Quito, 15 de diciembre de 2020.- El 30 de septiembre de 2020, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) el caso de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario, Tagaeri y Taromenane. El caso es único: es el primero relacionado con pueblos en aislamiento voluntario; y fue presentado por un grupo de organizaciones e individuos de la sociedad civil contra el estado ecuatoriano, por el incumplimiento de las medidas cautelares emitidas por la Comisión en 2006.
Estos pueblos sufrieron matanzas en el 2003, 2006 y 2013, este último cuando el juicio ya estaba frente a la comisión. Alrededor 60 personas Taromenane y Tagaeri fueron asesinadas, entre ellas niños, niñas y mujeres, poniendo la existencia de estos grupos en peligro. El Estado incluso fue advertido de la posibilidad de la matanza de 2013, pero no se tomaron las medidas para impedirla. La Corte ahora tiene la tarea de buscar mecanismos para garantizar la seguridad de estos pueblos y reducir el ciclo de la violencia que ha marcado la relación entre estos dos grupos y los Waorani, que no solo comparten territorio sino una cultura de violencia.
La Línea de Fuego conversó con José Proaño, director Regional de la organización no gubernamental Land is Life, respecto al contexto de agresiones que vienen sufriendo estos grupos aislados y qué se puede esperar de la Corte en un caso en donde las víctimas están al margen del sistema judicial, no están presentes, ni se interesan por ser no contactadas.
José Proaño, ecuatoriano, viene trabajando desde hace 15 años en la problemática de los indígenas aislados de la Amazonía ecuatoriana. Land is Life es una organización con sede en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Fundada en 1992 en Brasil, Land is Life es una coalición internacional diversa, liderada por indígenas, que trabaja en todos los niveles para promover la autodefinición y los derechos colectivos de los pueblos indígenas.
Vienes trabajando muchos años en la problemática de los indígenas en aislamiento voluntario de la Amazonia ecuatoriana. Ahora que la Corte va a considerar el caso del no cumplimiento de las medidas cautelares emitidas por la Comisión, es pertinente preguntar por la relación actual e histórica de los Tagaeri –Taromenane– Waorani. Dicen que la prospección y extracción de petróleo en conjunto con las carreteras etc. son la causa de la violencia entre estos pueblos indígenas. Pero estos grupos tienen una historia de violencia y conflicto.
Para mí el principal núcleo del conflicto entre estos grupos es territorial, y esto no es excepcional, el caso Waorani – Taromenane/Tagaeri es parecido a otros conflictos que suceden entre otras nacionalidades en otras áreas y países amazónicos.
Parte del problema es que cuando los gobiernos o los pueblos y nacionalidades deciden delimitar territorios obedecen a intereses particulares, pero en muchos casos estos territorios, o al menos una parte de ellos, son interculturales y lo han sido durante mucho tiempo. Lo ocupa el uno, lo ocupa el otro de manera estacional, uno va a pescar, el otro va a recoger, el otro va a cazar, el otro va a pescar, y no chocan.
También hay lugares, montañas sagradas, por ejemplo, que son muy importantes para dos o hasta varios grupos. Por tanto, el problema central de los Taromenane/Tagaeri y Waorani representa una pelea territorial que ha existido durante mucho tiempo y ha implicado disputas violentas. Esto no es decir, por supuesto, que los conflictos no se hayan agravado por la presencia de otros actores: gobiernos locales, misiones, turistas, proyectos de conservación y, no es para menos, la extracción petrolera.
¿Los conflictos de los que hablas se establecen entre los Tagaeri y los Taromenane; o entre cada de uno de estos pueblos y los Waorani?
Entre los tres. De manera general suceden entre pueblos aislados y pueblos contactados como los Waorani, pero según los estudios que hemos llevado a cabo, hemos identificado que además de entre cada uno de ellos y los Waorani existen conflictos también entre los Tagaeri y Taromenane, es decir entre los dos grupos aislados. Entonces, al momento de pensar una solución al problema de los derechos de estos grupos aislados, o una eventual sentencia de la Corte, la sentencia debe orientarse a la naturaleza del conflicto: un conflicto que es esencialmente territorial. No hay que olvidar otro elemento importante, es decir un conflicto intercultural que no se ha resuelto. Los Waorani y los Taromenane tienen diferencias históricas, casi nunca se han llevado bien, y esas diferencias se han vuelto cada vez más presentes y más agresivas. Históricamente, las formas de resolver los conflictos son profundamente culturales, muy tradicionales, y muchas veces implican violencia, ataques al enemigo.
