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martes, noviembre 5, 2024

ESPECIAL ¿Hay una izquierda imposible en el Ecuador?

Por Jorge Oviedo Rueda*

Se funda en 1926 con el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE). Es una izquierda doctrinaria, pegada a los textos clásicos del marxismo. Fue incapaz de ir de la realidad a la teoría, no obstante lo cual, el PSE siempre creyó que nuestros problemas había que pensarlos con cabeza propia. La tendencia consular, fuertemente influenciada por la Revolución Bolchevique, en 1931 produce la primera división de la izquierda, dando lugar a la fundación del Partido Comunista Ecuatoriano. Esa izquierda histórica lejos estuvo de elaborar una interpretación creadora de nuestra realidad, se convirtió en una izquierda oficial, contrapeso necesario para mantener el equilibrio en la dominación oligárquica. La tesis central del PCE fue siempre empujar la transformación demo-burguesa del Ecuador, concebida como un proceso etapista para lo cual aceptaba alianzas con el centro político y la propia oligarquía. El Partido Socialista se diferenciaba en ser menos dependiente de Moscú, pero igual en sus planteamientos conceptuales a los cuales se les había castrado de los elementos más peligrosos de la doctrina marxista como eran la noción de la lucha de clases y la concepción sobre el Estado y el poder.

La corriente demo-burguesa prevaleció en la izquierda ecuatoriana durante décadas hasta que dos acontecimientos político-sociales conmovieron el mundo: 1) El cisma chino-soviético; 2) La Revolución cubana de 1959. Las tesis del Frente Popular se debilitaron y la revolución cubana produjo una revolución dentro de la revolución. Se vivió el entusiasmo de que había llegado la hora de la transformación. En América Latina la muerte del Che marca el fin del entusiasmo. La izquierda latinoamericana comprende que no se puede derrotar militarmente al imperialismo y a sus fichas locales. La ofensiva norteamericana en América Latina, por medio de la Alianza para el Progreso, obliga a la izquierda de todos los matices a replegarse pese a lo cual, son muy escasos los aportes teóricos que se hicieron en la perspectiva de retomar la iniciativa. 

El proyecto socialista clásico toma aliento con el triunfo de Salvador Allende en Chile. Se actualiza la discusión sobre las vías para la toma del poder. La Unidad Popular demuestra que se puede enfrentar a las élites jugando con sus mismas reglas. Allende triunfa electoralmente, pero cuando quiere hundir el bisturí, le sale al paso el imperialismo. Otro largo momento de repliegue de la izquierda latinoamericana se produce hasta la década de los noventa en que Hugo Chávez Frías irrumpe en la política venezolana. 

Muy poca es la teoría alrededor de estos acontecimientos. Las bases conceptuales del marxismo y el pensamiento revolucionario de corte guevarista están en el fondo de estos sucesos. El socialismo del siglo XX sigue siendo el norte de la izquierda latinoamericana. 

Para fines del siglo XX la energía popular cargada en las sociedades de la región era de tal magnitud, que exigía la existencia de un marco teórico que explicara y justificara su conducta. Es entonces que se comienza a hablar del socialismo del siglo XXI. A la par de esas reflexiones teóricas se comienzan a suceder, en cadena, triunfos fundamentales de la corriente confrontativa. En Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Ecuador un aire fresco revive la esperanza de mejorar la vida de nuestros pueblos. Se le va a conocer con el nombre de progresismo latinoamericano.

Surgen líderes con apoyo popular decididos a hablar de frente con las élites tradicionales sin que sus argumentos entrañen ninguna revolución: “permítannos, –les explican–, que una tajada del pastel que les ha tocado se lo repartamos entre la gente humilde”. Lógica tan contundente y equilibrada desató el odio de las élites. 

