridad del Estado por tres meses, con la protección de las comunidades indígenas; y habría podido mantenerse en aislamiento voluntario hasta que se cumpla el plazo de la pena de seis meses, impuesta por la justicia vinculada que rige en el país.

Pero en su camino se cruzó un deber moral: como médico sabía la situación de su madre y cómo la preocupación por el hijo perseguido podía agravar la enfermedad. Quizás una imprudencia, conociendo el descomunal aparato de seguridad e inteligencia que ha montado el gobierno para perseguir, no a los delincuentes de cuello blanco, sino a los luchadores populares que se atrevan a denunciar al poder, como lo han hecho Carlos, Cléver y Fernando. Y también influyó la impaciencia por la lucha ante el cerco oficial.

La prepotencia del poder se ha convertido en norma de la justicia, el interés particular de Rafael Correa se ha convertido en razón de Estado. El delito de Carlos es haber demandado, junto a Cléver y Fernando, que el Fiscal, investigue las responsabilidades del Presidente en los acontecimientos del 30S. La demanda se convirtió en delito, sin respetar los cauces del debido proceso: juicio sin levantar la inmunidad parlamentaria de Cléver, irrespeto a las medidas cautelares dispuestas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

A pesar de la persecución, Carlos, Cléver y Fernando han continuado en la lucha, sobre todo en la fiscalización del régimen y en la denuncia de decenas de casos de corrupción, especialmente en el manejo de los recursos estratégicos, los hidrocarburos, las telecomunicaciones.

Ni siquiera en la detención se respetó los derechos humanos: Carlos fue incomunicado por ocho horas y no se le permitió el acceso a familiares y a un abogado, como disponen las normas legales. Carlos Figueroa, el preso político por la búsqueda de la verdad, ahora está en la Cárcel 4, pero no ha perdido la libertad de su conciencia y de su compromiso. Cuenta con el apoyo solidario de los movimientos sociales, de la Federación Médica, de las Comunidades indígenas, del Movimiento Pachakutik, de hombres y mujeres que aspiramos a un Ecuador en que rija el derecho, el respeto a los derechos humanos y la proclamación de la verdad.

Otra vez la cárcel se presenta como espacio para la formación a la defensa de la vida. Hay muchos luchadores en la historia que han sido condenados por el poder y han salido con más fuerza y convicción. Sabemos que el espíritu y los ideales de Carlos están libres y crecerán con el apoyo de la solidaridad de sus hermanos y hermanas de lucha y de sueños de libertad.

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