¿Es inevitable que los conflictos se resuelvan así?
De acuerdo con la etnografía Waorani, de lo poco que sabemos de su historia y de su cultura, mucho apunta a los conflictos centrales y como se resuelvan. Los mecanismos tradicionales de resolución son dos: la pacificación de un área a través de la aniquilación del enemigo, sacándole del juego a través de la eliminación de una parte del grupo y la asimilación de lo que queda; la segunda es realizar sin violencia una alianza matrimonial, que permite acabar con un conflicto, sumar un equipo enemigo y ampliar un territorio. Esas son sus formas de generar paz o estabilidad en el territorio.
La estrategia de la que hablas, es decir de las alianzas matrimoniales, es solo asunto de los Waorani-Taromenane o viene pasando entre ellos y otros grupos de la Amazonia?
El tema de la alianza matrimonial es común porque son grupos reducidos y las oportunidades poblacionales de los miembros de un clan son limitadas. Estos grupos estaban casi siempre en conflicto los unos con los otros, entonces para que un hombre guerrero tradicional pueda salir de su casa, debe haber participado en un ataque, es decir haberse graduado de guerrero. Y, a partir de eso se le considera habilitado para hacer su propia familia, o casándose o raptando, literalmente llevando a una mujer de otro grupo. Son las relaciones interétnicas, entre clanes que se dan en el Yasuní hasta el día de hoy. Pero como hemos mencionado, en la actualidad el escenario se ve agravado por actores externos que vienen imponiendo su dinámica, con el resultado de que los ataques ahora son más frecuentes que las alianzas.
Durante los años setenta y ochenta la presencia de las petroleras y las madereras se intensificó y de ahí su influencia en la cultura de violencia y las disputas entre los Waorani y Tagaeri/Taromenane. Se puso en evidencia por el caso del 2003, cuando había un conflicto entre los Waorani y los Taromenane y los Waorani ofrecieron a los madereros eliminar esos grupos de aislados que están entorpeciendo la tala de madera. Entonces salieron y mataron. Pero la alianza con los madereros fue coyuntural, porque las diferencias entre los Waorani y los grupos aislados ya existían. Ya había esa dinámica cultural de ataques entre ambos.
Entonces ¿el conflicto y el futuro de los aislados no es solamente un asunto de bloques petroleros o madereros ilegales?
Muchos tratan de poner el centro del conflicto en los actores externos. Para algunos el problema central en el Yasuní es el petróleo, mientras para otros es el plan del manejo, o es una reserva de la biósfera que hay que cuidar. El problema central depende de quién te cuente la historia del área. Pero hay una historia de la Amazonía anterior a todo esto. Y es la de los pueblos del Yasuní, los que han estado ahí durante siglos y que han definido sus límites, sus culturas y los usos del territorio.
Ahora pretenden usar políticas públicas para resolver los conflictos que existen dentro de Yasuní desde hace mucho tiempo atrás, mucho antes que las ONG, los gobiernos y los misioneros. Y si bien una política pública no es mala idea, evidentemente tiene que reflejar lo que está sucediendo en la tierra; no puede enfocarse únicamente en la idea de dejar de explotar petróleo porque el problema es mucho más complejo. Es importante reconocer esto.
También es fundamental comprender las relaciones interétnicas entre los grupos allí adentro, en el sentido de entender qué tan afectadas o desgastadas están sus propias posibilidades culturales de resolver los conflictos. ¿Existe la posibilidad, por ejemplo, que los Waorani decidan unilateralmente bajar el índice del conflicto con los Taromenane? No lo sé. De verdad no lo sé. Pero si sé que se debería explorar esa posibilidad.
Y si queremos hablar de leyes, la Constitución habla de los derechos los ciudadanos y de la obligación del Estado de garantizar una cultura de paz. Pero si estamos en un ‘Estado Plurinacional’ esa cultura de paz tiene que ser entendida en función de los pueblos aislados también. La paz no significa únicamente la palomita blanca, tenemos que preguntarnos qué podría significar para los Waorani bajar la intensidad del conflicto, crear otro tipo de dinámica territorial, porque al final del día son territorios compartidos.
Pero no todos los Waorani son iguales, son grupos y hasta mini culturas distintas, y a pesar de su historia común, no todos están dispuestos a resolver los conflictos con violencia.