Desde la primera década del presente siglo está declarada la guerra entre los poderosos de siempre y aquellos que, sin ser revolucionarios, se han atrevido a cuestionar su poder. El progresismo, sin ser, ni tan siquiera parecer, una revolución radical, pasó, en términos generales, a ser la izquierda posible capaz de disputarle la hegemonía a los sectores tradicionales de las sociedades latinoamericanas. El núcleo de su fuerza está en su capacidad electoral que logra el apoyo de todos los sectores sociales. No solo de los trabajadores, sino inclusive de fracciones progresistas de las propias clases dominantes. Aún con sus contradicciones y limitaciones el progresismo se ha proyectado como una alternativa real a la crisis del sistema. La izquierda “histórica”, frente al empuje de esta nueva corriente, se vio ampliamente superada y, en casi todos los casos, se sumó al coro de las fuerzas oficiales del sistema, 

El caso ecuatoriano

En el Ecuador será Rafael Correa Delgado el líder que se puso al frente de esta nueva corriente de pensamiento. Lo hizo con la conciencia de que, si no vinculaba su liderazgo con la HISTORIA, no se podría hacer nada trascendente. Por eso dejó en claro, desde sus inicios, que el proceso que él representaba no era otra cosa que una continuación de la trunca revolución de Eloy Alfaro. En la práctica, Correa se planteó desarrollar de inmediato el capitalismo que las élites dominantes lo habían venido haciendo gota a gota desde la muerte de Alfaro. Toda la obra material del correísmo no fue otra cosa que el pago de la deuda social que la oligarquía tenía con el pueblo ecuatoriano, construyendo caminos, hidroeléctricas, escuelas, UPC, sistemas de seguridad, intercambiadores, haciendo más eficiente el servicio público, mejorando la salud pública, la educación, la ciencia y la tecnología, planteándose construir un Estado del conocimiento. Todo lo bueno del correísmo estuvo en la lógica de terminar lo que la revolución liberal no pudo hacer. Desde una óptica revolucionaria, aunque eso no era una revolución, si era una posición de izquierda en relación a la derecha retardataria y anquilosada, lo que Ñukanchik Socialismo llama la izquierda posible.

La izquierda histórica del Ecuador, sin excepción, demostró ser analfabeta a tiempo completo. En lugar de entender al correísmo, levantó una oposición ciega que no hacía otra cosa que amplificar el odio de la oligarquía. Pero Correa tiene el mérito de haber desnudado a esa izquierda que sentía envidia de no haber hecho ella lo que Correa fue capaz. Después de Correa esa izquierda quedó sepultada para siempre

La proyección histórica del correísmo siempre fue correcta. Después de completar la trunca revolución del liberalismo machetero se propuso pasar a construir una sociedad pos neoliberal cuya matriz conceptual era combinar creativamente diversos planteamientos económicos que iban del liberalismo clásico al keynesianismo, pasando por pequeñas realizaciones pro socialistas que conformaban un panorama heterodoxo necesario para iniciar la transición a una economía pos-neoliberal más cercana a un socialismo de mercado que al neoliberalismo acorde con las exigencias de la vanguardia económica mundial. Allá, a lo lejos, en teoría, se avizoraba lo que el correísmo definió como un bio socialismo.

En esa perspectiva el correísmo comenzó a hablar del Sumaw Kawsay ancestral. Intelectuales no lo suficientemente capacitados como René Ramírez y otros trataron de pulsar los nervios principales de esta concepción, habiéndose desviado a interpretaciones superficiales y folclóricas como la de abrazar un árbol para connotar su compromiso con la naturaleza y, la más grave, identificar el buen vivir ancestral con el vivir bien occidental. 

El correísmo tiene el mérito de haber puesto sobre el tapete una discusión que la izquierda “histórica” siempre la ignoró, porque, inclusive el PSE, si bien es cierto tenía una visión más creadora de nuestra realidad, nunca fue capaz de aportar con reflexiones de raigambre histórica que construyeran un andamiaje teórico que mejorara las interpretaciones mecánicas del marxismo ortodoxo. Con el régimen correista se inicia esa marcha, cuyas vertientes giran, principalmente, alrededor de una intelectualidad aborigen que trata de interpretar la realidad nacional desde su óptica, incluyéndose ellos como parte del problema y no solamente como elementos yuxtapuestos a una realidad excluyente de sus intereses y derechos.

