Periódico Digital PIEB •
05 noviembre 2012 La Paz, Bolivia
El modelo neoextractivista en América Latina llegó al límite de lo democrático con la profundización de los conflictos y requiere ser replanteado, afirma el investigador uruguayo Eduardo Gudynas, quien considera que lo mejor es el cierre de aquellos emprendimientos que ocasionan más daños que beneficios, tanto para el Estado como para lapoblación civil.
“Se debe pensar en medidas prácticas de salida que no pasan por la prohibición de la minería o de la explotación de hidrocarburos, sino por la reorganización del extractivismo. Se deben cerrar aquellos emprendimientos de alta contaminación y alto daño social, que igual debe pagarlo el Estado; por tanto, pierde plata el Gobierno y también la sociedad”, afirma al Periódico Digital PIEB.
Según el especialista, es posible reorientar el actual modelo extractivista de explotación intensiva en América Latina, manteniendo operables los proyectos útiles en términos de beneficios para el Estado y la población, y menos dañinos tanto para el medio ambiente como para las comunidades, a la par de redireccionar los recursos hacia otros sectores productivos.
“La producción debe ir más hacia las necesidades continentales y regionales, y eso pasa por aumentar las potencialidades de otros sectores que, en el caso de Bolivia, la gran prioridad claramente está en el sector agropecuario”, sostiene el ambientalista.
Al límite
Eduardo Gudynas llegó al país para participar del taller “Dilemas del Extractivismo. El agua y la minería en Bolivia”, en el marco del foro: Críticas al Desarrollo Contemporáneo y Alternativas, organizado por el Centro de Estudios e Información Bolivia (CEDIB), con el apoyo de varias instituciones que trabajan en la temática.
En el encuentro, que reunió a expertos nacionales e internacionales, se coincidió en que, en general, los conflictos derivados del rechazo y la resistencia y/o protesta en contra de proyectos extractivistas intensos, se han profundizado a nivel regional. Sobre el tema, Gudynas asegura que lo más impactante no es que los países de la región enfrenten conflictos derivados del extractivismo más o menos intensos, sino que países como Guyana y Surinam (al norte de América del Sur, colindante con el océano Atlántico), también hayan replicado este modelo y sus consecuencias.
“Esto juega en el límite democrático porque diferentes sectores de la población se resisten a esto, observan impactos ambientales generados por estos emprendimientos y consideran que a la larga serán afectados y perjudicados por estas actividades”, afirma. En todos los casos analizados de América del Sur dice Gudynas, la expansión del extractivismo se hace con emprendimiento de gran envergadura en zonas remotas, y por tanto, afectando ecosistemas y zonas de alta riqueza o comunidades indígenas, con tecnologías de alto
impacto ambiental o de muy alto riesgo de posible impacto ambiental.
“La primera particularidad que encontramos, es que todos los gobiernos, más conservadores o de izquierda están en fase de profundización de sus actividades extractivistas; esta profundización se refleja en la profundización de las exportaciones mineras y petroleras, como también en la exportación de monocultivos, que en nuestra definición es una forma extractivismo agrícola”, señala.
Gudynas lamenta que en el caso boliviano, persistan sectores de la sociedad y políticos que sostengan que no hay otra alternativa al extractivismo, para salir de la pobreza, cuando por el contrario, varios estudios demuestran que las actividades extractivistas dejan más impactos negativos para las poblaciones, y reproducen modelos de pobreza.
De esta manera afirma que se reflotan proyectos viejos en suspenso o se inician nuevos proyectos en zonas ajenas a las actividades extractivistas. “El caso más significante es la esta situación de Uruguay que no es un país minero, y en el actual Gobierno de izquierda su proyecto más importante es iniciar la megamineria de hierro a cielo abierto”, menciona.