Es cierto que existen varios grupos, unos más fieles a su tradición, otros que se han visto obligados a convivir con las petroleras, otros, en la provincia de Pastaza, obligados a convivir con las iglesias cristianas. Y esos actores si influyen en el conflicto. Hay incluso pastores evangélicos Waorani que viven en la zona intangible, pero de lo que sabemos no hay una política expresa, como en Perú y Bolivia de contacto forzado o evangelización.
¿Y las mujeres Waorani podrían ayudar a cambiar la situación, es decir bajar el nivel de violencia? Nemonte Nenquimo, una mujer waorani, fue premiada internacionalmente por su papel en detener la licitación del bloque 22. ¿Es real esperar a que los hombres respeten lo que están haciendo? Es una sociedad con tradiciones machistas. ¿Pero tal vez las cosas están cambiando?
Es un escenario nuevo que las mujeres Waorani asuman un papel protagónico en la lucha por el territorio, sobre todo que su actuación sea reconocida a escala internacional. Yo creo que las mujeres Waorani pueden ser un factor importante para reducir el nivel de violencia dentro de la cultura de sus pueblos y comunidades. Están cada vez más presentes y esto sí podría tener un impacto. Pero hasta dónde pueden llegar solo se va a ver con el tiempo. El cambio es lento pero sí da esperanzas.
Y ahora el caso va a pasar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos porque el Estado no ha garantizado las medidas cautelares emitidas por la Comisión en el 2006. Ya estamos en el 2020 y aun así estiman que a la Corte le va a tomar dos años fallar. Es mucho tiempo sin resolver el entorno de conflicto, y también difícil de entender qué medidas concretas se pueden aplicar. Es decir ¿qué medidas van a tener un impacto real y ayudar a proteger a los pueblos aislados no solo de los petroleros y madereros sino también de sí mismos?
En los años 90, la manera de solucionar el conflicto fue pensada únicamente desde la conservación, la creación de una zona Intangible del Yasuní, que garantizara un espacio de vida a los Taromenane. Fue delimitada en el 2007, y se creó una normativa, pero los Taromenane siguen atacando. Y yo creo que es porque los mensajes que damos desde afuera simplemente no llegan. A las 3 de la mañana mientras están en sus hamacas, conversando, prendiendo la fogata, no sienten que pueden continuar con el desarrollo cultural en su territorio, no lo sienten, no lo ven, no lo miran. Por lo tanto continúan esta aguerrida respuesta ante las agresiones que sufren. No ven otra manera de resolver el conflicto, entonces han salido, han atacado, salen, atacan, salen, atacan. Hemos fallado en la manera en que podríamos ofrecerles seguridad para sus vidas y respeto para el territorio del cual dependen.
Ahora tenemos que pensar en otras formas de bajar la tensión y lograr un entorno de paz. El proceso legal es una posibilidad, pero las acciones legales que se han planteado hasta el día de hoy apuntan a proteger a los pueblos aislados, y si bien esto hay que hacer, al mismo tiempo han dejado en cola y en deuda a los Waorani. Y, sin resolver ese problema, no habrá paz entre los grupos. Hay que reconocer que los Waorani también son víctimas de este conflicto. Primero el contacto forzado, luego una pérdida de territorio, y ahora están pasando por un proceso agudo de cambio cultural por la presencia de petroleras, madereras etc. Entonces ese es el macro conflicto y el conflicto es también porque los Taromenane los han matado, y los han matado incluso mientras el caso estaba frente a la Comisión Interamericana. Y en estos casos de muertes Waorani no hay justicia, no hay demandas, no hay figuras de reparación, o si los hay no han sido efectivas.
Ahondar en el conflicto y las relaciones ya existentes para brindar recursos y atención únicamente a la protección de los Taromenane, es dejar por fuera a los otros actores que están en el territorio. Y ellos piensan, nosotros no importamos, nuestras vidas no importan. Por eso se necesita una forma integral de entender el conflicto, y no desde esta idea cuasi religiosa: la vida de los Taromenane es la que importa, y ¿las vidas de los demás? ¿no?
Por eso, al momento de pensar en un fallo, la Corte está obligada a dar medidas de reparación integral, pero en verdad me parece uno de los casos más complicados para el Estado ecuatoriano y hasta para la Corte. Yo me atrevo a decir que estamos hablando de un genocidio en curso de los pueblos aislados, pero sin perder de vista que no son las únicas víctimas de este conflicto. Hay hasta familias campesinas que han sido asesinadas por los mismos Taromenane.