El triunfo de Evo Morales en Bolivia, para los pueblos andinos, principalmente, trajo como consecuencia una ola de reflexiones teóricas que venían a refrescar la aridez del estalinismo conceptual del siglo XX. La obra de García Linera, vicepresidente de Evo Morales, hace propuestas innovadoras en la interpretación de nuestra realidad, destacándose su visión histórica que pretende fusionar el pasado de gloria de nuestros pueblos con las luchas actuales por la justicia social y la liberación. Fueron estas concepciones las que llevaron a Evo Morales y al MAS a la conquista del poder y las que han tenido, hasta la actualidad, el mayor respaldo popular en la historia boliviana. Una nación de raigambre indígena adscrita al progresismo latinoamericano, luchando por conquistar su futuro, con la sabiduría de que no se puede forzar la Historia, sino marchar a su ritmo, manteniendo firme las riendas de la evolución revolucionaria.

La confrontación ideológica en Bolivia llegó a superar la dicotomía liberalismo vs marxismo ortodoxo, puso sobre el tapete el aporte del pensamiento ancestral. El MAS en Bolivia considera que no se puede desconocer la influencia de la conquista europea sobre nuestros pueblos y la necesidad de asimilar aquello que la civilización occidental incorporó a nuestras vidas, por la fuerza o no, pero que se tiene que rescatar aquello que el proceso colonizador destruyó construyendo, a futuro, una sociedad que, sobre la base de lo construido en estos últimos quinientos años, incorpore aquello que el propio colonialismo despreció y destruyó de nuestros pueblos originarios.

El pensamiento del MAS y de sus dirigentes no es, de ninguna manera, único y homogéneo. Aparte de la oposición de los sectores dominantes, en Bolivia hay también una nueva oposición que, sin decirse de izquierda, sostiene que es posible construir una sociedad más allá de los modelos eurocéntricos, es decir, capitalistas o socialistas, para lo cual se apoyan teóricamente en rescatar una nueva gnoseología que nace del estilo de vida y organización social de las sociedades pre colombinas. Esa corriente de pensamiento ha calado en algunos miembros del movimiento indígena ecuatoriano y se traduce en una especie de indigenismo reivindicativo radical que desconoce la actual sociedad blanco-mestiza.

Detrás de Yaku Pérez se encuentran estas posiciones. No porque Yaku Pérez Guartambel sea un artífice de las mismas, sino que se ha convertido en su representante. Es un “pachamamismo” que trae en su interior el veneno de un racismo al revés que sería de funestas consecuencias para la nación ecuatoriana, no porque seamos defensores de esta realidad, sino porque tergiversa la esencia de un pachamamismo equilibrado y creador. Desconocer los aportes de la cultura occidental a la vida de nuestras naciones equivale a darle luz verde a un talibanismo andino que saturará el proceso político de fanatismo e injusticias y preparará el terreno para la construcción de sociedades ahistóricas incompatibles con el desarrollo científico-técnico pos capitalista. Es por esto que Ñukanchik Socialismo se plantea como una necesidad tener una confrontación ideológica con Yaku Pérez y los ideólogos de esta posición, porque de no  esclarecer estos temas podríamos estar cometiendo un error imperdonable. 

En América Latina la muerte del Che marca el fin del entusiasmo. La izquierda latinoamericana comprende que no se puede derrotar militarmente al imperialismo y a sus fichas locales.

–Jorge Oviedo Rueda

Ñukanchik socialismo y sus planteamientos

Durante el régimen correista Ñukanchik Socialismo comenzó a hacer públicas sus reflexiones sobre este tema. Ningún actor político, partido, movimiento, agrupación, colectivo ni tampoco dirigente, líder político, intelectual, escritor se ha hecho eco de nuestras reflexiones. ¿Por qué?

