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martes, abril 30, 2024

¿ES UN GATO? SOBRE LA EVALUACIÓN UNIVERSITARIA. por Pablo Ospina Peralta

“no hemos hecho un ranking porque esa no es nuestra competencia ni ha sido nuestra intención”,  Francisco Cadena, Presidente del CEAACES (12 de diciembre de 2013, Ecuador Inmediato)

Se atribuye a Deng Xiaoping la famosa metáfora política de que no importa que un gato sea negro o blanco sino que cace ratones. Tenemos cuatro categorías en la clasificación de universidades del país según el CEAACES: A, B, C y D. Las “A” tienen más puntaje que las “B”, que tienen más puntaje que las “C”, y así sucesivamente, en una valoración de mayor a menor de 50 indicadores y criterios. Las “A” recibirán proporcionalmente más fondos gubernamentales que las “B” y así sucesivamente, según el nuevo esquema de distribución de fondos hecho público hace poco. Las “A” pueden dictar programas doctorales mientras las “B” solo pueden hacer maestrías mientras que las “C” y “D” no pueden hacer posgrados. La verdad es que parece un gato, maúlla como gato y caza ratones igual que un gato. Pero el presidente del CEAACES nos asegura, con total seriedad, sin el menor rubor en el rosto, que no era su intención ni su competencia parir un gato.

No existen categorías absolutas de “calidad” universitaria. Los rankings existentes dependen de la intención de quienes los elaboran. El ranking de Shangay, por ejemplo, uno de los más usados, fue elaborado según un énfasis deliberado en ciertas carreras para la formación de los cuadros y becarios que el gobierno chino buscaba formar en los temas que consideraba prioritarios. Cualquiera que conozca el sistema universitario ecuatoriano, pero igualmente las universidades de todo el mundo, sabe que la calidad varía mucho según la especialidad. ¿Es igual medicina en la Universidad Central que derecho? Otros rankings, por ejemplo, se preocupan por establecer el tipo de contribución de los egresados: qué tanto consiguen trabajos, qué calidad de trabajos ocupan, etc. Esto favorece a las universidades privadas cuyos egresados ya contaban con redes de amigos, conocidos y parientes en posiciones de poder político y económico antes de entrar a la universidad. Es perfectamente conocido, por ejemplo, que una de las universidades norteamericanas más “top” en la mayoría de estos rankings, la Universidad de Princeton, lo logra entre otras cosas, con una rígida exclusión de minorías raciales y grupos vulnerables que llegan, de partida, con desventajas a sus estudios superiores.  La evaluación de la calidad depende críticamente de las funciones sociales que atribuimos a las universidades.

Por eso, el gato del CEAACES no es una medida universal de “calidad”, sobre la cual, por lo demás, no existe ningún documento de las entidades gubernamentales, que especifique el sentido, los alcances y el modelo universitario que presuponen. Lo que parece existir es más bien la adopción sin crítica alguna de estándares tomados de rankings de cualquier parte, con cualquier fin y sobre todo, de indicadores que utilizan las burocracias estatales de países europeos para decidir sobre la asignación de fondos al mundo académico, como los indicadores de impacto de revistas “de lujo” en inglés, entre otros.

Entonces, ¿qué modelo de universidad subyace debajo de los pelos del gato? Un grupo de trabajo en el que participo está dedicado a hacer un análisis crítico pormenorizado al respecto. Por el momento solo adelanto que me parece llamativo que la publicación en revistas de lujo pesa el 9% de la evaluación y la vinculación con la colectividad 0,6% (o el 0,8% en universidades con grado y posgrado simultáneamente). ¿Hay otra forma de hacerlo?Evaluar es indispensable en la vida universitaria, todos lo sabemos. ¿Es posible repensar y evaluar la calidad académica sin usar los mecanismos estandarizados, tan criticados desde el pensamiento crítico y crecientemente contestados por las comunidades científicas del mundo y tan amadas por las burocracias estatales?

Solo pongo un ejemplo que seguramente todos conocerán: Wikipedia. Funciona sin la autoridad del autor, sin la demanda de PhD para escribir y sin la revisión autorizada por “pares”. El resultado es magnífico: una excelente enciclopedia producto de la colaboración de millones de autores anónimos, en pie de igualdad, basado en la deliberación pública y abierta, con acceso gratuito. Tal vez las burocracias ecuatorianas, que suelen hablar de la lucha contra la lógica del capitalismo en el conocimiento, terminen por entender que no tienen por qué repetir los peores errores de los europeos para conseguir calidad académica e impacto social. Inventar en lugar de repetir acríticamente. Tal vez lo entiendan solamente cuando Wikipedia obtenga el premio Nobel que tanto merece y que le dará a esa iniciativa innovadora la santa aprobación que las burocracias necesitan para aceptarlas.