“Los Waorani y los Taromenane tienen diferencias históricas, casi nunca se han llevado bien, y esas diferencias se han vuelto cada vez más presentes y más agresivas. Históricamente, las formas de resolver los conflictos son profundamente culturales, muy tradicionales y, muchas veces, implican violencia, ataques al enemigo.
–José Proaño, director regional de la organización no gubernamental Land is Life.
Hablamos de políticas de reparación, pero es difícil de imaginar ¿cómo podrían funcionar en lo concreto? No es asunto de ofrecerles dinero. ¿De qué estamos hablando?
¿Una política de reparación estatal a qué debe orientarse? Debería considerar a los actores que han sido parte de este conflicto, a los afectados del conflicto, y no únicamente a los pueblos aislados. Debe orientarse hacia una visión integral del territorio, un territorio intercultural compartido entre los Tagaeri, Taromenane y Waorani.
La zona intangible no ha sido capaz de garantizar la vida ni de los pueblos aislados ni de los Waorani. Es una figura muy limitada, pero para ser sincero tampoco veo qué otra figura podría haber, porque los territorios de los pueblos indígenas son compartidos y no se pueden dividir, las áreas protegidas tampoco se pueden dividir. ¿Entonces qué tierra les queda a los Tagaeri/Taromenane? ¿Dónde pueden ellos ejercer su libre determinación y su territorialidad? Legalmente esto es de los Waorani, esto es del Estado. Ambas figuras tienen candados. ¿Dónde van a vivir los aislados?
Las soluciones son difíciles en un caso como este porque las víctimas, los aislados, no están, ni estarán presentes, y por tanto no hay como saber lo que pedirían. Pero más allá de su presencia, el problema radica en la definición de su territorio. La zona intangible no es su ‘territorio’, es un área donde sabemos que viven, y consecuentemente se ha prohibido proyectos de extracción, pero no es lo mismo que decir que es su territorio legalmente reconocido, porque no lo es. Además, al Estado no le conviene definir un territorio porque tendría que sacar los proyectos petroleros de ahí si la Corte lo ordena. Pero la verdad es que los aislados no solo habitan la zona intangible, están presentes en otras áreas. ¿Entonces todo es su territorio?
Lo que puede hacer la Corte cuando finalmente emite un veredicto es exigir un monitoreo mucho más minucioso de dónde viven y dónde transitan. Es un acercamiento mucho más detallado, no se trata de decir aquí hay un bloque de territorio donde no vamos a molestarles y chao. Implica una política mucho más precisa de monitoreo y prevención de contacto, de conflicto.
También parece importante hablar de la situación de los Tagaeri/Taromenane/ Waorani dentro del contexto regional. Parece que los aislados están bajo ataque por todo lado, en Perú, por ejemplo, la situación puede ser incluso peor que en el Ecuador. En Venezuela ni reconocen su existencia, mientras en el Brasil de Bolsonaro la protección de los aislados es más débil que nunca. Los grupos aislados están bajo amenaza permanentemente.
La situación, como bien dices, se repite regionalmente. Y lo que es más, hemos identificado en los últimos años amenazas que no existían hace 15 años cuando empezamos la discusión regional sobre los pueblos aislados. Por ejemplo, ahora tenemos el narcotráfico, la minería ilegal. En aquel tiempo las actividades extractivas habían avanzado hasta un límite territorial con los pueblos no contactados, pero no habían llegado hasta los últimos refugios de vida o los territorios más aislados de estos pueblos. Hoy en día, en muchos países ya están allí, entonces hay varias amenazas que tienen un aspecto no solo local sino regional.
El problema central a nivel regional es el modelo económico de explotación de recursos naturales, tanto de manera legal como ilegal. Hay proyectos de capital binacional que pretenden la integración entre Brasil y Perú, o trinacional entre Colombia, Brasil y Perú, donde hay proyectos de carreteras, proyectos de represas, etc. En Paraguay y Bolivia tienes el tema de la soya y de las vacas, que son principalmente empresas que operan en dos o tres países, trabajando paralelamente para ampliar la frontera agrícola o ganadera.