Para la mayoría no son temas del momento, les domina el inmediatismo; otros simplemente no comprenden la importancia de la temática; otros se niegan a bajar de su pedestal a discutir con desconocidos y otros por debilidad mental, porque están acostumbrados a esperar que algún pensador extranjero, adornado de títulos y prestigio internacional refrende los temas, también por comodidad e indiferencia En Ñukanchik hemos seguido reflexionando y esperando pacientemente que llegue el momento de discutir lo importante. Las elecciones presidenciales que acabamos de pasar parecen ser el punto de partida de esta discusión. Cabe preguntarnos por qué.

Por una centésima la derecha no se quedó fuera de la segunda vuelta electoral. A pesar de eso, queda claro que la confrontación política de aquí en adelante será prioritaria entre dos tendencias de izquierda, la una es la izquierda posible y la otra la izquierda imposible.

La izquierda posible

Es el progresismo latinoamericano, correísmo en el Ecuador. Su primera característica es que está imbricado con la Historia nacional. Como hemos dicho en líneas anteriores, la revolución ciudadana se constituyó en el presente en un proceso complementario de un hecho del pasado que fue la revolución del Alfaro. A su vez, el alfarismo, como proceso, fue el heredero de todas las luchas de la corriente liberal desde la fundación de la república. Sin esa relación no se explica el progresismo ecuatoriano.

En segundo lugar, no es una corriente revolucionaria si se entiende por revolucionaria a una posición de definición anticapitalista, es si, un reformismo pro socialista cuya misión general es preparar los elementos históricos transicionales a un nuevo tipo de socialismo. En el progresismo se sintetizan las tradiciones de lucha del pueblo ecuatoriano y se recogen sus aspiraciones, motivo por el cual es un fenómeno de masas que se expresa en una caudalosa corriente electoral de respaldo a su proyecto y a sus líderes y dirigentes.

Su potencial histórico consiste en que en su seno se va forjando una vanguardia política capaz de dar continuidad al proceso hasta llegar a niveles más altos de radicalización del mismo, haciendo que la sociedad entre, primero, en una fase de equilibrio histórico en la que las contradicciones sociales se reduzcan a un mínimo, luego, la fase posterior, siempre en un sentido ascendente, será una sociedad pos capitalista.

Esta concepción lejos está de entender la transformación como un corte violento del proceso histórico, a la manera de las revoluciones socialistas que se dieron en el siglo XX (Cuba, en nuestro caso), sostiene, eso sí, la existencia de una dirección revolucionaria capaz de mantener, con mano firme, el proceso. Esa vanguardia, esa dirección revolucionaria que vive al interior del progresismo latinoamericano como los glóbulos rojos viven en la sangre, es la que garantiza la marcha del proceso hacia las altas metas de la transformación económico-social. Va con la Historia, no está contra la Historia. Es la izquierda posible, la que tiene los pies en la tierra y reales posibilidades de triunfo.

La izquierda imposible

Después de estas elecciones presidenciales, hay que reconocerlo, no es posible ignorar esa que hemos llamado izquierda imposible, representada en Pachakutik y Yaku Pérez. Su propuesta tiene que ver con el sueño civilizatorio de los pueblos, no sólo de América Latina, sino del mundo. Esta izquierda ha puesto la vara de las aspiraciones populares a una altura imposible de saltar, porque se plantea construir ahora una alternativa que está más allá de los sistemas económico-sociales conocidos. Un sistema de “socialismo comunitario”, dicen, que no es ni capitalismo, ni socialismo, 

Semejante aspiración, en nuestro caso -como en el de Bolivia y Perú-, se fundamenta en la permanencia de nuestras comunidades originarias, de las cuales se quiere rescatar sus formas de vida y valores ancestrales. Este es el discurso y es el discurso que acaba de recibir más de un millón de votos de respaldo. Lo que antes no era sino una especie de entelequia en la cabeza de unos pocos intelectuales del sector, se reproduce ahora a nivel masivo, convirtiéndose en una idea-fuerza que no puede ser ignorada.

