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jueves, noviembre 21, 2024

ESOS MISERABLES HACKERS. Por Luis Ángel Saavedra*

No hay nada más que hacer ya que la sentencia ha sido proclamada. Son miserables los hackers porque se atreven a difundir cómo un presidente come langosta en el sacrosanto entorno familiar; pero, son más miserables por difundir cómo su hermano, que el Presidente asegura que no está comiendo langosta junto a él, ha tenido cuentas bancarias en paraísos fiscales, y cómo la “Ina Investment Corporation” fue constituida por el Edwin Moreno Garcés, en Belice, un paraíso fiscal monárquico creado, bajo protección británica, en territorio maya desmembrado de la República de Guatemala, en 1981.

Son miserables estos hackers, que nada tienen de periodistas porque no se callan a tiempo y siguen vociferando que el Edwin Moreno registró la misma empresa en Panamá y finalmente fue a parar en España; además de fundar una fundación que de mil amores gestionaba cuentas en el Balboa Bank para pagar a terceros.

Hackers de esta calaña, que se las dan de periodistas de investigación, han colmado la paciencia de nuestro calmado presidente al punto de forzarle a tomas decisiones duras, que incluso lo han llevado a romper el derecho internacional y la propia normativa nacional de movilidad humana al entregar al gurú, al hackers de hackers, al Julián Assange a la policía británica para que, caballeros ingleses como son, lo juzguen y no lo envíen a los Estados Unidos donde lo espera la horca o por lo menos una o dos cadenas perpetuas. Habrá que esperar sentados que la caballerosidad inglesa prime sobre los acuerdos económicos y geopolíticos que los unen a los norteamericanos.

Ya no hay nada más que hacer pues por acá también la cacería de brujas ha empezado y el primero en dar con sus huesos en la cárcel ha sido el Ola Bini, un sueco despistado que cree en el software libre y se empeña en denunciar como el mundo de las patentes es una forma de control que tienen los poderosos y así evitan la difusión libre de la información y el conocimiento. Pero de esto no hay que hablar porque hacker es hacker y por tanto nada más y nada menos que un miserable que debe podrirse en la cárcel para que nuestro calmado presidente pueda dormir tranquilo y deje de soñar en langostas, no en las langostas rojas de Galápagos que tanto le apetecen, sino en aquellas plagas que, cuando llegan, lo devoran todo.

Son miserables estos hackers que se empeñan en destruir la legalidad que protege a los poderes económicos, políticos y militares transnacionales y develan sus trapos sucios fuera de casa, ante los ojos de la gente de a pie que nada debe saber de grandes finanzas y territorios que deben usurparse, aunque sea a la brava y a punta de bombas inteligentes que se equivocan a la hora de las matanzas. Miserables como el Edward Snowden, contratista de seguridad que filtró información confidencial sobre los programas de vigilancia que mantenía la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos sobre sus propios ciudadanos. Lástima que este pájaro de alto vuelo voló a Rusia y evitó ir a parar en otra horca a pretexto de la seguridad nacional y la alta traición a la patria.

El que no pudo esquivar los calabozos fue ese otro hacker miserable llamado Bradley Manning que no solo filtró documentos militares y diplomáticos secretos, sino que en plena cárcel se atrevió a cambiar de sexo y asumir un nuevo nombre, el de Chelsea, poniendo en riesgo también la vocación reproductora de la familia y la perpetuidad de la especie humana, como aseguran las y los no miserables, pro-vida.

Son miserables los hackers que se atreven a desnudar al poder a expensas de su propia seguridad; son miserables porque no entienden que la ley es la ley y la ley es para el de poncho o para controlar a los pobres mortales comunes y corrientes, pues desde cuándo acá se les ha otorgado el derecho de saber sobre decisiones que los afecta: esta gente de a pie debe entender que los tratados y acuerdos no son parte de su menú y solo deben agachar el lomo y seguir sufriendo los designios del destino, y aunque haya por ahí alguna autoridad que desee ayudarlos, esta será transitoria y en poco tiempo todo volverá al cauce del silencio.

Hablando de silencio, alguien querrá informar por qué se negó a la Defensoría del Pueblo (DPE) el acceso al texto del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional; con esto ya no podremos saber si el aumento de años para la jubilación es parte de este acuerdo. La DPE ha hecho su trabajo en el marco de la legalidad, ahora nos toca soñar con un miserable hacker criollo que nos ponga en redes el acuerdo mencionado o si no, pues a callarnos y seguir trabajando hasta los ochenta o hasta que descanse en paz el susodicho.

Pero como no acato eso de agachar el lomo en silencio, me declaro miserable. Amén.

(Tabacundo – Ecuador, 1961). Poeta, periodista y activista de derechos humanos y desmilitarización.  Actualmente es coordinador ejecutivo de Inredh y corresponsal de varias revistas internacionales especializada en derechos y geopolítica.

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