Para nosotros, que formamos el grupo internacional de trabajo sobre pueblos aislados, es muy importante siempre pensar de una manera regional, porque vemos que los capitales están integrados, que las empresas petroleras, por ejemplo, tienen intereses en ambos lados de la frontera, incluso en bloques vecinos. Una visión regional es importante también porque existen una serie de actividades ilegales que han surgido en todo este tiempo, y que están conectados: mineros ilegales de Colombia van a trabajar o explotar minerales en Venezuela. En los dos países son actores ilegales, entonces la amenaza no solo consiste en actividades legales, no solo es un problema de bloques petroleros.
Y el fallo de la Corte, ¿qué puede hacer al respecto?
Allí surge una profunda preocupación. Al ser este caso de los Tagaeri y Taromenane el primero relacionado con pueblos aislados en la Corte Interamericana de Derechos Humanos dejará un precedente. Será una sentencia muy importante para garantizar los derechos de los pueblos aislados, pero también tendrá una proyección regional debido a que es la Corte IDH y lo que se diga en esta sentencia va a servir de jurisprudencia para futuros casos de pueblos aislados.
Por tanto, tenemos que garantizar que esta sentencia realmente adopte resoluciones que lleguen a la profundidad de los conflictos, al génesis de los conflictos. No puede centrarse únicamente en una clásica disputa de indígenas contra Estados, porque al ser aislados los protagonistas no están representados por si mismos frente a la Corte, y no podemos estar seguros de cuáles son sus intereses.
¿Cómo se puede saber qué clase de medidas pueden reparar el daño que han sufrido los Taromenane, es decir las tres masacres que han padecido en los últimos años, y estas son las que conocemos? ¿Quién sabe si fueron más y cómo se repara todo esto sin ellos? Es una incógnita real.
Ahora que estamos avanzando hacia una sentencia de reparación de derechos, es claro que esta sentencia tiene que apuntar al modelo de desarrollo y a las situaciones transfronterizas, porque existen pueblos aislados entre Ecuador y Perú. Tiene que apuntar a los problemas binacionales, al modelo económico legal, a las actividades ilegales de los territorios de los pueblos aislados como son la cacería, la minería, la presencia de madereros ilegales.
Y hay que reconocer que los actores ilegales también son transnacionales. Por ejemplo, hace tres años hicimos una denuncia sobre madera talada ilegalmente en el Ecuador que fue trasladada a Iquitos en Perú. Entonces hay que darle esa perspectiva, y no cerrar la discusión en torno únicamente a las pistas que tenemos sobre cómo hacer reparaciones para la cultura de los pueblos aislados en el Ecuador. Debemos darle una perspectiva regional porque hay varios casos de pueblos aislados de Perú y de Paraguay en este momento.
La coordinación regional a nivel de países es débil, ¿se debe fortalecer?
Hay un proyecto de la secretaria de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), con un ecuatoriano a la cabeza. Es un proyecto internacional sobre pueblos aislados, pero no sé si entró en una segunda fase, pero esa era la única iniciativa regional desde los Estados para pueblos aislados. Por el lado de la sociedad civil tenemos el grupo de trabajo que mencioné. Eso es todo.
Entonces claro, la Comisión y la Corte Interamericana tienen que tomar en cuenta que sus resoluciones van a tener un impacto a nivel regional, y que en realidad tiene que brindar respuestas para la región. Es crucial porque si bien un caso puntual como el de los Taromenane/Tagaeri es importante en sí, tiene al mismo tiempo un trasfondo regional. Estamos frente a una situación de genocidio regional; ya se están acabando los pueblos aislados en todo sentido, y, por tanto, esta sentencia podría proporcionar un ejemplo, sentar un importante precedente.
¿Con todo la lentitud del proceso legal, el no cumplimiento de las medidas, la cultura de violencia interétnica, tienen futuro los pueblos aislados?
Si las cosas continúan como han venido sucediendo hasta ahora, la triste verdad es que no. No habrá futuro. Pero eso depende mucho de nosotros mismos, de que nosotros tratemos de hacer un esfuerzo intercultural, de pensar en lo que es importante para los pueblos en aislamiento voluntario, no para el Gobierno ni la industria petrolera o minera.
“Hay una historia de la Amazonía anterior a todo esto. Y esa historia es la de los pueblos del Yasuní, los que han estado ahí durante siglos y que han definido sus límites, que han definido sus culturas, que han definido los usos del territorio”.
–José Proaño, director regional de la organización no gubernamental Land is Life.
ATENCIÓN: Si deseas profundizar en el conocimiento de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, te recomendamos descargar los siguientes textos:
“Una tragedia ocultada”, del padre Miguel Ángel Cabodevilla