Sin embargo, cabe preguntarnos, ¿Cuál es la pertinencia de semejante aspiración en los actuales momentos históricos? No nos preguntamos si es válida la propuesta, cosa que tendríamos que discutir en otro momento, sino la pertinencia de la propuesta en los momentos actuales.

Comencemos diciendo que la Historia solo se plantea problemas que está en capacidad de resolver. La Revolución Francesa no podía adelantarse, ni postergarse a la época que se produjo, tampoco la bolchevique ni la de Independencia Americana. La Historia no da brincos, solo en el momento que se han creado las condiciones. ¿Están creadas en el Ecuador las condiciones para un cambio tan radical? Guardando las distancias en el tiempo, esta izquierda, la del pachamamismo radical, es tan ahistórica como lo fue la izquierda socialista de comienzos del siglo XX que creía posible crear los soviets en una sociedad con nulo desarrollo industrial. En el Ecuador hay 14 nacionalidades y su desarrollo y plena integración a la macro nacionalidad ecuatoriana será el resultado de un largo proceso que debe ser llevado con sabiduría y no con arrebatos volitivos que sólo pueden conducir a la tragedia.

El modelo de Estado que propone esta corriente se centra en el rescate de los valores comunitarios de las naciones pre colombinas que dicen estar rescatando por medio de la Minka Social o construcción sistemática de un tejido social que servirá de base a la organización comunitaria, sin tomar en cuenta la larga marcha histórica de las sociedades pos colombinas, es decir, entrando en conflicto con la realidad mestiza que no puede ser excluida, sino que tiene que integrarse armónicamente con las otras realidades. Enfocar este asunto desde la visión exclusivamente andina es invertir el problema y significaría borrar de la historia una realidad construida con o en contra de nuestra voluntad, pero que existe y no puede ser ignorada. La integración tiene que ser un proceso de acuerdos y conciliaciones y no una agresión feroz, ahora de los vencidos. Ese talibanismo andino es el que pone en peligro el futuro de nuestra sociedad. Las llamaradas del Sol Rojo peruano no pueden venir a incendiar nuestros campos ni nuestras mentes. Yaku Pérez quiere botar al niño junto al agua sucia de la bañera y esa pretensión es profundamente equivocada. Esta es otra razón por lo que esa izquierda es inviable e imposible en el Ecuador.

El pachamamismo anti extractivista como planteamiento, es correcto, siempre y cuando se hayan creado primero las condiciones para dar de comer, vestir, vivir bajo un techo y divertir a diez y siete millones de ecuatorianos, mientras tanto, no se puede ser tan absolutos en este como en otros temas que hacen imposible la aplicación práctica de este pensamiento. Y así casi todos los planteamientos programáticos de este sector.

Otra razón es de carácter eminentemente político. Ñukanchik Socialismo no sostiene que las tesis de esta corriente son erróneas, sostiene que hay que discutirlas porque nosotros mismos hemos estado reflexionando en esa dirección y creemos tener una visión más centrada, pero lo que nos parece altamente sospechoso es el odio que demuestra una parte de la dirigencia de Pachacutik y su candidato Yaku Pérez Guartambel al proyecto progresista y a su líder histórico Rafael Correa Delgado. Está fuera de toda lógica. La única explicación coherente es que se están cumpliendo órdenes de destruir el progresismo desde los intereses de un esquema superior de dominación que no puede ser otro que el del capitalismo corporativo mundial o el de los de los Estados Unidos. No de otra forma se entiende que se priorice alianzas con la derecha vendepatria y su proyecto de dominación histórico. Hoy mismo, mientras redacto estas líneas, Yaku Pérez es advertido por un sector de la dirigencia indígena que las conversaciones en el CNE son para garantizar la transparencia de las votaciones y no para acuerdos electorales y peor programáticos con la derecha. Esta inquietud es lógica porque Pérez es un político que, durante su trayectoria, ha demostrado estar más cerca de la derecha que de la izquierda. En la lógica de las alianzas políticas la dirigencia de PK y Pérez deberían dejar el odio a Correa y priorizar una alianza con el progresismo. Después de las votaciones del 7F, más todavía, porque el Ecuador ha expresado en las urnas su voluntad de dar un giro a la izquierda y enterrar electoral y políticamente a las élites. Preguntarnos por qué Yaku Pérez quiere dar respiración artificial a la derecha es una pregunta pertinente.