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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3 COMENTARIOS

  1. Todos conocemos (86%) según un estudio de Perfiles de Opinión sobre la aceptación de la comunidad respecto de la categorización de la IES. Creo personalmente como docente de 22 años de servicio, con una especialidad en odontología, con dominio de un 85% del dominio de una lengua extranjera, acreditado con conocimientos informáticos, que la Gestión de Gobierno y del CES son incomparables. El Ecuador necesitaba figuras valientes como las del Ec. Rafael Correa para transformar nuestro bello país. Saqueado por los mismos incompetentes de siempre. El Ecuador es único y vamos a trasformarlo desde las aulas universitarias modernizadas y evaluadas, no debemos compararnos con ningún pueblo extranjero. Haremos nuestra propia ciencia y seremos el orgullo del mundo.

  2. síp, interesante, y muy verídico, pero creo que carece de base argumentativa. No hay condumio. ¿Por qué no da (muchos más) ejemplos? Osea, ‘estos son los errores de evaluaciones tan criticados internacionalmente, y estos son lo que se usaron en Ecuador’. ¿Cuáles son sus alcances? ¿Cómo ha afectado a la academia y la ciencia mismo en el mundo? Hacer un análisis de los pros y contras. ¿Por qué no hace una propuesta? Cómo debería ser entonces la evaluación? Así como está escrito, claro que todos estamos de acuerdo, porque la evaluación es subjetiva y aún peor, puede responder a muchos intereses políticos, financieros, de las propias universidades…
    ¿Qué ganamos los lectores y el país con esto que se ha escrito? Nada, porque no despierta el entusiasmo de nadie, porque carece de ideas claras, porque no propone, entonces, no da para discutir nada. No ganamos nada porque todos vamos a estar de acuerdo con lo escrito y ahí queda…

  3. Felicitaciones señor Ospina.
    Unas pequeñas reflexiones adicionales si me permite: una cosa es ser un profesor profesional que un profesional profesor. Con excepción de las especialidades en pedagogía, no conozco de ningún programa de PhD ni MSc en el que se incluyan elementos de andragogía para capacitarlos en enseñanza a personas adultas como son los estudiantes universitarios, por lo que el efecto de esos títulos en el ejercicio docente, al menos los primeros años, que pueden ser muchos si consideramos que cada período son estudiantes diferentes que pasan por sus intentos de enseñar algo, no pasa de ser un desesperante ejercicio de paciencia para los dicentes que deben buscar por sus medios lo que debe enseñar el docente.
    Claro, “el maestrante (y con mayor razón el phdante) deben investigar, porque el profesor es solo un auxiliar en el proceso de conocimiento”, o sea, no tiene porqué enseñar nada, suficiente con responder las inquietudes de los alumnos (si las tienen, caso contrario, qué pena!, se entiende que lo entienden todo???) y claro está, ejercer el rol del calificador que decide quién es promovido y quién no.
    Desde luego, no soy parte de ese 86% que el Sr. Franco informa sobre Perfiles de Opinión, no se si es porque jamás me encuestaron y de plano, tampoco he leído ese informe, peor los criterios utilizados para tal evaluación, lo que sí puedo afirmar es el sentimiento que encuentro en esa inmensa mayoría de jóvenes desechados de la educación universitaria ya sea porque no obtuvieron un puntaje o porque sus progenitores carecen de recursos para solventar los estudios de sus hijos convertidos en mitayos de conocimientos que no son los que han elegido ni para pagar una universidad privada, ni garantes para obtener un crédito en el IECE, ni tienen posibilidad de integrarse al mercado laboral por el estigma de mal estudiante (por vago o por tonto) que arrastra por no haber aprobado el famoso examen de ingreso.
    Entonces nos queda la inquietud: esos pocos los estudiantes que logran acceder a la universidad, ¿Están destinados a ser nuestros próximos dirigentes y los demás los condenados a aceptarlos así, sin beneficio de inventario? ¿Qué tan confiable es la bolita mágica que ha permitido seleccionarlos con presunciones de infalibilidad? ¿Es el engreimiento el principal mérito que debe tener quien se forma “para dirigir los destinos del país”?
    Un saludo cordial.

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