De haberse concretado una alianza entre el progresismo y esta izquierda se habría dado lugar al inicio de un proceso de desplazamiento de las posiciones reformistas propias del progresismo y de avance de las más radicales, lo que, si no ponía fuera de la pelea a la derecha, la reducía a una expresión secundaria que habría tenido que acomodarse a esa nueva correlación de fuerzas, esta vez liderada por las corrientes identificadas con la izquierda, similar a lo que está sucediendo en Bolivia. El pachamamismo boliviano, de manera más inteligente, decidió, desde adentro, empujar el progresismo evista a posiciones más avanzadas, pero no en contra sino junto a él, como Ñukanchik lo viene planteando desde que Lenin Moreno traicionó al proyecto progresista. ¿Qué impide que la cúpula de esta izquierda imposible no visualice esta perspectiva histórica? No es sólo el odio, el odio es un pretexto para reafirmar el proceso de destrucción de la única alternativa de izquierda que, por medio de la evolución de sus posiciones, puede dar al traste con la dominación capitalista. Hay oscuros intereses de por medio.

Ñukanchik Socialismo sólo es un núcleo de reflexión teórico-político sin liderazgo ni ascendencia en las masas populares, pero eso no le quita su derecho a pensar y difundir su pensamiento, tampoco a apoyar aquellas posiciones que las considera correctas en la lucha por el poder y discutir con aquellas que, siendo parte de la marcha hacia la liberación de nuestros pueblos, se denotan equivocadas. Es el caso de lo que a estas alturas representa el pachamamismo radical representado en la candidatura de Yaku Pérez Guartambel.

La intelectualidad ecuatoriana parece paralizada frente a esta discusión y lo que nos parece más grave, hay una tendencia a aceptar acríticamente sus postulados y planteamientos, con lo cual se estaría cometiendo un error del cual no podríamos regresar sin haber herido mortalmente las aspiraciones de nuestros pueblos. 

Una conocida analista de nuestro medio dice que un “salto al vacío” debería significar bajarse de este mundo mal hecho y comenzar a construir otro. “Saltar por fuera de este sistema de muerte, no es una opción, es una obligación ética de supervivencia y amor a la vida” -dice- ¿Puede alguien estar en contra de tan hermosa exhortación? No, razón por la cual hay que buscar la unidad de las tendencias de izquierda entre nosotros mismos y superar la errónea creencia que pactar con los enemigos es una táctica apropiada. Actores políticos como Pachacutik y Yaku Pérez deberían comprender el alcance de esta afirmación y, dejando de lado los rencores inútiles, plantear la conformación de un frente de esta nueva izquierda para lograr que la izquierda posible y la imposible sean los eslabones necesarios de la espiral ascendente de la Historia.

Ñukanchik Socialismo así lo cree.

“Por una centésima la derecha no se quedó fuera de la segunda vuelta electoral. A pesar de eso, queda claro que la confrontación política de aquí en adelante será prioritaria entre dos tendencias de izquierda, la una es la izquierda posible y la otra la izquierda imposible”.


*Jorge Oviedo Rueda es ensayista, historiador, profesor universitario y editorialista.

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. El correismo no es izquierda, es fascismo, su objetivo es la construccion de una nueva oligarquia narco-delincuencial que compita con la vieja oligarquia y ademas esta muy alineado con el plan de la elite mundial es decir el “great reset” que incluye el dinero electronico y la renta universal para mitigar los efectos de la robotica y la tecnologia 5G.

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